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Camión de frente

08/01/2024
Camión de frente

CONTRATAPA / Por Manuel Barrientos

 

Yo tengo tantas hermanas y hermanos que no los puedo contar. Tantos que, a medida que fuimos creciendo, dejamos de entrar en un solo auto. Ahí aparecieron, entonces, el tío Agustín y la tía Alicia al rescate para permitirnos algún que otro viaje con su coche como refuerzo.

La tía Alicia me retiene las manos con las suyas cada vez que la visito, algo que debería hacer con más frecuencia, pero que muchas veces los trajines de la vida moderna y otras obligaciones familiares no me permiten realizar. La tía siempre sirve mate en un cacharro de chapa, que debe tener como unos cincuenta años, porque hasta me animaría a pensar que proviene de algún tiempo que antecede incluso a su nacimiento. Y ella convida mate en ese cacharro que demanda poca yerba y ceba dos o tres pavas por tarde, porque el tiempo parece suspenderse o directamente volver atrás. 

Matecitos, tomamos unos matecitos, dice la tía, que ni bien te recibe ya está yendo a calentar el agua. Ella no usa esos termos modernos, esos que prometen conservar la temperatura del agua aunque uno cruce el Himalaya o el Aconcagua de rodillas. No: ella mantiene la costumbre de cebar con la misma pava con la que calienta el agua, porque tampoco es cuestión de andar usando esos artefactos eléctricos que nunca terminan de encontrarle el punto justo al agua. 

La tía va dando mates como quien reparte barajas, aunque a veces detiene por unos segundos la cebada y recubre el cacharro con sus manos, y ese conjunto de cacharro y manos se va entibiando mutuamente a medida que pasa la tarde (o que no pasa). 

Con las manos entibiadas por el cacharro y por la pava, la tía retiene las mías y pide que repasemos siempre las mismas anécdotas, como quien mira un álbum de fotos que ha congelado distintos momentos de la vida. Se suceden así la historia del enano de jardín robado del patio del fondo y pintado con la camiseta de Boca, relatos de sus hermanas y hermanos (que son más aún que los míos, así que ella tampoco los puede contar), de la tienda que atendía en una avenida del centro de la ciudad o de la metalúrgica FAMET.

Entre esas tantas anécdotas, que se van repartiendo como las barajas o como los mates, la tía siempre pide volver a la historia de aquella vez que fuimos de vacaciones a Córdoba o a San Luis, y yo, como era uno de los hermanos más grandes, viajé en el auto con ellos, y el tío estaba cansado de manejar durante la noche y estaba amaneciendo y la tía tomó las riendas, o el volante del auto, para ser más precisos, y puso el pie en el acelerador y le entró a dar y dar, cruzando pueblos polvorientos a velocidad de turismo carretera, y llegamos a Río Cuarto, y era tal la vorágine que doblamos y nos metimos por una avenida principal, una circunvalación, algo realmente importante y de mucho tránsito, y fue ahí, entonces, cuando doblamos, que nos encontramos con un camión de frente. Uno de esos grandes, de esos que mirás para arriba, sobre todo cuando los tenés de frente, y te parece que un rascacielos se te viniera encima o que te hubieras encontrado al mismísimo iceberg del Titanic en una avenida cordobesa. Y los tres conectamos nuestras almas en ese autito, rogamos por nuestras vidas, tal vez alguno de nosotros hasta metió un padrenuestroqueestásenloscielos y la tía dobló en U a todo pique y a los pocos segundos ya estábamos fuera de esa ciudad tan mal señalizada, mientras el compañero camionero seguramente dudaba de haberse cruzado con un auto fantasmal.

Ustedes me indicaron mal, dice la tía ahora, en esta tarde, y se ríe, acusándonos al tío y a mí de haber puesto en juego nuestras vidas. La tía dice eso mientras retiene mis manos con las suyas, tal vez quiere retener el tiempo, suspenderlo, o volverlo directamente atrás. Y yo tengo la certeza de que, cuando se me venga otra vez un camión de frente allí estará la tía, con esas manos tibias, diciéndome que pegue el volantazo, que doble en U, para zafar de esa situación, y escapar hasta no ser más que un recuerdo extrañado para un camionero que creyó ver un auto fantasmal en una mañana de verano.

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