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'Hay cosas que la sociedad no avala'

02/11/2025
'Hay cosas que la sociedad no avala'

Paula Sansone es hija de Daniel Sansone y Liliana Policastro, militantes detenidos desaparecidos por el terrorismo de Estado. Desde hace años trabaja en Abuelas de Plaza de Mayo. Entre otras cosas, recorre con sus compañeros distintas ciudades del interior para dar a conocer y poner en valor el trabajo que desde hace más de cuatro décadas llevan adelante desde la institución. Este lunes, junto a los nietos recuperados Manuel Gonçalves Granada y Leonardo Fossati Ortega darán tres charlas en el Teatro Italiano de Chacabuco sobre identidad y restitución, para estudiantes, docentes y vecinos. En diálogo con Cuatro Palabras Sansone se refiere a cómo reconstruyen sus historias las ciudades más pequeñas y cómo se reconfiguran los discursos de los organismos de Derechos Humanos en tiempos de crisis social, política, y de valores. 

 

Sansone, que trabaja en Abuelas desde sus 20 años, compartió sus expectativas sobre el encuentro y aseguró: 'La conversación que tendremos el lunes va a ser emotiva porque siempre es emotivo encontrarse con los jóvenes, con los futuros docentes, intercambiar conocimientos y pensamientos". Y porque además, uno de los mayores desafíos actuales, afirmó, es la distancia temporal. "Nos encontramos con niños y adolescentes que nacieron en democracia, y en muchos de los casos sus papás también, es un reto que la historia parezca tan lejana", dijo. Por eso, el objetivo es escuchar y encontrar juntos caminos que unan a las nuevas generaciones con esta temática.

 

-¿Por qué es tan importante este ida y vuelta con personas de distintos pueblos del país?

-Estos encuentros son importantes porque, por un lado, te dan la oportunidad de intercambiar experiencias, poder escuchar cómo trabajó la Comisión por la Memoria de Chacabuco, cómo hicieron la reconstrucción, cómo fue ese proceso, cómo lo mantienen, creo que nos sirve y nos nutre a todos. Nos da la posibilidad de intercambiar las experiencias, de poder contar cómo es el proceso en la actualidad. Para nosotros es un desafío muy grande porque, por lo menos desde Casa por la Identidad, nos encontramos con niños y adolescentes que nacieron en democracia, y en muchos de los casos sus papás también. Entonces por un lado es una celebración, porque implica que nuestro país tiene más de 40 años de democracia y a la vez el desafío por una historia que pareciera tan lejana. 

En este caso la idea es intercambiar esas experiencias, poder escuchar a los jóvenes, a los futuros docentes, que nos cuenten cómo van sorteando esos desafíos y cómo van tratando de encontrar caminos que unan a las nuevas generaciones con esta temática.

 

-¿Qué interrogantes les dejan este tipo de encuentros en ciudades más chicas atraveadas por el terrorismo de Estado en otra escala?

-En este caso, me parece importante destacar que Chacabuco ha hecho un trabajo muy sólido con respecto a la recuperación de sus desaparecidos, desde la Comisión de la Memoria, cómo lo transmite la figura de Haroldo Conti. Son experiencias importantes para intercambiar. De toda la nómina de desaparecidos de Chacabuco, dos casos están relacionados con Abuelas de Plaza de Mayo, y eso también es importante para rescatar, porque tiene que ver con cómo se ha reconstruido la memoria en los pueblos, en las ciudades pequeñas, que además se supone que la gente sabía, que se hablaba menos, que se hablaba más, que se hablaba por lo bajo. A mí me impactó cuando estuve hace dos años allá el nombre de los desaparecidos en las calles, eso me parece un trabajo muy valioso y forma parte de lo que es la recuperación de la memoria y de la transmisión a las nuevas generaciones.

 

-¿Cómo se reconfiguran o repiensan los discursos de las organizaciones de Derechos Humanos en tiempos de tanta crisis social, política, de valores?

-Es un desafío. Por un lado sostenemos con nuestra trayectoria lo que hemos construido, tratamos de que eso no se borre, poder contar eso y poder hablar de la importancia que tiene. Los discursos de los organismos de derechos humanos son la búsqueda de memoria, verdad y justicia, hablar del proceso judicial, hablar de los distintos estamentos que hay para poder transmitir la memoria. Es algo muy abarcativo, que va desde todos los procesos que hemos vivido como sociedad en los últimos 40 años, la anulación de las leyes, luego la apertura de los juicios, la creación de los espacios de memoria, eso es indudable. La sociedad a pesar de la lejanía y de los discursos negacionistas, no avaló el 2x1 y cuando hay algún intento de decir 'dejemos a los militares y a los genocidas libres', la sociedad hace saber que no está de acuerdo con eso. Después hay que encontrar las posibilidades para poder contar que el terrorismo de Estado nos afectó a todos y que muchas de las cosas que pasaron y sus consecuencias rigen hoy en día en nuestra economía, en la distribución de los recursos. Pero obviamente una de las cuestiones más difíciles es esa, poder también transmitir que hay un montón de cosas que afectan en la vida cotidiana de las personas y de la configuración de la sociedad, aunque la dictadura haya tenido lugar hace casi cincuenta años. 

 

-Tu historia es de alguna manera parte de la memoria colectiva argentina, ¿qué tipo de responsabilidad sentís en ese sentido?

-Por un lado pienso que el trabajo colectivo es lo que te ayuda. Desde que tengo 20 años colaboro en Abuelas de Plaza de Mayo, entonces la historia individual se entrelaza con la historia colectiva, y es mucho más fácil. 

La primera persona que conocí que era hija de desaparecidos es una de las nietas restituidas por Abuelas de Plaza de Mayo, María José Lavalle Lemos, que es una de mis mejores amigas, nosotros nos conocimos en el secundario cuando teníamos 15 años: fue la primera persona que conocí que tenía mi historia o similar, porque ella nació en un campo de concentración y fue apropiada por una mujer policía. Su abuela es una de las fundadoras de Abuelas y la recuperó cuando tenía 10 años. En mi caso, yo me crié con mis abuelos, supe siempre que mis papás estaban desaparecidos y en ese sentido tuve el camino mucho más allanado. Pero ese vínculo, poder conocer que había otras personas a las que le habían pasado cosas similares, y que éramos muchas las familias, poder hacer el reclamo de memoria, verdad y justicia, creo que fue forma de cobijo y a la vez de seguridad. Me permitió sacar un poco el peso de mi propia historia. Mis papás eran bancarios, eran trabajadores del Banco Central y para mí fue muy importante cuando pudimos hacer también -gracias a las políticas que hubo de memoria, verdad y justicia- que ellos dejaran de ser dos trabajadores que figuraban con abandono de puesto de trabajo, poder tener la reparación de dejar cuenta de que ellos no es que habían dejado de ir a trabajar, sino que no fueron a trabajar y fueron secuestrados y desaparecidos. Hoy en sus legajos, como trabajadores bancarios, figura que no volvieron a trabajar porque fueron víctimas de la desaparición forzada.

Creo que eso fue uno de los hechos que impulsamos con otros familiares, también lo hicimos en conjunto, y fue una de las cosas que en lo personal me puse como una responsabilidad. Acá en Capital y en algunas partes del conurbano están las baldosas por la memoria, y también pudimos poner las baldosas en el colegio al que fue mi mamá, con otras compañeras que se encuentran desaparecidas. Esos fueron hechos importantes, significativos, reparadores. Pero no solamente lo hice por mí. Todavía me faltaría colocar la baldosa en el colegio secundario que fue mi papá, en Villa Devoto, que casualmente es el colegio donde fue Milei, creo que en la primaria o en la secundaria. Pero todavía no está esa posibilidad concreta.

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