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'Deberíamos trasladar la capital provincial a Junín'

23/09/2025
'Deberíamos trasladar la capital provincial a Junín'

Así lo plantea Luis Gotte, analista, historiador y escritor marplatense. En esta entrevista nos comenta su idea fundada en 'razones estructurales que tienen que ver con la gobernabilidad, el federalismo interno y la viabilidad futura de la provincia'. Asimismo, hizo un paralelo con la idea que sostuvo durante su presidencia Raúl Alfonsín, quien proponía trasladar la Capital Federal a la ciudad de Viedma.

'La provincia de Buenos Aires atraviesa una paradoja que se arrastra desde hace décadas: es el territorio más poblado, productivo y estratégico de la Argentina, pero también el más desordenado en términos de gestión, identidad y organización política', comienza explicando Gotte, para quien 'el dilema es profundo y no puede reducirse a diagnósticos superficiales' y se pregunta: '¿cómo organizar una provincia que concentra casi el 40% de la población nacional, aporta alrededor del 36% del PBI del país y, al mismo tiempo, convive con un conurbano colapsado, una región extra-AMBA despoblado y enormes asimetrías territoriales?'

-¿De dónde viene esta idea de trasladar la capital provincial?

-La idea, lejos de ser un simple gesto simbólico, responde a razones estructurales que tienen que ver con la gobernabilidad, el federalismo interno y la viabilidad futura de la provincia. La Plata fue concebida en el siglo XIX como capital administrativa, tras la federalización de la Ciudad del Buen Ayre. Su diseño urbanístico, racional y moderno, buscaba dar equilibrio a una provincia golpeada por la pérdida de su antigua capital. Sin embargo, el crecimiento explosivo del conurbano bonaerense terminó por desbordar ese plan. Hoy, la capital provincial está encadenada al cordón metropolitano: cualquier decisión política en La Plata está condicionada por la presión inmediata de un conurbano con 12 millones de habitantes, bolsones de pobreza estructural, economías informales que superan el 40% y una violencia urbana que desborda la capacidad de respuesta estatal. El resultado es un sistema político encerrado en la lógica metropolitana, incapaz de proyectar un desarrollo integral que abarque al interior bonaerense. Por eso deberíamos trasladar la capital provincial a Junín.

-¿Y por qué Junín y no otra ciudad del interior bonaerense?

 -Junín es, de hecho, un nodo estratégico del noroeste bonaerense, con accesos ferroviarios y viales que lo conectan con Rosario, Córdoba, Santa Fe y el norte de la provincia, con la Patagonia y el Mercosur. Además, Junín simboliza otra Buenos Aires: la de la producción agrícola, el cooperativismo, la agroindustria y el dinamismo universitario. Trasladar allí la capital no solo implicaría descentralizar el poder político, sino también reconocer que el futuro bonaerense no está en la expansión infinita del conurbano, sino en el equilibrio entre producción y urbanización. Las cifras son claras. Mientras el conurbano concentra más del 67% de la población bonaerense, el interior provincial se vacía lentamente. En decenas de localidades, el envejecimiento poblacional y la falta de oportunidades expulsan a los jóvenes, debilitando el tejido productivo y social. Al mismo tiempo, más del 45% de la economía opera en la informalidad, lo que erosiona la recaudación fiscal y limita la capacidad de inversión estatal. Si se lograra regularizar ese universo productivo, el Producto Bruto Geográfico provincial podría crecer hasta un 80%, y la masa coparticipable entre provincia y municipios aumentaría entre un 25% y un 30%, generando recursos directos para obras, salud, infraestructura y empleo local. Formalizar no es sólo recaudar: es poblar, producir y sanar el territorio.

-En su gobierno, Raúl Alfonsín intentó hacer algo parecido con la Capital Federal, proponiendo su traslado a Viedma. ¿Qué opina sobre eso?

-La idea de Raúl Alfonsín fue un proyecto ambicioso que buscaba descentralizar el poder y darle un nuevo impulso al desarrollo nacional. Pero no era el momento apropiado. Aunque, en teoría, tenía aspectos positivos: permitiría descentralizar el poder político y administrativo, alejándolo de la sobrepoblación y la congestión de Buenos Aires, dando lugar a un federalismo real. Por otro lado, el proyecto podría haber impulsado el desarrollo económico y social de la región patagónica, integrándose al resto de la Argentina a través de la red ferroviaria unida a Jujuy, generando nuevas oportunidades y mejorando la calidad de vida de sus habitantes. Y también, la medida hubiera tenido un fuerte simbolismo, marcando un cambio en la forma en que se gestiona el país y priorizando el desarrollo regional. Ahora, ¿era el momento para hacerlo? El proyecto requeriría de una gran estabilidad político-económica para su implementación, lo que no estuvo presente durante el gobierno de Alfonsín; el traslado de la capital demandaría una gran inversión en infraestructura, lo que podría ser un desafío significativo, pero podría lograrse con estabilidad y acuerdo político. Sin embargo, el pejotismo del momento no dejaría que un socialdemócrata, enemigo de Perón, fuese recordado como el fundador de una nueva capital. Por último, nuestro pueblo es educado para mirar siempre al puerto de la capital. Es nuestra zanahoria a seguir, qué pasaría si nos sacan la zanahoria? En retrospectiva, creo que el proyecto de Alfonsín, en teoría, hubiera aportado mucho si se hubiera concretado. Podría haber sentado las bases para un desarrollo más equilibrado y una mayor descentralización del poder.

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