De la mente de tiburón al abrazo colectivo

NOTA DE OPINIÓN / Por Susana Manzi
Este fin de semana viajé a Buenos Aires para ver a mi hijo en una obra de teatro de improvisación. Era un teatro chico, de esos en los que uno siente el calor humano en cada rincón, donde el escenario se confunde con las butacas y la cercanía invita a la emoción. Allí, un grupo de veinte jóvenes se lanzaban a crear historias en vivo, a arriesgarse, a equivocarse y volver a empezar. Todo sostenido en una sola premisa: nadie brilla solo, nadie se salva solo.
En un momento, el director de la obra dijo algo que me quedó grabado: 'Es mucho más lindo caminar juntos, trabajar unidos'. Y no pude evitar pensar en la sociedad en la que vivimos, donde la palabra que más se repite parece ser 'meritocracia', como si la vida fuese apenas una competencia individual y no un entramado de lazos compartidos. En las redes sociales, tantos jóvenes se pierden en la tentación de los casinos online, las apuestas, las estafas piramidales: espejismos de éxito rápido que en realidad los aíslan y los dejan más solos que nunca.
Frente a ese panorama, estar sentada en una platea mirando cómo un grupo de veinte chicos y chicas se entregaban a un juego colectivo, riendo, abrazándose y sosteniéndose en cada improvisación, fue como respirar un aire nuevo. Como recordar que la verdadera riqueza no está en ganar solo, sino en construir algo en común.
Volví a Chacabuco con el corazón lleno. Porque sé que lo que vi en ese pequeño teatro no es una utopía: es una posibilidad. Está ahí, latiendo en cada experiencia que nos recuerda que vivir es compartir, que crear es abrirse al otro. Y sobre todo me confirma una certeza: ninguna sociedad se construye sobre el individualismo extremo, sino sobre la solidaridad, la comunidad y la responsabilidad compartida.
En ese sentido, el arte nacional juega un rol insustituible. El teatro independiente, la música popular, la literatura que nace en nuestras provincias, las danzas que cuentan nuestra historia: son mucho más que expresiones culturales. Cuando se fomenta el arte, no solo se sostiene a los artistas: se sostiene una trama social que nos recuerda quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.
En tiempos donde se glorifica la competencia y se castiga la fragilidad, es urgente apostar a lo colectivo y también defender y promover las artes nacionales como herramientas de unión, de identidad y de futuro. Porque lo que nos salva no es la carrera solitaria hacia el éxito personal, sino la capacidad de tender puentes, de abrazarnos, de sostenernos. Y porque, aunque quieran convencernos de lo contrario, no hay futuro posible si no lo caminamos juntos, con la cultura y el arte como guías en ese camino compartido.
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