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Cuando Chacabuco rindió homenaje a un rey asesinado

27/03/2024
Cuando Chacabuco rindió homenaje a un rey asesinado

Los varios centenares de italianos que llegaron a Chacabuco hacia finales del siglo XIX mantenían, naturalmente, sólidos lazos de unión con su patria, y nada de lo que pasaba en ella les era indiferente. Así que el asesinato del rey Humberto I de Saboya a manos de un anarquista, el 29 de julio de 1900, provocó en el joven pueblo muestras de enorme pesar.

Pocos días después del luctuoso hecho, el Consejo Directivo de la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos de Chacabuco decidió, en señal de duelo, cancelar todas las reuniones sociales programadas y remitir un telegrama de condolencias al embajador italiano en Buenos Aires. También se dispuso extender el luto durante los meses de agosto, septiembre y octubre.

Eso no fue todo. El 14 de agosto, dos semanas después del asesinato, el pueblo de Chacabuco fue testigo de unas impresionantes ceremonias fúnebres en honor al difunto rey, en consonancia con lo que ocurría en esos días en la península itálica.

'Chacabuco, siempre muy bien preparado para las nobles causas, ha concurrido en su mayoría social', reseñaba una crónica periodística del homenaje, en la cual se estimaba que unas 4.000 personas habían participado en la manifestación.

Cuenta el profesor Oscar Melli que las ceremonias fúnebres de ese día comenzaron a las diez de la mañana, con un oficio religioso celebrado en la iglesia San Isidro Labrador. Por la tarde, a las 14.00, una gran columna cívica salió de la sede de la Sociedad Italiana en dirección a la iglesia, y luego de rodear la plaza principal y transitar por algunas calles céntricas, regresó al punto de partida.

La manifestación era encabezada por una carroza fúnebre arrastrada por cuatro caballos negros. La carroza contenía un ataúd en cuyo interior, sobre un cojín, descansaban un yelmo -que era una armadura que protegía la cabeza y el rostro- y una espada. También se podía ver una bandera y un escudo italianos, ambos atravesados por una cinta negra, en señal de luto.

La guardia de honor del cortejo estaba encabezada por el comisionado municipal, Edmundo Perkins; el comisionado escolar, Francisco Oliden; el juez de Paz, don Ciriaco Cano; el comandante militar, Anacleto Domínguez, y el escribano Andrés de Vera, jefe del Registro Civil. Asimismo, integraban la columna el presidente de la comisión organizadora, Andrés Casale, de la Sociedad Italiana, y representantes de las colectividades francesa y española.

Además, el carro fúnebre, del que pendían coronas y crespones, estaba rodeado por una fila de niñas de escuelas, que avanzaban tomadas de las manos.

Relata la crónica periodística que detrás de la guardia de honor y las alumnas marchaban un piquete policial y bandas de música, y, en una columna de cuatro hileras, venían 'las bellezas chacabuquenses vestidas de riguroso luto'. Se menciona entre ellas a las señoras de Marino, Ferretti, Casale, Stropeni, Fiori, Caloni, Rizzi, Capellano y Porretti, y a las señoritas Bianchi, Secondo, Balestrini, Furattini, Genovese, Carnelli, Martegani y Lusardi. Más atrás venían los funcionarios y empleados públicos y 'una inmensa masa de pueblo'.

Llegados al Teatro Italiano, el féretro fue colocado al pie de un monumento en el que se había colocado un busto del rey. A intervalos regulares, las bandas musicales, dirigidas por los maestros Biletti y Carosella, ejecutaban partituras adaptadas al carácter solemne de la ceremonia.

El nombre del monarca quedó a comienzos del año siguiente presente en Chacabuco a través de la imposición de su nombre a una calle del pueblo. Ello ocurrió por iniciativa del consejero Luis Lusardi, que presentó la propuesta en la Municipalidad.

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