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'Para Conti, escribir sobre Chacabuco era un viaje en el tiempo y en el espacio'

02/05/2025
'Para Conti, escribir sobre Chacabuco era un viaje en el tiempo y en el espacio'

Juan B. Duizeide es uno de los mayores expertos en la vida y la obra del escritor nacido en Chacabuco. Aquí analiza los cuentos de Conti ambientados en nuestra ciudad.

Por Manuel Barrientos 

 

'A Haroldo Conti llegué por azar. Como un navegante al que un viento inesperado aparta de su derrota y alcanza así una isla que ni sospechaba', señala Juan Bautista Duizeide, escritor, piloto de ultramar y uno de los mayores especialistas en la vida y en la obra del autor chacabuquense. De hecho, le dedicó su fundamental libro Alrededor de Haroldo Conti, publicado por la Editorial Sudestada en 2013.

Desde la isla del Tigre en la que vive, y antes de embarcarse rumbo a Berlín a dictar clases en un seminario sobre 'reimaginaciones de lo fluvial en la la literatura, el cine y el arte rioplatenses' en la Universidad Humboldt, Duizeide dialoga con Cuatro Palabras acerca de los cuentos de Conti ambientados en Chacabuco.

En 1983, Conti estaba doblemente desaparecido: no sólo había sido secuestrado y asesinado, sino que ninguna vidriera de librería mostraba sus libros. 'Su nombre no sólo no sonaba, sino que era como si jamás hubiera sonado. Y estamos hablando de alguien que menos de diez años antes había sido bastante leído, muy reseñado y entrevistado, alguien que había ganado premios literarios internacionales. Razón por la cual la revista Gente, que sería pronto una de las más fervorosas propagandistas de la dictadura burguesa genocida, llegó a incluirlo en una tapa entre los 'personajes del año', recuerda. 

Juan Bautista estudiaba en la Escuela Nacional de Náutica Manuel Belgrano para ser piloto de ultramar y vivía en una pensión muy destartalada en el Bajo porteño. Su familia se había fundido merced al Rodrigazo y luego a Martínez de Hoz, así que sobrevivía con poquísimo dinero. Sólo a veces podía comprarse libros, siempre entre los saldos más baratos. 

Una tarde, vagando por la avenida Corrientes, dió con una mesa de libros casi regalados frente a la librería Hernández. Le llamó la atención uno de tapa dura, en la sobrecubierta aparecía un paisaje de 'la Delta' ('en femenino, como le gustaba decirlo y escribirlo a Sarmiento para que se note la comparación con la letra griega', aclara): un cuadro de Horacio Butler, a quien desconocía. 'Lo tomé en mis manos. Lo abrí, leí las primeras líneas, y fue como si el río me saltase a la cara', señala.

Aún conserva ese ejemplar, que lo acompañó en varias navegaciones, por ejemplo, en campañas de pesca por el banco Burdwood, 200 kilómetros al sur de las Islas Malvinas. Es la primera edición de Sudeste, publicada por Fabril Editora. 'Tal vez, más que un río, lo que me saltó entonces a la cara con esa novela fue todo un mundo', explica.

 

¿Cuál es tu mirada acerca de los relatos de Conti anclados en Chacabuco? 

Ha sido estudiada la doble inscripción de Conti en tradiciones narrativas argentinas que parecen separadas: la de ambiente campero o de pueblos del interior de la provincia, como en Payró o Lynch; la de ambiente ribereño, como en obras de Quiroga, Lobodón Garra, Wernicke. En Conti hay elementos profundos que unen ambas tradiciones. Para comenzar, la escritura poética del paisaje, la forma tan particular, tan detallada y tan lírica, de dar cuenta del paso de las estaciones, de los cambios de la luz asociados a ellos y al paso del día, de los signos dispersos por el aire, las coloraciones de los árboles, las conductas de los peces, los cantos de los pájaros. También el equilibrio entre lo exterior y la interioridad de los personajes. Notable tanto en un cuento campero como 'La balada del álamo carolina' o 'Todos los veranos', que es claramente un relato del río. También son comunes a ambas ramas de su obra la capacidad para hacer de los desplazamientos mínimos en el espacio grandes viajes perceptivos y lingüísticos. Y si bien podemos pensar a Conti como un narrador vitalista, un narrador de la experiencia, tanto el espacio del campo y los pueblos como el espacio del río y las islas son sobre todo, para él, espacios míticos. 

¿En qué sentido?

En su pueblo natal sólo vivió durante la infancia. Escribir los cuentos de Chacabuco era un doble viaje: en el espacio y en el tiempo. Tampoco vivió en su casa del arroyo Gambado, sino que iba cuando podía. La llanura y las islas son dos lugares anhelados. Y alcanzados plenamente sólo por la escritura. La escritura en tanto forma de religar, en tanto comunión. Otro aspecto importantísimo que aparece en ambas vertientes de su narrativa es la comunidad: tales ámbitos le interesan porque en ellos encuentra comunidad. Encuentra eso que en John Berger es central: el 'ingenio popular' (que los traductores españoles, dados muchas veces a traducir por paronimia, malversan como ingenuidad popular). A esto se asocia otra característica: si bien se encuentran muy bien construidos y son por eso tan recordables personajes como el tío Ernesto, Basilio Argimón o el Boga, su fuerza, su corporeidad se deben a su ámbito. Lo colectivo es de tal forma definitoria en Conti, y emerge ya bien explícito en la novela Mascaró o El cazador americano, donde si bien hay un personaje central, resulta colectivo el protagonismo.

Se cumplen 100 años del nacimiento de Conti. ¿Cuál es la vigencia de su literatura?

A la palabra vigente, prefiero la palabra viva. La verdad es que no me parece relevante lo que puedan legislar los zares de la moda, las pitonisas de la crítica o los sommeliers de tendencias. Sólo importa, sólo existe —lo supo, lo practicó y lo predicó Borges— la lectura hedónica. Si alguien se conecta sensiblemente con algo que escribió Conti, entonces sucede que esa escritura está viva.

 

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