Aturdidos por el disparate

Por Marcelo Chata García 

¿Cuáles son las condiciones materiales de producción de sentido?  Ese era el punto de partida de la Semiosis Social de Eliseo Verón, sobre el que han tenido que reflexionar cada estudiante de Comunicación.  ¿Qué hace posible sostener un 'el que las hace las paga', cuando se cometió una estafa a cielo abierto con las crypto?  ¿O acusar a periodistas de 'ensobrados' cuando se han divulgado los entretelones de reportajes pautados?  Y así tantos fragmentos que se reducen al 'dime de qué te jactas y te diré de qué careces'.

Entre las cosas que nos dejó Jorge Lanata, el concepto de 'grieta' instaló una imagen recurrente para pensar el escenario político.  Él lo comprendió bien tras el fracaso de Crítica de la Argentina: ni se podía hacer un periodismo independiente, sin la presión de empresas y de sectores políticos; ni tenía mucho futuro esa 'ancha avenida del medio'.  Había que producir para un lado de la grieta, y el que eligió le resultó rentable.  En una política polarizada, donde el público lo que quiere es ver validados sus propios prejuicios, poco importa la lógica o la evidencia, todo es retórica de indignación moral, identificación tribal y enfrentamiento.

Detrás de la polarización política están los intereses económicos, y la estrategia para resguardarlos es la confusión: desde la mismísima cúpula del Estado una usina busca aturdir e imponer sentido.  Para ello debe reducir al máximo las fuentes de discursos alternativos, o distorsionarlos socavando legitimidad, como a la prensa opositora, los dirigentes ajenos, o el sistema educativo.  Alcanza con mancharlos, embarrarlos, sumirlos bajo el manto de sospechas de las teorías del complot desde huestes financiadas en los medios y en las redes.

La polarización política no es algo propio de nuestro país.  Es una tendencia fogoneada desde ciertos sectores de poder y apuntalada en las limitaciones que se le han impuesto a la democracia para vehiculizar las aspiraciones de vida digna de grandes masas de población.  Limitaciones que son internas: dirigentes políticos con más promoción personal que logros de gestión.  Y externas, grupos económicos que minan la capacidad de acción de los Estados.  Hay resultados contradictorios: la Encuesta Mundial sobre Valores (Inglehart, et. al. 2022) muestra que la población apoya a la democracia, pero cada vez más se inclina por líderes mundiales con actitudes que pueden socavar sus fundamentos.

 'En contextos de conflicto intergrupal, presentar la información en un marco que no provoque ira puede ser despolarizante', sostiene el Informe de Desarrollo Humano 2023-2024.  Sin embargo, parece impracticable cuando la provocación proviene constantemente del discurso presidencial y su entorno, y los altavoces mediáticos esparcen su omnipresente estridencia.  Y está claro que de eso se trata.  Un detractor tan audaz del relativismo, como Karl Popper, no hubiera esperado que el liberalismo que tanto defendía se sostuviese sobre el más rancio de los solipsismos.  No es de extrañar que la discusión de ideas, en tiempos donde el aumento de la desigualdad, el cambio climático y la dinámica tecnológica exigen sensatez, sea casi imposible, porque ha quedado escindida de todo apego a la realidad en pos de retóricas bufonescas convincentes.

Es claro en este contexto, que los bajos estándares en comprensión lectora, sobre todo en argumentación, facilita la chicana por sobre el diálogo.  Cuando Elon Musk compró X sabía bien que lo que no enseña la escuela, lo impone el algoritmo.