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'Trataban de aniquilarte de mil maneras, la organización nos permitió sobrevivir'

06/10/2025
'Trataban de aniquilarte de mil maneras, la organización nos permitió sobrevivir'

A los trece años Fátima Cabrera se convirtió en una de las primeras catequistas de la Villa 31 en la capilla donde trabajaba Carlos Mugica. Fue en el barrio y cerca de los curas villeros que forjó una identidad militante y una conciencia política. Años más tarde fue secuestrada y pasó más de un mes detenida en el centro clandestino de detención, desde donde la trasladaron a la cárcel de Devoto. En diálogo con Cuatro Palabras recuerda la gran riqueza del movimiento: la organización. Además habla de solidaridad, resistencia y de sus 'muchas vidas vividas'. 

Por Martina Dentella 

En octubre de 1976, la Policía Federal Argentina secuestró a Fátima Cabrera junto con Patricio Rice, su pareja, exsacerdote. Luego de pasar más de un mes detenida en el centro clandestino de detención y exterminio "Garage Azopardo" y luego "Coordinación Federal", el Gobierno militar por la intervención del gobierno irlandés -de donde era oriundo Rice- los 'legalizó' y trasladó al Penal de La Plata a él y a la cárcel de Villa Devoto a ella. Allí Fátima permaneció hasta enero de 1978. Después le otorgaron la libertad vigilada, y debió mantenerse en el radio de la Capital Federal. Eso implicaba no poder visitar a su abuela que vivía en Montegrande, no participar de ninguna reunión, no ir al cine, entre otras cosas. "Estaba presa en la ciudad, tenía que ir a firmar todos los días a la comisaría donde me habían llevado cuando me secuestraron', dice. 

Tenía 13 años cuando se transformó en la primera catequista de la villa 31, bajo la coordinación del padre Carlos Mugica, a quien conoció siendo aún más joven. Sus abuelos habían llegado desde Tucumán cuando empezaban a cerrar los ingenios, y decidieron quedarse en Retiro, donde hicieron guardia hasta que lograron tener un pedazo de tierra para construir una casa. Ella y sus cinco hermanos se sumaron a ese hogar de puertas abiertas, donde Mugica, después de las misas, iba a comer empanadas y participaba de largas sobremesas en las que se hablaba de fútbol y política. 

Luego de un viaje a Europa, en 1968, Carlos Mugica decide instalar una capilla en el barrio de Comunicaciones, a la que llamaron Cristo Obrero, donde hoy descansan sus restos. 'Nuestras salidas eran o ir a la capilla o a una marcha, no había otra posibilidad, mi mamá estaba sola, con cinco hijos, no nos dejaba ir a ningún lado', dice Cabrera. Además, asegura que 'generalmente, si vos estabas en la capilla sabías de todo lo que sucedía en el barrio y en la vida política'. Y aunque desde muy chica había acompañado a su madre a marchas por la vivienda, o por distintos reclamos vinculados a las condiciones precarias del barrio, el 20 de junio de 1973 participa en la vuelta de Perón y vive su primera gran movilización. A partir de ahí empieza a militar, primero en la Juventud Peronista, después en el Movimiento Villero Peronista.

 

-¿Cómo eran las misas de Mugica? 

-Las misas eran impresionantes. Muy fuertes. Eran a la tardecita porque la villa estaba conformada por trabajadores. Entonces era típico que la gente volviera del trabajo con un bolsito. En sus misas había mucha participación, pero además Carlos denunciaba mucho lo que sucedía. Por eso venía la policía montada, y se les paraban en la puerta de la capilla. Era realmente una provocación. Tenías cuatro de la montada ahí, escuchando la misa. Me acuerdo una vez, en un momento se produjo una situación en la que casi atropellan a un niño. Carlos sale, les reclama, y la gente lo primero que hizo fue levantar una piedra, porque además eran calles de tierra. Y ahí Carlos, no sé cómo, en un instante, frenó a la gente. Pero eran puras provocaciones. A veces eran misas muy intensas. Los domingos se llenaba también, mucho más, porque venía gente de otros lugares.

De vez en cuando los gobiernos militares hacían razias, cada día la policía se llevaba a todos los hombres, o sea, al otro día no podían ir a trabajar. Nadie salía. 

 

-Había un dispositivo de militancia alrededor de Carlos, ¿cómo era la organización?

-Siempre reivindicamos mucho a los militantes y dirigentes que hubo en Retiro. Más allá de la figura de Carlos, tan mediática y tan clara. De hecho a Carlos lo veo con la gente y producto también de lo que fue esa época. Cerca de José, por ejemplo, que era un hombre que venía de la resistencia peronista de Tucumán. He visto dirigentes de mucha coherencia. Capaz que en ese momento ni te dabas cuenta, pero de alguna manera fueron grandes referentes. José era gastronómico, y venía de su trabajo con el bolsito, después de las cinco salía a ir a las casas a hablar con los vecinos. Vivía dedicado a las mejoras o las cosas que se podían hacer en el barrio, que todo era sumamente precario. Lo que se veía en ese momento en la villa era mucha organización. Y por otro lado, era una precariedad tremenda. Porque el agua se buscaba de las canillas, había que hacer cola, no había luz en las casas, y se producían grandes incendios porque la gente se alumbraba con vela. Las condiciones de vida eran muy duras, pero la organización que había era de una gran riqueza. Y se fueron consiguiendo muchas cosas. Por ejemplo, frente de la misma capilla, había un dispensario médico donde distintos médicos venían a colaborar ad honorem, había abogados que hacían todo el asesoramiento jurídico a muchos trabajadores del puerto por los distintos accidentes que había, problemas laborales. Carlos después empezó a implementar más adelante una proveeduría donde se conseguían alimentos más económicos. Pero en la época en la que yo era catequista, me acuerdo que empezó a implementar algo que comentaban que lo hacían en Chile, cuando estuvo Allende, que era dar un litro de leche y un huevo por cada niño.

 

-¿En qué momento empiezan a complicarse las cosas?

-El asesinato de Carlos se produce en el '74. Para nosotros fue el primer golpe, durísimo. Terrible. Después a nosotros nos erradican en el '75, nos trasladan a Soldati a unos, a Ciudadela, a otros. Y yo voy a militar a Ciudadela porque como militantes seguíamos dentro de lo que era el movimiento de villa. Y en Soldati me relaciono con un grupo de curas de la zona y comienzo otra vez a juntar las dos cosas: o sea, la militancia, pero también relacionada a la Iglesia de Bases. Y ahí de ese grupo tenemos varios compañeros desaparecidos, curas. Carlos Bustos fue uno, Mauricio Silva, "el cura Barrendero". Después otro compañero en Lugano, Juan Carlos Martínez. Y todo lo que va sucediendo en distintos lados. Se desmembró Retiro. A nosotros nos secuestraron junto con Patricio Rice, mi marido, que en ese momento era sacerdote. Y me encontré con él después de ocho años.

 

-Estuviste en un centro clandestino de detención y después a disposición del Ejecutivo, ¿sentís que las expresas políticas se sintieron 'habilitadas' a contar sus padecimientos mucho tiempo después?

-La gran diferencia tal vez es que los que vinimos de estos lugares terribles de tortura y que después pasamos por la cárcel, tuvimos un recorrido distinto. Más allá de eso, esa organización que hubo dentro de la cárcel también fue producto de que hubo compañeras que venían adquiriendo una experiencia de antes, que benefició a todas. Yo cuando llegué lo único que hacía era dormir. Me acuerdo de las compañeras que me animaban. Cuando salías de esos lugares quedabas muy mal. Yo siempre agradezco esa organización dentro de la cárcel. Eso nos permitió después sobrevivir de otra manera. Personalmente siento que la cárcel fue un aporte, más allá de los días. Esos lazos que había entre nosotras eran impresionantes. No sé qué hubiéramos hecho, porque ellos trataban de aniquilarte de mil maneras. Y bastante después, se empieza a hablar de presas políticas. Porque ni siquiera nos consideraban presas políticas: éramos subversivas, terroristas. O sea, era muy difícil. O incluso para la familia fue muy duro.

Aún hoy me sigo encontrando con gente que me conoce de esa época, de mi barrio, que decía: "Pero no puede ser que esté presa". Porque la asociación que hacían era 'por algo está presa". Y en un barrio popular, hasta en mi caso pensaban que era por prostituta. Y yo lo he llegado a escuchar y me lo llegaron a decir. Para la familia fue durísimo. 

 

-¿Cuántas vidas viviste?

-Una vez una compañera muy joven, cerca del 24 de marzo me escucha hablar, cuando fuimos pudiendo sacar algo, y me pregunta: "Fátima, ¿vos cuántos años tenés?". Sí, son muchas vidas vividas.

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