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Ciencias Sociales y polarización

24/11/2025
Ciencias Sociales y polarización

CONTRATAPA Por Marcelo Chata García

La polarización se ha instalado como una preocupación importante en las Ciencias Sociales.  Pareciera que estuvo allí siempre, pero si nos remontamos a la última década del siglo pasado, el tema, entonces, era el discurso único. Centro derecha o centro izquierda no diferían en su discurso, prácticas y propuestas.  El surgimiento de la tercera vía con Tony Blair y Bill Clinton fue más de lo mismo.  Sin embargo, los fracasos del neoliberalismo y la crisis financiera del 2008 marcaron un cambio de estrategia de poder, y las nuevas tecnologías de la comunicación ya estaban maduras para sostenerlo.  No se trata de diferencias de perspectiva, incluso profundas, que dan vida a la discusión política, sino de reducir todas las diferencias a cuestiones de una identidad estrecha o única.  Una polarización afectiva, más que racional, se convirtió en una poderosa herramienta para influenciar sobre la población.

Al finalizar la Segunda Guerra, las democracias avanzadas comprendieron el lugar que había tenido la propaganda Nazi para conseguir el apoyo de millones de alemanes al régimen de Hitler.  El Ministerio del Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, a cargo de Goebbels, se basó en dos supuestos sumamente eficaces: la 'verdad' queda supeditada a las necesidades ideológicas, y se debe direccionar las pasiones negativas de la gente -el odio, la indignación, la frustración- hacia ciertos sujetos sociales -judíos, comunistas, migrantes, homosexuales, negros, etc. Por eso, durante la segunda parte del siglo XX los medios de comunicación tuvieron fuertes regulaciones y los medios públicos eran los protagonistas de la información.  

Claro que había una construcción de agenda, un recorte informativo y un lenguaje sobre los hechos que favorecían ciertas formas de comprender la realidad, pero todos manejaban más o menos la misma información.  La presión por ser imparciales y precisos era tan grande que esos informativos hoy nos aburrirían tremendamente.  Hubo excepciones, como las revistas; por ejemplo, las campañas que hacía Primera Plana contra Ilia para preparar el golpe de Estado del '66.

El neoliberalismo, en los '80, trajo la desregulación, la privatización de los medios y la expansión del cable.  Los noticieros se volvieron más espectaculares, asumieron rasgos de los programas de entretenimiento y los presentadores de noticias empezaron a mostrar las mismas pasiones que buscaban despertar en sus audiencias.  Con el tiempo, se hicieron omnipresentes, con canales que trasmiten programas periodísticos las 24 horas.  Una noticia que sirve a ciertos intereses pasa a ser exprimida durante todo el día hasta que surja otra con renovada fuerza.

Las redes sociales abrieron nuevas posibilidades.  Los estudios de la economía del comportamiento reconocieron lo que llaman 'sesgo de confirmación'.  Las personas no se apropian de la información de manera racional, sino guiados por formas de pensar previas; así rechazan o pasan por alto los datos de la realidad que los contradicen y aceptan acríticamente aquellos mensajes que refuerzan sus posturas.  En las redes sociales, ese mismo funcionamiento cognitivo lo realizan -por nosotros- los algoritmos, que reconocen por nuestras interacciones (las noticias en las que nos detenemos, las publicaciones a las que reaccionamos, los comentarios que realizamos, los memes que compartimos) aquellas publicaciones que deben filtrarnos o mostrarnos.

Aún así, para dividir la sociedad en identidades irreconciliables, se necesita desprestigiar las instituciones que servían para dirimir polémicas o marcar los límites de la discusión: la educación, la justicia y la ciencia.  Fue preciso bajarlas al barro, intervenirlas, embestirlas de relativismo, desfinanciarlas, hacerlas sospechosas ante una población que desconoce las reglas internas que utilizan para arribar a sus conclusiones.  Las más afectadas fueron las humanidades, pero las Ciencias Naturales también han sido puestas en cuestión por sus advertencias sobre el cambio climático.  Cada vez más, las Ciencias Sociales no parecen destinadas a escribir para su tiempo, sino explicarlo a generaciones futuras, con la esperanza de un nuevo despertar.

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