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El día en que la Justicia frenó el abuso del crédito en cuotas

04/11/2025
El día en que la Justicia frenó el abuso del crédito en cuotas

Por la doctora Susana Manzi

Durante años, una entidad financiera cobró una comisión extra a quienes financiaban el resumen de su tarjeta. Un fallo reciente ordenó devolver ese dinero y dejó un mensaje claro: cuando el abuso se disfraza de servicio, el derecho debe ser la trinchera del ciudadano.

Te endeudás porque no te alcanza. Financiás el resumen de la tarjeta porque el sueldo no llega. Y cuando pensás que al menos el banco te da una mano, te enterás de que también te cobraba por darte crédito… sobre tu propia deuda.

Eso pasó. Durante años, una entidad financiera aplicó una comisión a quienes pedían dividir el resumen en cuotas fijas. Lo llamaban un 'servicio', pero la Justicia descubrió que no había ningún servicio. No hacían un nuevo análisis crediticio, no daban una gestión extra. Simplemente cobraban más, porque podían.

El caso llegó hasta la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial —en la causa 'A.D.U.C.C. c/ S. B. S.A. s/ ordinario'— y terminó con una sentencia ejemplar: la devolución del dinero a todos los usuarios afectados. La Corte Suprema ya había marcado el camino, recordando que esas comisiones encubiertas aumentan los intereses y violan las normas del Banco Central.

¿Y qué significa esto, más allá de los tecnicismos? Que durante años, mientras vos peleabas para pagar la tarjeta, alguien en un escritorio decidió que podía sacar un poco más de tu esfuerzo. Que la desigualdad también se mide en centavos, en comisiones, en la letra chica que nadie explica.

Este fallo no solo devuelve dinero. Devuelve dignidad.

Porque no hay equilibrio posible cuando el sistema financiero juega siempre con las cartas marcadas.

Lo más grave es que estas prácticas no son excepciones: son parte de un modelo que se alimenta del endeudamiento cotidiano de la gente. Bancos que te ofrecen 'alivio' y te terminan hundiendo un poco más. Y mientras tanto, el Estado mira de reojo, lento, burocrático, sin la decisión de poner un límite real.

Por eso este fallo vale más que una sentencia: es un mensaje político. Dice que el abuso tiene un límite. Que no todo se puede justificar con una fórmula contable. Que hay un punto donde la Justicia debe recordar que detrás de cada cliente hay una persona, una familia, una historia.

Y que cuando un banco se pasa de la raya, la ley también puede tener memoria.

Porque si el sistema te cobra por respirar, la Justicia tiene que ser el aire. Y este fallo, por fin, nos deja volver a hacerlo.

 

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