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Cuando el cuidado se vuelve abuso: una mirada al Síndrome de Munchausen

26/10/2025
Cuando el cuidado se vuelve abuso: una mirada al Síndrome de Munchausen

Por Mariano Rato

En los últimos años el cine y las plataformas de streaming se animaron a mostrar historias que parecen de suspenso pero que reflejan una realidad inquietante. Películas de gran repercusión y documentales recientes abordan un tema poco conocido y profundamente perturbador: cuando el amor y el cuidado se transforman en control y daño. Sin revelar sus desenlaces, estas producciones describen vínculos en los que una madre, que en apariencia es protectora y dedicada, termina generando situaciones de sufrimiento para su propio hijo. Lo que allí se representa no es simplemente una mala decisión o un exceso de celo, sino un fenómeno que la ciencia conoce desde hace décadas y que hoy se clasifica como Trastorno Facticio Impuesto a Otro, popularmente llamado Síndrome de Munchausen por poder.

El nombre puede sonar extraño. Proviene de un barón alemán del siglo XVIII, famoso por contar historias fantásticas y falsas, y fue adoptado en la década de 1970 por médicos británicos que describieron a personas que inventaban enfermedades en sí mismas para recibir atención. Cuando el engaño se ejerce sobre otra persona, especialmente un hijo, se le añadió la expresión 'por poder'. En términos simples, se trata de un cuidador que fabrica o provoca síntomas en quien depende de él para mantenerlo bajo su control y obtener atención o reconocimiento.

A diferencia de otras conductas, aquí no hay búsqueda de dinero ni herencias. La 'ganancia' es emocional: la persona logra admiración, compasión y una sensación de importancia difícil de abandonar. Puede fingir que el niño tiene fiebre, exagerar dolencias, manipular análisis e incluso provocar síntomas reales. El resultado es una relación de dependencia absoluta en la que la víctima, muchas veces, no alcanza a comprender lo que está ocurriendo. Quien padece el trastorno suele presentarse ante médicos y familiares como alguien amable, informado y abnegado, lo que vuelve muy difícil su detección. Y, en la mayoría de los casos, no reconoce su conducta como dañina.

El Trastorno Facticio Impuesto a Otro es una forma de abuso infantil grave. El menor sufre física y psicológicamente, y los profesionales de la salud pueden quedar atrapados en la manipulación. El tratamiento comienza siempre por proteger a la víctima y asegurar su bienestar físico y emocional. Luego se necesita intervención judicial y una terapia prolongada para la persona que ejerce el abuso, que casi siempre llega a la consulta por orden de un juez y no por iniciativa propia. La recuperación es lenta y requiere un abordaje interdisciplinario, con seguimiento médico y psicológico durante largo tiempo.

Aunque estas historias extremas parezcan ajenas, nos invitan a reflexionar sobre nuestras propias formas de cuidado. ¿Qué sucede cuando la sobreprotección limita la autonomía de los hijos? ¿Hasta dónde es válido revisar sus mensajes, controlar cada movimiento o decidir por ellos? ¿Cuándo la preocupación se convierte en vigilancia y la compañía en encierro? No se trata de sembrar sospechas, sino de abrir una conversación sobre los límites entre proteger y poseer, sobre el delicado equilibrio entre acompañar y controlar.

Las películas y documentales que abordan este tema, aun sin conocer sus finales, cumplen un papel fundamental: recuerdan que el amor sano implica acompañar el crecimiento, no impedirlo. Hablar de este trastorno no es solo una cuestión médica, también es una invitación a revisar cómo construimos nuestros vínculos. Porque cuidar no significa controlar, y amar es también soltar. Más allá de las pantallas, el verdadero desafío de cualquier relación —sea de padres e hijos, de pareja o de amistad— es ofrecer un amor que libere, no un amor que encadene.

*Psicólogo Clínico Cognitivo
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