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'En el hiphop nadie sobra, no importa quién seas, sos parte'

01/03/2024
'En el hiphop nadie sobra, no importa quién seas, sos parte'

Juan Francisco Giannone Mercado, mejor conocido por su nombre artístico, Puño de Dragón, tiene 30 años. Trabaja en el Consejo Escolar como suplente de Auxiliar de Limpieza, se ocupa de ayudar al DJ con las luces y es barman para una empresa de eventos los fines de semana. Así se costea su verdadera pasión: la vida del rap. Pero además, transita el último año de la carrera de Enfermería. Una etapa 'muy accidentada' por la pandemia y por la falta de tiempo vinculada con otro tipo de changas: arregló aires acondicionados, repartió diarios, trabajó como peón de albañil y pintor, entre otras cosas. En diálogo con Cuatro Palabras cuenta las peripecias que atraviesa mientras persigue su sueño. Se reconoce como activista del movimiento hiphop expresándose a través de ese medio. 

(*)Por Francisco Ricca Bryson

-¿Qué es hiphop? ¿Cómo nació? 

-El hiphop es una cultura que nació en Estados Unidos en la década del 60. Se fundamenta en los barrios bajos de ese país. Estamos hablando de la salida de las leyes Jim Crow, blancos contra negros, por ende, el alcance musical que tenían era muy limitado. Lo que predominaba era una expresión sobre instrumentales influenciadas por el jazz y algunos ritmos de percusión, que es lo que hoy se conoce como la música hiphop. Pero el rap no es hiphop, es un elemento que lo conforma, como el 'DJing', el 'breaking' (baile) y el grafiti. 

El primer elemento que surgió fue el 'DJing'. Cuando se juntaban en los barrios bajos para realizar fiestas, tenían poco acceso a la tecnología musical; solo contaban con un tocadiscos y parlantes. En el bajo Brooklyn, mientras un DJ acomodaba los platos, había una persona que relataba, hacía publicidad, daba agradecimientos, etc.; ahí empezaron a improvisar sus primeras suertes de rimas. El movimiento fue influenciado por uno de los grandes apagones que ocurrieron en Estados Unidos, donde la gente fue partícipe de muchos saqueos a diversas tiendas de Nueva York. 

La cultura evoluciona con el tiempo. Saltándonos una gran parte, llega a Latinoamérica; México. Primer país que empieza con las batallas de freestyle; la cuna de la cultura hispanohablante en lo tiene que ver el rap. Empezó como un juego y terminó convirtiéndose en, lo que yo llamo, 'el sueño del hiphop'. Con respecto a esto, cada uno tiene su punto; el mío es tratar de ayudar al resto siendo activista del movimiento y expresándome a través del medio. 

-¿Qué representa para vos el hiphop? 

-Ahora, a mi edad, teniendo que estar más cerca de mi boda que de probar las drogas –como dice un tema que he escrito y que todavía no saqué–; viajar a dedo, no saber dónde te vas a quedar para ir a batallar diez minutos, decirle cualquier barbaridad al otro y terminar con un abrazo. La barbaridad más imperdonable en un enfrentamiento de rap es no terminar dándose la mano o un abrazo. Esto es más que una familia, tiene algo más; cuesta explicarlo con palabras si no se vive, pero ese hecho de que conociste a alguien en menos de quince minutos y ya sos amigo, ya te invitó a la casa porque al otro día tenés otra batalla, comparten comida, pasan frío... Uno de los códigos de la cultura es que no se deja morir a nadie, así no puedas dar asilo; te quedás con esa persona en la estación de servicio, en la plaza haciendo el aguante, esperando que venga el colectivo, acompañándolo a la ruta. Es una hermandad rara, pero de tan rara es hermosa. 

-Utilizás el hiphop, y más específicamente el rap, como medio, como instrumento para ayudar a los demás. ¿Este espíritu altruista, esta generosidad, se vio o se ve reflejada en otros aspectos de tu vida, en otros ámbitos? ¿Cuándo nació? ¿Surgió naturalmente o hubo un día en concreto que influenció esta conducta? 

-Yo soy un boy scout (chico explorador) desde niño. Ahí es donde empecé a aprender la buena acción diaria, el ayudar a los demás. He participado en actividades humanitarias, en grupos de fe (en la Pastoral Juvenil, donde ahora solamente doy una mano, ya no formo parte como antes por mi edad). Destaco la educación que me dieron mis viejos; siempre escuchar a los demás –cosa muy importante en la sociedad actual, donde todos van a fondo y no tienen tiempo para nada–, no desatender a las juventudes por 'vivir en una nube de pedos'. Te puedo asegurar que eso no existe en la cultura. Todo esto es puesto a prueba en las competencias de rap: al que no se le rompió el cable, se le salió la rueda de la moto; siempre está la persona que no vio el pozo, el escalón –por eso siempre presente mi kit de primeros auxilios–, y demás. En el hiphop nadie sobra, no importa quién seas, no importa de dónde vengas; sos parte. 

-¿Cómo se encuentra la actividad a nivel regional? ¿Y nacional? 

-En Chacabuco, después de Dragon Manija y muchas competencias, salió la impronta de un grupo de chicos, la Mergedes Klan, y comenzaron una competencia que se llama Dulce de Leche Free. Esta tuvo una aprobación total. La Kompe, de la mano de Mariano Rivas y Micaela Olivetto, también con un recibimiento muy bueno. Muchos chicos de la zona viajan para competir. 

A nuestro alrededor quedan muy pocas competencias que intentan sobrevivir a la situación económica actual. Como fuertes tenemos a la Diago Free en Salto, Linaje Freestyle en Lincoln, Manija Abstinencia en Chivilcoy, Desli Free y la Urban League en Junín. Hace poco, también en Junín, BDM (Batalla de Maestros –competencia de origen chileno con reconocimiento internacional–) organizó un evento.  Ahí tenemos un representante de Chacabuco, se trata de Adriel Sosa, conocido como Kadriel, que va a ir a una competencia nacional. Y, obviamente, la competencia con más prestigio a nivel nacional e internacional: Red Bull Batalla. 

-¿Qué tiene que hacer aquella persona con interés en competir? 

Primero, sacarse la vergüenza porque no mordemos.  Acercarse a la plaza cuando estamos rapeando; no tenemos ningún problema en enseñar. 

Leo Grazzo y Sebastián Stefanini, de la mano de Micaela Olivetto, dan talleres de freestyle gratuitos. Estuvieron en el CIC La Ilusión y Los Pioneros. 

-Viajaste en bicicleta a Luján para competir, ¿cómo fue esa historia? 

-El primer viaje fue a la Diago Free, en Salto. Sin dormir, me voy a la ruta a hacer dedo, pero no me levanta nadie. Me vuelvo a mi casa, salgo en bicicleta y pedaleando contento miro a un costado del camino, al campo; fuego. Llamo al 911 y me ordenaron quedarme en el lugar. 'Me tengo que quedar, tengo el tiempo justo, son 60 km', dije, y hacía un calor descomunal. Estaba indeciso. Me quedé un rato y los oficiales no aparecieron. Retomo el camino. Había perdido una hora; eran tres horas de viaje. Se me corta la cadena y lo soluciono con un alambre. Sigo andando y me encuentro tres cachorros. Todo esto en el mismo viaje; yo decía: 'no llego más'. No podía dejarlos ahí; los metí en la mochila. Ahí mismo se peleaban, ladraban, lloraban, me tomaban el agua. Recorrí el lugar para ver si encontraba a la madre, pero nada. Más adelante me encuentro un accidente, ahí sí ya responden los bomberos. Empiezo a prestar primeros auxilios. Gracias a Dios fueron heridas leves. Hubo roturas de materiales, pero bueno. El viaje se me estaba haciendo de cinco horas. Llego a Salto, a una estación de servicio y una chica me pregunta si se puede quedar los perritos. Se los doy. Llego a la competencia tarde, me anotan a las perdidas porque 'se vino pedaleando, déjenlo competir'. Compito. Llega la hora de volver a las diez de la noche. La ruta de Salto estaba totalmente oscura, pero llevaba equipo de luces y chaleco reflectante. Sigo pedaleando y a menos de un cuarto de inicio de camino escuché: '¡Puño!' en el medio de la ruta. Unos competidores se habían vuelto caminando porque no consiguieron dedo, y todos trabajábamos al otro día. No se habían llevado abrigo. Yo, como buen scout, siempre listo; me había llevado mi campera, la calza térmica y demás. Fue una odisea acompañarlos caminando, pero veníamos rapeando, jugando, riendo. Me piden que me adelante para ver si podía conseguir un remís. Íbamos a pagarlo entre los tres. A la vuelta, explotó la cámara de la bicicleta porque no vi una piedra, así que terminamos caminando. Esa situación fue pesada, pero la volvería a vivir con los pibes del hiphop una y un millón de veces más.

 

(*)Colaborador de Cuatro Palabras.

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