Derecho a pensar

Por Juliana Chacón
En 'Pensar, derecho de todos', Conferencia inaugural del 30° Foro por el Fomento del Libro y la Lectura, de la Fundación Mempo Giardinelli, la imperdible y lúcida escritora cordobesa María Teresa Andruetto cita al médico Carlos Presman, quien, en un programa de radio, imagina, predice o informa la siguiente situación:
'Una persona se despierta de madrugada, le duele la garganta, consulta al chat GPT. El chat le pide que abra la boca, se saque una foto con el celular. Le dice que tiene una angina estreptocócica, que tome tal o cual medicamento y hasta puede que le mande la receta. Para esa misma patología, esa persona tiene que pedir turno en un servicio hospitalario, trasladarse, esperar dos o tres horas para que el médico le diga algo similar y lo despache en unos minutos. La IA, dice, va a transformar la práctica de los seres humanos en general. Está muy claro todo lo que brinda pero no lo que nos quita'.
Andruetto refiere también las palabras de Presman, cuando dice:
'En una investigación reciente se armaron tres grupos de personas. A un grupo le pidieron que redactara una historia con inteligencia artificial. A otro consultando en Google u otras plataformas de internet. Y a un tercer grupo que redactara una historia a mano y en papel. Después les hicieron preguntas. Los del primer grupo habían olvidado el 80% del texto producido, los del segundo grupo el 20% y los del tercer grupo se acordaban de todo. Mientras les hacían un electroencefalograma de alta densidad. Los que habían escrito a mano y en papel utilizaban todo el cerebro, los que habían hecho el texto con IA usaban sólo una parte'. Y agrega: 'Se llama sedentarismo cognitivo cuando alguien lo hace por mí, cuando yo delego pensar y le cedo esa potencialidad a la IA. Se van a venir gimnasios de la cabeza', dice el doctor Presman. 'En el cotidiano vamos a utilizar la IA pero vamos a tener que ir a gimnasios cerebrales para no perder la capacidad de pensar, la función cognitiva que nos hace humanos.'
Estamos hipnotizados por los avances tecnológicos. Hace días escucho entrevistas a biólogos especializados en la memoria y a biotecnólogos. Me aterran y me maravillan la clonación de caballos y otros animales, la posibilidad de impedir enfermedades como la espina bífida, dar nacimiento a embriones en laboratorios, guardar los mejores genes de una especie, reescribir genes. Esos y tantos más que me sería imposible poner en palabras porque nada sé de ciencias biológicas.
Hace unos meses atrás les pedí a mis alumnos que se dividieran en grupos para investigar algunas cuestiones vinculadas con el autor argentino que estábamos leyendo. Una de ellas era la Revolución Cubana. Claro, necesitaban comprender el contexto de producción del escritor. Por supuesto, usaron sus celulares. Todos lo hacemos cuando se trata de investigar y no contamos con una computadora. Es cierto que casi nadie va ya a una biblioteca a hacerlo, pese a contar con la ayuda de la bibliotecaria que nos 'linkea' los libros donde podríamos encontrar algo. El uso torpe de las búsquedas en internet nos puede llevar a decir, repetir y propagar datos sin consistencia, sin ningún tipo de veracidad científica. A todos nos puede pasar. A mis alumnos también. Con confianza ciega, casi religiosa, consultaron al chat GPT. La Revolución Cubana era, según la aplicación, una dictadura al mando de Fidel Castro. ¿De dónde saca este tipo de información el chat GPT?, les pregunté, ¿Quién está detrás de él? Claramente, los chicos no se lo habían preguntado. Entonces tuve que hacer una especie de sondeo y preguntarles si sabían quién había inventado esta herramienta. Sam Altman, dice el buscador de Google, es el norteamericano que creó el chat GPT. ¿Contra quién se levantó el pueblo cubano? Contra EEUU. ¡Bingo! Sería como preguntarles a los españoles qué fue la Revolución de Mayo.
En el mismo tren de cosas, le pedí a otro grupo de alumnos que pensaran tres temas de interés, tres cosas que a ellos realmente les interesaran, tres cosas sobre las que ya sabían o sobre las que querían saber. La consigna consistía en investigar, producir un texto breve y dar una clase para el resto de sus compañeros. Por primera vez en años, los chicos enumeraron temas escolares y no de interés personal. La colonización española fue uno de ellos. ¿Realmente le interesaba a este alumno la colonización española?
Hace unos meses chateaba con una amiga acerca de su hija, una poeta adolescente con una potencia arrolladora. Le expresé mi sorpresa porque es raro encontrar a una piba que tenga esa potencia, que se incline con tanta seguridad hacia el arte. 'Es bueno que les guste algo, que quieran algo, que deseen algo', me dijo ella.
Ahora me pregunto si realmente estamos potenciando a los chicos, si estamos dándoles herramientas para pensar, si no los limitamos a nuestros intereses, si no los metemos en la jaula del celular.
Afirma Andruetto: 'El que no se hace preguntas no puede pensar. Si pensamos, podemos equivocarnos. Por eso podemos inventar porque quien no se puede equivocar tampoco puede crear'. Y suma las palabras de Emilio Lledó: 'Si tuviera que diagnosticar una enfermedad de nuestro tiempo diría que es la ignorancia, la poca reflexión y el descuido del lenguaje, pero sobre todo la ignorancia y lo atrevida que es. La ignorancia es una desgracia, como lo es la indecencia. El problema es que el indecente y el ignorante muchas veces nos gobiernan'.
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