El viejo almacén

Por Sonia Rubino
Chacabuco se fue abriendo camino y en ese trayecto fue dejando raíces. Retoños que se expanden para afirmar que debajo del suelo que hoy nos sostiene, hubo otras pisadas que nos traen hasta aquí.
Y para conocer algunas de esas huellas es que se escribe sola esta columna, las teclas toman vida propia y la tarde se llena de historias, derribando mitos, contando momentos que la memoria mantiene encofrados en pequeñas cajitas de música que al abrir, nos cuentan un cuento recordando una época que es y como siempre digo, pilar fundamental de nuestro presente y el futuro que se asoma.
Y para eso nos acercamos a un vecino que conoció y desde adentro a un tradicional almacén que casi orillando las vías fue testigo de un tiempo y al que luego heredó de sus padres.
Alberto Fa es nacido en Chacabuco hace algo más de 6 décadas y a los 6 años ya atendía el negocio de su papá.
¿Cómo se llamaba el almacén?
'Despensa Bernardo Fa, el nombre de mi padre'
¿Dónde estaba ubicada?
'En Bernardo de Irigoyen 289, a media cuadra de la estación de tren.'
¿Qué recordás de tu infancia en el contexto de un negocio creado y manejado por la familia?
'Yo veía todo el manejo de lo que era el negocio, la libreta que llevaban los vecinos para anotar las compras y pagar todo a fin de mes. Se vendía bien, siempre mucha gente, era una romería..
Se vendía todo suelto. Nosotros teníamos una estantería con cajones y en cada cajón había azúcar, yerba, fideo, arroz, cascarilla y todo aquello que te imagines para esa época. Las masitas que estaban en latas entre otras .
Se envolvía con papel de estraza, un papel gris y luego con los dedos se iba cerrando el paquete., algo así como un repulgue. No había bolsas.'
¿Era almacén o autoservicio?
'No había aún autoservicios, nosotros despachamos o sea que todo era alcanzado, se pesaba lo suelto y además se vendía variedad de fiambres que estaban colgados, no había casi heladeras.
Era un almacén de ramo general O sea que teníamos de todo, había zapatillas, zapatos , alpargatas, las famosas zapatillas Flecha y las de plástico, elástico, botones todo, algo de librería, cuadernos, lápices. Poco, pero era lo que había en esa época y yo a los seis años ayudaba a mis padres.'
¿Tus recuerdos del barrio?
'Era un barrio que tenía muchas casitas. Había una villa de personas muy trabajadoras y buena gente. Hoy día y para mal, hablar de villa nos remite a lugares peligrosos y oscuros.
La única droga por así decirlo era el vino que también se vendía suelto.
Y venía mucha gente de las quintas. De los hornos. Que hacían una compra grande, o los vecinos que pasaban cada día.
Venían con la libreta, se anotaba y a fin de mes pagaban.
Se sumaba la libreta y se confiaba en la palabra. No había nada firmado. Vos me pedías la libreta y yo te la daba. Sí. La palabra era un documento.
Inclusive por ahí venía el cliente con un problema nos pedía prestado para pagar la luz. Después se cobraba a fin de mes con la mercadería. Esas cosas también pasaban, todo eso ocurría. y yo lo viví.
La gente mala siempre está pero la mayoría era buena , se conocían todos, amigos del barrio ,en el negocio nosotros estábamos atendiendo y se juntaban los vecinos a charlar y estar un rato en el bar.'
¿También tenían bar?
'Era despensa, bar y alojamiento. Se servían minutas o comidas rápidas a quienes estaban de paso y buscaban donde alojarse. Había tres piezas de un lado y tres piezas del otro, un corredor en el medio que todavía está.'
¿Entonces había un hotel?
'Era un hotel de 130 años .Era del padre del doctor Roque Pire.
Mi papá lo compró 70 años atrás y de ahí seguimos.
Como dije, gente de paso que bajaba del tren se alojaba ahí,. La mayoría vendedores ambulantes que venían de Buenos Aires a vender en el tren, bajaban y se quedaban. Iban al pueblo con su mercadería y en el almacén encontraban todo lo necesario. Cama, comida y bar. Se quedaban dos o tres días y al tiempo volvían.
Había muchos vendedores ambulantes. Ahora no existen más, ya no se puede abrir la puerta a un desconocido.'
¿Qué otra cosa dejaba el tren al pasar?
'Venían los crotos , así se los llamaba en esa época , se bajaban del tren carguero y ahí estaban.
Muchos habían estado en la cárcel, peligrosos pero nunca entraban al negocio. Y después andaba el pobre desgraciado con el palito y el monito envuelto atrás. Uno de ellos era Patita Negra a quien conocí y me parece verlo.'
¿Derribamos mitos?
'Las madres asustaban a los niños con este hombrecito de muy baja estatura y callado. Era uruguayo, le tenían miedo pero era re bueno. Tenía unas piernas finitas , impresionantemente negras, como las de un ave o algo así y siempre andaba descalzo. No entraba al negocio, se quedaba afuera y siempre pagaba con monedas.'
¿Sabés dónde vivía?
'Dónde está el barrio San Cayetano ahora, detrás de la Capilla de La Benedicta, ahí vivía en una cueva, un pozo. Nosotros éramos chiquitos y lo íbamos a ver.. Él salía del pozo y juntaba las monedas. Y después iba al almacén a buscar algo para comer. ¡Era chiquitito!. Y si llovía se inundaba, como en el año 60, ahí subió la vertiente y lo auxiliaron.
Y en mi barrio vivían también los Baldis, una buena persona, Palito'
¿Se puede decir que fue una hermosa época?
'No me privé de nada, yo me crie con ellos, los crotos, las vías, el tren, vecinos que eran casi familia, gente sana y siempre recuerdo a mi madre trabajando a la par de mi padre.
Rosa Elena Benzo y Bernardo Fá me dejaron bien en claro la cultura del trabajo.'
¿Seguiste con el negocio?
Sólo con el almacén. Hemos tenido clientes durante 60 años. Cuando murió mi papá siguieron siendo clientes míos. Me casé y mi señora me ayudaba en el negocio.
Y ese negocio se cerró en el año 2022. Me jubilé cumplí los 65 y cerré'
¿Cambiaron cosas?
'Y si, muchas cosas para modificar, lo que se vendía suelto empezó a venir envasado y otras que el tiempo se llevó, Yo sigo viviendo ahí, atrás, donde está la casa..'
¿Y que fue del negocio?
' Ahora está alquilado a la policía donde puso sus divisiones GAP y Científica.
Y el hotel está como depósito, tengo muchas cosas guardadas, otras las tiré.
¿Una anécdota?
'Había un comisario que muy amigo de nuestra familia de apellido San Martín, era de O'Higgins. Iba al negocio todos los días. Un día baja del carguero un croto de apellido Sarmiento, y los agentes de la policía que estaban en la estación lo llevan a la comisaría por averiguación de antecedentes.
Y él les dice que estaba de paso, era esa su manera de pasar por esta vida pero esa noche lo metieron preso. Al otro día lo largaron y fue a parar cerca del almacén. Al rato el comisario fue al negocio como todos los días, él me miró con miedo señalando al comisario. ¡Pensó que lo volvían a encerrar!
San Martín se dirigió a él y le dio la mano. '¡Lo quiero saludar, somos dos próceres!' dijo
El croto le dio la mano sin saber cuál era el apellido del comisario. 'Usted es Sarmiento y yo soy San Martín', le dice sonriendo.
Fue una casualidad y creo que esa noche Sarmiento soñó con San Martín.'
¿Dónde dormían los caminantes?
'En el suelo de la estación o en los vagones abandonados.'
¿Presenciaste peleas?
'Siempre había algún entredicho pero yo estaba acostumbrado y convivía con las diferentes situaciones. Nada que no se pudiera controlar.'
Y me imagino su infancia cargada de fantasías hechas realidad. Volver de la escuela, ayudar y salir a jugar.
Ver llegar y partir a aquellos personajes que no son de aquí ni son de allá y tal vez nunca supieron lo que era un hogar.
Pero vivir cerca de las vías no era gratuito, también presenció duros momentos que su mente recuerda con lujo de detalles pero no quiere atravesar la nota con tragedias y misterios.
Hijo de un matrimonio que nunca supo lo que era el descanso, se siente aliviado porque su única hija decidió estudiar para buscar otros caminos.
Las cosas cambiaron y mucho, ya nada no es lo que era.
Ahora disfruta de su jubileo, se encuentra con amigos, comparte un asado, seguramente tiene un bagaje de anécdotas para atraer la atención una tarde de lluvia, ese paisaje quedó ahí como un cuadro y es imposible que se despinte.
Es casi mágico como vuelan las teclas al compás de las palabras que nos llevan directamente y sin escalas, a un tiempo sin retorno.
Hay un tren en cada uno y vamos subiendo a bordo a medida que la historia va rodando. Pasados brillantes, otros no tanto. Pero si esa conjunción de pasado y presente está resuelta mejor será ese futuro que nos depara la vida.
¡Gracias Alberto!
Relacionadas
