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Cuando la suerte pasó por Chacabuco y Roberto Alvarez estaba ahí

31/12/2023
Cuando la suerte pasó por Chacabuco y Roberto Alvarez estaba ahí

El querido bandoneonista, compositor y director Roberto Alvarez, que nos dejó en marzo pasado, solía contar que fue la suerte la que lo vinculó al tango y a Osvaldo Pugliese, y él estaba justo en el momento y el lugar indicados. Quienes lo conocieron cuentan que no decía eso por falsa modestia, sino que era la pura verdad, aunque a la suerte había que sumarle sus talentos como músico, que no eran pocos.

El caso es que a Alvarez se le dio la oportunidad de ingresar a la orquesta de Pugliese casi por casualidad. Él mismo lo contaba así:

'Me reconcilié con el tango porque la suerte pasó por Chacabuco y yo justo estaba allí. En mi pueblo tenía un grupo de cumbia con el que tocaba algunos fines de semana. Antes de eso, hacía tango, pero me había cansado de que casi nadie le diese bola. Mi corazón seguía el dos por cuatro y por sobre todo a la orquesta de Pugliese. 

'Con mi señora éramos hinchas del Maestro. 'La mariposa' era nuestro tema preferido y de alguna manera el símbolo musical que identificaba a nuestra pareja. En el año 1978 Pugliese viajó con sus músicos a Chacabuco y fui a escucharlo. Era tan malo el sonido que en el intervalo me quise rajar, pero como mi esposa insistió tanto en que nos quedáramos a escuchar 'La mariposa', no nos fuimos.

'En un descanso de la orquesta, un muchacho del pueblo me dijo que como Penón (bandoneonista de la orquesta) se había enterado de que yo tocaba el bandoneón, me quería conocer. Me daba calor ir a verlo, pero mi mujer me alentó a que fuera. Me acerqué con mucho miedo a Arturo, quien amablemente me explicó que estaban buscando un bandoneonista y me invitó a viajar a Buenos Aires para dar una prueba en Michelángelo', contaba Roberto.

 

El relato continuaba: 'A la semana me presenté y me topé con varios de los músicos de Pugliese, que me ayudaron a disimular el susto que traía conmigo. Cuando vi al Maestro, que estaba jugando al truco, le comenté el motivo de mi presencia y con cara de desconcierto me dijo: 'Yo no sé nada, no hablé con nadie en Chacabuco, pero bueno, ya que vino, toque'. Ahí nomás pelé el bandoneón e hice 'Los mareados' y algo de Piazzolla. Apenas terminé me dispuse a guardar de inmediato el fueye y volverme para mi pueblo, pero Pugliese me dijo: 'Espere un poquito, ahora tóquese un tango de rompe y raja, lo que usted quiera'. Yo ya estaba satisfecho y quería volar, encima hacía como dos años que andaba con la cumbia y no agarraba el bandoneón, pero por suerte se me ocurrió hacer 'El pollo Ricardo', que creo fue el tema que le gustó a don Osvaldo.

'Le dejé mis datos personales y el Maestro me dijo: 'Cualquier cosa lo llamamos'. Por supuesto, nunca pensé que lo iban a hacer, pero no me importaba, ya había tocado el cielo con las manos. Encima, cuando me estaba yendo Osvaldo me preguntó si sabía jugar al truco y como le dije que sí, me sentó a su mesa y ahí nomás empezó a repartir las cartas.

'No podía creer lo que estaba sucediendo. Todos jugaban con naturalidad, pero a mí me seguían temblando las manos, hasta que, de pronto, abrí las barajas y me encontré con que tenía 33 de mano. El Maestro cantó envido. '¡Real envido!', dije. El viejo miró un poquito y echó la falta envido. Yo volví a revisar de nuevo mis cartas, no cabía duda de que le ganaba. Le dije: 'No, no quiero'. Lo admiraba tanto que no podía permitirme ganarle ni siquiera a los naipes'. A la semana del truco me llamaron de Buenos Aires para que me incorporara a la orquesta. No sabía si alegrarme o ponerme a llorar'.

Así, luego de aquella noche de suerte en Chacabuco y de la partida de truco, comenzó una historia que lo tuvo a Roberto Alvarez durante once años siendo parte de la orquesta de don Osvaldo Pugliese. Pero esa será otra historia.

 

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