Enseñanzas de la papa

Por Marcelo Chata García
En Offenburg, una ciudad alemana, había un monumento a Sir Francis Drake, un famoso corsario, traficante de esclavos y almirante inglés, nacido en 1540. Pero, ¿por qué los alemanes le harían una estatua a un inglés? La razón del homenaje no estaba tanto en su persona, como en lo que sostenía entre sus manos: unas papas. Ese alimento, que salvó a los europeos de las hambrunas, fue domesticado por nuestros antepasados andinos, esos a los que el spot que difundió el Gobierno Nacional para el 12 de octubre reduce al caos y la barbarie.
El mito sostiene que Drake rescató a los sobrevivientes de las colonias de Roanoke, entre quienes estaba Walter Ralegh. A él le dio papas que había tomado de los territorios españoles. Ralegh, a su vez, las mandó a plantar en su finca de Irlanda. De allí, el cultivo se fue expandiendo por Europa; los príncipes las mandaban a plantar para enfrentar malas cosechas e inviernos devastadores. Si la revolución industrial precisó de una gran cantidad de mano de obra, en parte la tuvo gracias a que la papa permitió bajar la mortalidad materno infantil y aumentar la población. El mismísimo Adam Smith, tan venerado por los liberales que nos gobiernan, encontraba en la papa la solución para generar más alimento en el mismo espacio de tierra.
Se dice que Thomas Jefferson asistió como embajador de los Estados Unidos en Francia a una cena realizada por el rey Luis XVI. Allí quedó tan encantado con uno de los platos servidos que lo introdujo en su país; eran las French fríes, las papas fritas. De no haber sucedido eso, con qué acompañaríamos ese plato tan argentino como la milanesa napolitana.
Hacia 1570, Miguel López de Legazpi funda Manila en lo que hoy es Filipinas, abriendo el comercio entre China, que por entonces como ahora lideraba la producción de bienes, y Europa. Comienza la era de los galeones, enormes barcos que cruzaban el Pacífico llevando la plata que los europeos extraían de Potosí, a través del trabajo esclavo de africanos y americanos, y luego intercambiaban por mercaderías en el puerto de Yuegang, provincia de Fujian. Eso también permitió a China incorporar cultivos americanos como el boniato y el maíz.
En su libro '1493', Charles Mann sostiene 'que lo que ocurrió después de Colón fue nada menos que la formación de un único mundo nuevo a partir de la colisión de dos mundos viejos; tres si contamos a África separa de Eurasia'. A partir de entonces, el mundo es relacional, y esa relación no fue la de un occidente que trajo las instituciones a un continente que no las tenía. Las instituciones modernas se crearon en relación también con los americanos, una relación de conquista, expropiación y explotación, pero también de mestizaje.
La separación simbólica de lo blanco europeo como superior tiene una larga tradición que fracasó incluso en tiempo de las colonias cuando el mestizaje entre nativos, europeos y africanos volvía cada vez más difícil la clasificación entre castas. La argentinidad, particularmente, ha sido una identidad reacia a reconocer ese origen común, desde 'Civilización y Barbarie', de Sarmiento, hasta el ex presidente Alberto Fernández y su 'los argentinos descienden de los barcos'. En ese sentido, es spot del gobierno apunta a un discurso ya instalado socialmente. De hecho, al realizar un árbol genealógico, suele suceder que esos árboles, que se muestran siempre frondosos en sus relaciones con la migración europea, tienen una rama podada, aquella que se clava profundamente en nuestra tierra. Como sostiene José Luis Grosso, en 'Indios muertos, negros invisibles': 'Somos un país de desaparecidos, muertos, silenciados, invisibilizados, borrados'.
Quizá el pueril spot del gobierno sólo es un eslabón más en la maraña de confusiones en que el nuevo poder liberal busca sumergir al pensamiento. La contradicción entre ese spot donde ellos son la institucionalidad y el orden, cuando en realidad tergiversan la historia, es la misma contradicción entre el Espert que pedía 'cárcel o bala' para los delincuentes mientras se financiaba con traficantes. Es el mecanismo de 'Los ingenieros del caos', como lo define el ilustrativo título del libro de Giuliano de Empoli.
Ah, por cierto, el monumento de Drake fue luego destruido por los nazis, esa institución del orden y la civilización occidental.
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