Cacho Zaccardi, memoria y resurrección
Contratapa / (*)Por Augusto Ventimiglia
El 15 de noviembre de 1992, fue hallado asesinado el sacerdote popular José Lindor "Cacho" Zaccardi. Su cuerpo se encontraba atado, amordazado y con signos de tortura en la casa parroquial donde residía en Villa Soldati. Un año después la causa fue cerrada, dejando este crimen impune.
Cacho nació en el campo de Chivilcoy el 8 de diciembre de 1932. En 1953 ingresó al Seminario para vocaciones tardías de Nueve de Julio, continuando su recorrido en el Seminario Mayor Pío XII de Mercedes y el Seminario Mayor San José de La Plata. Fue ordenando sacerdote en 1960 en Chivilcoy, bajo el lema "Gracia, Paz y Alegría". Su formación fue mediada por profesores como Eduardo Pironio, asesor de la Juventud Obrera Católica (JOC) e impulsor de la teología de la liberación en Argentina, una corriente eclesial de proletarización del clero y el movimiento de la "nouvelle théologie" con referentes como Teilhard de Chardin, Hans Kung, Yves Congar, Jacques Maritain, Emmanuel Mounier y Michel Quoist. Las marcas de estas mediaciones pueden reconocerse en la concepción humanista y comunitarista cristiana de Cacho y sus principios éticos, cuya finalidad se orientaba hacia la promoción del laicado en el compromiso político y la búsqueda del Bien Común.
En 1969, Cacho fue nombrado párroco de San Isidro Labrador en la ciudad de Chacabuco. Eran tiempos de radicalización política en Nuestramérica y la Iglesia Católica acompañaba los signos de los tiempos desde el Concilio Vaticano II (1962 - 1965), la Conferencia Episcopal Latinoamericana (CELAM) de Medellín (1968), la asamblea de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) de San Miguel (1969), las encíclicas sociales del Papa Juan XXIII y la "Populorum Progressio" de Paulo VI (1967) que condenaba el colonialismo como "opresión" contra la dignidad humana y justificaba la "insurrección revolucionaria (...) en caso de tiranía evidente y prolongada, que atentase gravemente los derechos fundamentales de la persona y damnificase peligrosamente el bien común del país". El concepto de "pecado estructural", presente en Karl Marx, aportaba claves de lectura teológica a la cuestión social, asociándolo al capital como modo del pecado original heredado en el sistema capitalista en forma de relación social "a priori" de dominación. La teología de la liberación, desde su vertiente nacional y popular en la teología del Pueblo y de la cultura, hasta sus expresiones más radicalizadas como el ejemplo del sacerdote revolucionario colombiano Camilo Torres Restrepo, comprendía la salvación como praxis de liberación histórica y material. El ideal del Hombre Nuevo, presentado por San Pablo de Tarso y retomado por Ernesto "Che" Guevara, representaba la convergencia entre la teología cristiana y el marxismo, guiando la utopía del Reino de Dios o el socialismo, dos formas de una misma comunidad justa de iguales. En Argentina, la experiencia de "Cristianismo y Revolución", génesis de la organización Montoneros cuyo preludio fue el Comando Camilo Torres, y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM), representaron dos modelos paradigmáticos de esa época. El padre Cacho estableció vínculos con referentes del MSTM, como el padre Carlos Mugica, y con otros exponentes del cristianismo de la liberación, como los sacerdotes palotinos Alfredo Leaden y Alfredo Kelly, y el obispo del Neuquén, Mons. "Don" Jaime de Neváres SDB.
En Chacabuco, Cacho también organizó a las y los jóvenes en el Grupo Juvenil Parroquial "San Isidro Labrador", con actividades de formación, celebración, misión y, sobre todo, una práctica concreta de servicio en los barrios más humildes, porque el Pueblo era el "lugar teológico" y "la opción por los pobres" orientaba la pastoral. El Grupo Juvenil Parroquial significó una "pedagogía del Oprimido", en términos freireanos, para estas y estos jóvenes: un espacio de toma de conciencia de las desigualdades sociales y de responsabilidad ética frente al prójimo. Animado por Cacho junto a los padres Carlos "Carlitos" Daireaux y Rodolfo Correa, el Grupo Juvenil Parroquial fue semillero de militantes políticos, entre quienes se encontraban María del Carmen Pregal, Roberto "Batata" Carnaghi, José "Pepe" Cassino y Liliana Ross.
En marzo de 1977, cuando la dictadura cumplía un año implementando el terrorismo de Estado en nuestro país, Cacho fue detenido en la comisaría de Chacabuco. Mi abuelo Isidro Ventimiglia, muy amigo suyo, y el padre Correa, se acercaron para averiguar las condiciones de detención de Cacho y reclamar por su liberación. "Váyanse, cállense la boca y no vuelvan más si no quieren tener problemas", fue la amenaza de los policías. Cacho fue liberado bajo condición de abandonar Chacabuco y suspender toda actividad política y pastoral. El 26 de marzo de 1977, Cacho se despidió de la comunidad de Chacabuco. Durante los primeros años de la dictadura se dedicó a tareas administrativas en la Curia de la diócesis y luego al estudio y la docencia en el Seminario Mayor de La Plata, protegido por el obispo de Mercedes Mons. Luis Juan Tomé.
El año pasado pude constatar que Cacho estaba "fichado" por la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA) en el tiempo de su paso por Chacabuco, y las actividades del Grupo Juvenil Parroquial se encontraban bajo vigilancia. Carmen Pregal, Batata Carnaghi, Pepe Cassino y Liliana Ross, fueron secuestradas y secuestrados por la dictadura, formando parte de las y los 30.000 desaparecidas y desaparecidos junto a Haroldo Conti, Jorge "Tati" Dimattía, Eduardo "Mocho" Cagnola y Marta Claverie, también chacabuquenses.
En 1981, Familiares de las víctimas chacabuquenses del terrorismo de Estado repartieron en el espacio público un volante que interpelaba a la comunidad: "Chacabuco ¿Dónde están tus hijos detenidos desaparecidos?" Un transeúnte recibió el folleto de manos de Ana María Pregal y le respondió "preguntale a Zaccardi dónde está tu hermana".
Cacho atravesó la dictadura pero los poderes fácticos de este país, aquellos poderes reales que permanecen por sobre las formas de gobierno, "se la tenían jurada". En 1992, contexto de impunidad judicial, "maldita policía", menemismo en el gobierno y connivencia de la cúpula conservadora de la Iglesia Católica con la política, Cacho fue torturado y asesinado. Se hizo carne la Palabra: "Despreciado y tenido como la basura de los hombres, hombre de dolores y familiarizado con el sufrimiento, semejante a aquellos a los que se les vuelve la cara. Fue maltratado y él se humilló y no dijo nada, fue llevado cual cordero al matadero, como una oveja que permanece muda cuando la esquilan. Fue arrancado del mundo de los vivos, y herido de muerte por los crímenes de su pueblo" (Is 53, 3. 7-8).
Vivió el Evangelio hasta el martirio, que significa testimonio. "Es preferible morir con los pies embarrados, que sentado en una silla limpito", cuenta mi abuela Marta que Cacho solía repetir. Así dió sentido a su muerte y a su vida.
A 33 años de impunidad, es en la memoria donde Cacho se hace ¡presente! ¡ahora y siempre! Es decir, resucita. Toda acción litúrgica implica memorial, "hay un acontecimiento que se recuerda, pero hay una realidad presente y hay una promesa futura. La palabra liturgia significa servicio", en palabras del mismo Cacho.
En las obras que dejó en los barrios periféricos de Junín y Luján, en el Centro Educativo Complementario que fundó en Chacabuco, en su anuncio de la Buena Nueva con el ejemplo de una práctica del poder basada en la "diaconía", el servicio. Allí, Cacho está vivo.
Cacho resucita en la memoria. En la ética coherente de Carmen que le dolía la ostentación de un tapadito de abrigo cuando otras y otros pasaban frío; en la certeza de que "estamos en este mundo para hacer algo por los demás" expresada por Batata; en el gesto de Pepe durante su cautiverio al darle sus zapatos a un compañero al que iban a liberar; en la indicación de Liliana a sus amigas cuando poetizaban la lluvia y ella les recordaba el padecimiento de los hogares más humildes; en la mención como personaje de un cuento de Haroldo que lo incluye entre las escenas de la vida cotidiana de una época chacabuquense.
Cacho está presente, ahora y siempre que las palabras se unan a los hechos "para anunciar la presencia de Dios en la historia... alborada de un hombre nuevo y un mundo nuevo", como él profetizó.
(*)Integrante de la Comisión Memoria y Justicia Chacabuco.
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