El infierno tan temido

La economía argentina enfrenta un escenario desalentador, marcado por el silencio de la recesión que resuena en los bolsillos de las familias. Desde un estudio contable en Chacabuco hasta los análisis de economistas en Buenos Aires, el diagnóstico es el mismo: "No hay plata en la calle". La caída del consumo afecta a todos los sectores, incluso el de la alimentación, y la incertidumbre del sistema cambiario y las altísimas tasas de interés frenan cualquier intento de inversión. El escenario de 'estanflación' golpea el país, con una producción y consumo en caída libre mientras los precios siguen en alza. Los expertos advierten que la falta de un cambio estructural en el esquema monetario podría llevar a un colapso.
'Escuchá el silencio'. Con esa frase, un contador de Chacabuco describe a sus clientes la dura realidad que observa desde su estudio en el centro de la ciudad: el sonido de una recesión que resuena en los bolsillos de las familias. El panorama es desalentador: no hay un solo sector de la economía que muestre signos de vitalidad. "No hay plata", sentencia, un eco que se repite en cada rincón del país.
Incluso la alimentación, históricamente un sector resistente a las crisis, está sintiendo el golpe. Los autoservicios y despensas reportan una caída notable en el consumo. Ante este escenario, el contador aconseja a sus clientes que eviten endeudarse, tanto con proveedores como con la AFIP, mientras muchos ya se ven forzados a usar sus reservas de stock. La crisis no perdona a nadie, ni siquiera al campo, que tras años de sequía ahora enfrenta inundaciones. La rentabilidad se ha desplomado, afectando a propietarios, contratistas y transportistas por igual.
Mientras el dólar a $1500 no es la principal preocupación si el Ejecutivo logra mantenerlo estable en la próxima semana, el contador subraya un problema mayor: la incertidumbre generada por el sistema de bandas cambiarias. Aunque un dólar más alto podría beneficiar al agro, también eleva los costos de insumos, semillas y alquileres, que están dolarizados.
El único activo del Gobierno para llegar con chances a las elecciones del 26 de octubre es la inflación contenida, a costa de la recesión. Para mantener esa promesa, necesita controlar el tipo de cambio y evitar que las turbulencias se trasladen a los precios.
Otro factor que frena la economía son las tasas de interés, que se han disparado por encima del 60% en los bancos. Según explica el contador experimentado a Cuatro Palabras, "hoy no hay ningún negocio que te brinde una rentabilidad tan grande que te permita pagar esas tasas", lo que desincentiva por completo la toma de préstamos para inversión y crecimiento empresarial.
La amenaza de la estanflación
El economista y docente universitario Alejandro Barrios, de la UBA y la Universidad de Moreno, advierte que la situación es más grave de lo que parece. "Un dólar a 1500 sigue siendo barato", afirma, y explica que las proyecciones de los especialistas sitúan su valor real casi al doble. El Gobierno, en su intento por absorber pesos, ha subestimado la masa de plazos fijos de particulares que, al desarmarse, se dirigen directamente al dólar, ejerciendo una presión cambiaria imparable.
Barrios critica la comunicación oficial, que en lugar de calmar, ha exacerbado la inquietud de los tenedores de bonos en pesos. Ni siquiera las altas tasas de interés logran contener la demanda de divisas. La crisis de producción y consumo es evidente: 'No se vende nada', resume.
Ante la presión cambiaria, el Gobierno tiene dos opciones: limitar la cantidad de divisas, reinstalando el cepo, o recurrir a una devaluación drástica. Sin embargo, lo que se necesita es un cambio fundamental en el esquema monetario, que actualmente es insostenible.
En diálogo con este medio, Barrios descarta que los posibles préstamos del Tesoro de los Estados Unidos, a través de una relación entre Milei y Donald Trump, sean una solución real. 'El gran problema es que el Presidente y el Ministro de Economía solo consiguieron stock, pero nunca va a alcanzar si el flujo siempre es negativo', explica. Los dólares provenientes del superávit comercial, el blanqueo y el préstamo del FMI ya se han agotado. La salida de divisas por ahorro personal, viajes al exterior e importaciones 'puerta a puerta' a solo un click es un flujo incesante que ningún stock puede aguantar.
Esta presión cambiaria, aunque no se traslade automáticamente a los precios debido a la recesión, seguirá recalentando la inflación. El índice de precios mayorista, que ya subió un 3.1% en agosto, demuestra que el costo de los productos primarios locales está en alza. Este combo de caída en la actividad económica y aumento de la inflación lleva a un escenario de estanflación.
Para Barrios, la producción y el consumo seguirán cayendo en el último trimestre del año, mientras los precios subirán a mayor velocidad. Explica que la turbulencia continuará a menos que el Gobierno anuncie este lunes modificaciones significativas en su esquema cambiario. La pregunta que queda en el aire es si finalmente se escuchará el grito silencioso de una economía al borde del colapso.
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