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El entusiasmo de editar

02/10/2025
El entusiasmo de editar

CONTRATAPA / Por Juliana Chacón

La voz susurrante nos convoca a escribir. Obedecemos. Sin saber casi por qué anotamos en una hoja cualquiera, en un ticket, en el revés de la factura, en el borde del diario, en el celular, en un cuaderno o una computadora. Ese borrador se edita, se vuelve a él cada tanto, al otro día y al otro, para dejar aparecer la voz, encontrar las herramientas que desmalezan el texto, hincar los dientes en él, desbordarlo, sesgarlo, tacharlo, hacer agregados o sustituciones, reestructurarlo. 

La pregunta es cómo pasar del borrador a la edición. Los caminos son múltiples: desde panfletos, que más tarde se distribuyen en ferias, plazas o en la calle, los fanzines fotocopiados, las autoediciones, digitalizaciones diversas, a las antologías o la edición de alguna editorial independiente.

Si contamos con la valentía de editar el panfleto y salir a la calle a repartirlo, sabemos que no hay retribución económica. Quizás algo a la gorra. Pero no compramos los libros que leemos previamente, antes de escribir, a la gorra ni tampoco asistimos a un taller o hacemos clínica a la gorra. Menos que menos vamos al supermercado con la gorra. Editar un panfleto por 'amor al arte' es sostener la afirmación de que escribir no es un trabajo. Lo mismo sucede con los fanzines fotocopiados, aunque estén más cerca de una retribución económica, siempre a muy bajo precio. De igual modo que con los panfletos, el escritor es generalmente el encargado del diseño, su distribución y por supuesto del costo.

Por otro lado, circulan las antologías de las que existen innumerables casos en los que no hubo curaduría y se sumaron un texto tras otro sin lógica más que la económica: los escritores que forman parte de ella pagaron por estar justamente ahí. De estas antologías, el escritor no cobra casi nunca y si lo hace, le entregan hasta diez ejemplares, por derechos de autor, que muchas veces no puede vender. Cortesía de la casa. Por otra parte, estos libros tampoco se distribuyen más allá de los círculos en los que se mueve este mismo grupo de escritores.

Otras veces, por el contrario, hay un cuidado superlativo en la conformación de un libro de AAVV (autores varios) y realmente los editores trabajan entusiasmados en la selección y el entramado que configuran los textos, no sólo pensados desde la temática, sino también desde la estética. En el mejor de los casos se cuida la edición, el gramaje del papel, la tipografía, el interlineado, los márgenes y, a su vez, la contratapa y la distribución. Muchos de estos editores retribuyen económicamente a los escritores porque entienden que existe el trabajo de escritor.

La autoedición, a veces impulsada por el desconocimiento del campo editorial o por la premura a ser editados, es otro camino. Cuenta sí con la voluntad, el esfuerzo y el dinero del mismo escritor que, acobardado por los caminos sinuosos de las editoriales o por la propuesta de sus catálogos, decide publicar su propio libro. Los riesgos son múltiples: se eligen imprentas de mala calidad, las hojas se desprenden de tal forma que el libro se lee literalmente hoja a hoja, el diseño peca de ingenuo al lado de otras ediciones realizadas por profesionales. Pero el escritor se queda con sus cien ejemplares. En la mayoría de los casos no recupera su inversión. Los amigos y familiares, a veces hasta otros escritores, quieren un ejemplar y él, que no ha nacido para los negocios pero sí para el arte, termina regalándolos. Pasarán probablemente años (o deudas) durante los cuales las cajas de ejemplares quedarán arrinconadas en algún lugar de la casa hasta que vuelva a editar. Esto en general. No siempre es así.

El asunto está en saber cómo se llega a una editorial, cómo se hace para ser publicado. Primero hay que analizar los catálogos. Pensar qué quieren editar. Leer algunas de sus publicaciones. Estudiarlas. Contactar a las adecuadas. No esperar la respuesta (son escasísimos los casos en que responden). Presentarse a concursos (un premio o un reconocimiento suma a la hora de mandar un mail). Estar atento a sus convocatorias. Esperar ser leídos. Esperar. Esperar. Esperar.

Quizás algún amigo o amiga escritora nos lea. Quizás hable con otros de lo que escribimos. Quizás un editor se entusiasme y quiera invertir su tiempo y su dinero en lo que hemos escrito. Quizás no nos cobre ni un peso por editarnos. Incluso puede que nos ofrezca pagarnos por los derechos de autor. En el mejor de los casos, la editorial tendrá una buena distribución y el libro llegará a los lectores que sí lo leerán y no al estante de la biblioteca de amigos y familiares que nunca lo harán o lo harán por obligación.

Como escritores podemos a su vez crear una editorial. Comprender el trabajo que implica, incorporar diseñadores y contactar imprentas que hagan un trabajo dedicado. Sería muy bueno contratar correctores editoriales. Pero quizás lo hagamos nosotros mismos porque no alcanza para todo. Pasaremos así a ser editores, quienes recibamos manuscritos, descartemos algunos y apostemos por otros. Nos entusiasmaremos. Nos frustraremos. Quizás debamos subir el precio de cada ejemplar porque el papel es importado, porque es carísimo editar en buena calidad, porque es dificilísimo distribuir. 

Hay que decirlo: no es fácil editar y menos aún vivir de eso, se esté del lado del que se esté: editor o escritor.

Es variadísima la oferta de editoriales independientes argentinas, sus propuestas, el compromiso de sus editores. Podemos encontrar la que nos sea propicia. Y también no publicar prematuramente, no estafar al lector, como dice Cortázar con otras palabras, sino hacerlo cuando nuestro texto esté listo para ser publicado. Después del trabajo sobre la propia escritura, de más y más trabajo, cuando el texto aparezca. A veces no se puede en soledad y buscamos a quien pueda colaborar en este proceso. A veces no, casi nunca. Nos es prácticamente imposible separarnos lo suficiente de lo escrito por nosotros mismos. Después de este proceso, recién ahí, es recomendable que busquemos a un editor.

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