ENTREVISTA CON CELESTE ADAMOLI / El 24 de Marzo en la escuela

La coordinadora de Políticas Educativas de Memoria y Derechos Humanos de la Dirección General de Cultura y Educación de la provincia de Buenos Aires dialoga acerca de cómo trabajar sobre las políticas de verdad y justicia en las aulas.
Por Manuel Barrientos
'Trabajar la memoria en las escuelas sigue siendo significativo y por supuesto tiene su complejidad', señala Celeste Adamoli, especialista en pedagogía de la memoria y docente en la Universidad de Hurlingham. Después de llevar adelante el reconocido programa Educación y Memoria a nivel nacional, desde 2023 coordina el área especializada en políticas educativas de derechos humanos en la provincia de Buenos Aires.
A pocos días de un próximo aniversario del golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, reflexiona sobre las transformaciones que hubo en la relación entre memoria y educación en estos 40 años de democracia, los desafíos que genera en el aula la circulación de discursos negacionistas y cómo trabajar sobre las memorias locales y familiares.
¿Por qué sigue siendo importante trabajar la memoria en el aula?
Trabajar la memoria en las escuelas sigue siendo significativo y por supuesto tiene su complejidad. Una primera respuesta formal, podría ser que sigue teniendo relevancia porque así lo indica la normativa nacional y provincial, incluidos los contenidos curriculares obligatorios, por lo que las y los docentes tenemos el imperativo de seguir enseñando estos temas. También podríamos acudir a una respuesta del tipo 'ético o moral' que nos convoca a enseñar estos temas 'para que no se repita', o bien porque es un homenaje a las víctimas, una forma de justicia a los muertos y porque muchos de los delitos continúan perpetrándose en el presente como por ejemplo el secuestro de bebés o la desaparición de personas. Sin embargo, más allá de estas respuestas más generales, quienes trabajamos y promovemos una pedagogía de la memoria, creemos que la enseñanza del pasado reciente es fundamental ya que la transmisión de la memoria se vincula a la mirada del presente y el proyecto de futuro. Ahora bien, ¿por qué 'insistir' con este pasado?, ¿porque seguir nombrando en las aulas esa herida social que nos dejó el terrorismo de Estado? Son preguntas necesarias que debemos seguir haciéndonos para revitalizar la enseñanza de un 'pasado que no pasa'. Es la posibilidad de reforzar el pacto social con el nunca más al que habíamos suscrito hace ya varios años y promover la construcción de ciudadanías democráticas, críticas y comprometidas con lo social, como parte de un proyecto de futuro.
El año próximo se cumplirán 50 años del último golpe de Estado, ¿cómo acercar la pedagogía de la memoria a estudiantes que están cada vez más alejados en el tiempo de los hechos?
La distancia temporal con el último golpe es hoy sin dudas un desafío pedagógico, ya que se discute si se trata de un acontecimiento del pasado reciente, o es para los estudiantes e incluso algunos docentes, un hecho lejano y uno más de la historia. Sin embargo, se trata también de un pasado que aún es motivo de debate público, en donde los sentidos de aquel pasado se encuentran en pugna y esto lo trae siempre al presente.
Asimismo, los procesos de justicia en nuestro país siguen abiertos y nos encontramos con la magnitud del terrorismo de Estado, siendo evidente que aun nos queda mucho por trabajar para poder conocer la verdad, ejerciendo siempre más memoria y reclamando justicia.
En este sentido, realmente es un pasado que no ha pasado, ya que sus marcas y el impactos de estos delitos continúan hasta el presente, por ejemplo, cuando pensamos en la lucha de abuelas y la restitución de identidades de aquellas personas que fueron apropiadas durante la dictadura; personas que ven vulnerado su derecho a la identidad, así como el de sus entornos. La búsqueda de verdad en este sentido sigue presente, así como la necesidad de poder conocer la verdad sobre las personas desaparecidas. Y esto se vincula directamente con el lugar de la escuela y la importancia de seguir enseñando los temas de memoria en las aulas. Estamos convencidos de que la enseñanza del pasado reciente nos brinda oportunidades para pensar el presente. ¿Cómo acercar entonces la pedagogía de la memoria a estudiantes que están cada vez más alejados en el tiempo de los hechos? Diría que acercando la pregunta: ¿Que tiene que ver esto conmigo? ¿con mi comunidad? ¿Con mi provincia, con mi país? Ayudar y acompañar a construir puentes en este sentido. La pedagogía de la memoria y la enseñanza de los derechos humanos convoca a pensar con las nuevas generaciones cuáles son las agendas actuales de derechos humanos y cómo se enhebran con sus presentes. A casi 50 años del último golpe de Estado en Argentina, en tiempos en que los discursos de odio y el negacionismo crecen y se propagan fácilmente, se vuelve elemental seguir conversando sobre lo ocurrido con las nuevas generaciones, Y en este camino, la escuela se vuelve un ámbito clave para la transmisión de la cultura y la historia, invitando a pensar preguntas de estos pasados, pero desde el tiempo presente, en vistas de poder construir juntos y juntas mejores futuros.
¿Cómo explicar a las pibas y pibes la actualidad de los crímenes de la dictadura?
Quienes trabajamos en la pedagogía de la memoria creemos que la transmisión del pasado reciente debe ser algo sostenido y difundido en todo el sistema educativo. Esto lo hacemos a través de la experiencia acumulada a lo largo de estos 20 años de políticas públicas de memoria sostenidas, así como atendiendo a los nuevos desafíos del presente. También desde la convicción de que no existen recetas o instrucciones sobre cómo hacerlo.
En este sentido, reflexionar y enseñar sobre los temas de memoria e historia reciente implica siempre atravesar un conjunto de desafíos, algunos vinculados a las particularidades de cada etapa vital y otros más bien generales. En cada nivel educativo el modo de abordaje será diferente, con entradas y recursos diversos.
¿Cómo se da ese trabajo en los diferentes niveles?
La explicación se complejiza a medida que las trayectorias escolares avanzan. Por ejemplo, con las primeras infancias suele trabajarse sobre la censura cultural y los cuentos prohibidos y otros cuentos que pueden ayudar a pensar lo prohibido y lo permitido, qué es la identidad, qué es la memoria. En el nivel primario esto se va complejizando y en el secundario podemos adentrarnos en otros aspectos que permitan reponer lo ocurrido. Si bien la enseñanza de estos procesos históricos forman parte de la trama curricular a través de contenidos específicos, los 'temas de memoria y derechos humanos' pueden ubicarse también entre aquellos que se consideran transversales, ya que apuntan a trabajarse desde distintas disciplinas y aportar a la construcción de nuevas ciudadanías democráticas. Son temas que siguen revistiendo cierta 'incomodidad' a la hora de ser abordados, ya que continúan siendo parte de un debate social y aún se dan luchas por los sentidos de las memorias. Por esto mismo, es que la Pedagogía de la memoria contribuye de manera específica para poder abordar estas temáticas de manera curricular y transversal en las escuelas. Por esto también es central poder seguir profundizando en la formación docente para poder brindarles herramientas teórico conceptuales para que este tema se desarrolle del mejor modo en las aulas, tanto desde su ingreso curricular, como transversal.
¿Cómo trabajar en un contexto donde desde niveles del propio Estado se difunden discursos negacionista?
La relación entre escuela y memoria se ha ido transformando desde el retorno de la democracia hasta nuestros días. Y lejos de haber sido lineal y de avanzar en una sola dirección, se trata de una relación compleja, con características propias, que se han ido modificando y lo siguen haciendo a la luz de las experiencias del presente. Y muchas veces la enseñanza de estos temas se vinculó más a la voluntad docente que a lo prescriptivo o lo impulsado por el Estado. Transitamos un momento muy complejo, no sólo en relación con la enseñanza de estos temas, sino porque todo parece estar en discusión y porque los niveles de violencia son preocupantes. La escuela es por excelencia el lugar que permite albergar lo común y lo diferente, es un lugar de encuentro, de diálogo, de construcción de acuerdos y por supuesto tiene vínculo con lo que sucede detrás de sus paredes y no resulta sencillo. En este sentido, es necesario prestar atención sobre cómo van emergiendo estos negacionismos y discursos de odio, para poder, desde el ámbito educativo, volver a desarmarlos, tratando de reconstruir esos 'pisos de verdad' que creíamos sólidos hasta hace poco tiempo. Hay que seguir explicando porque es posible hacerlo. En nuestro país hay sentencias judiciales y trabajos de investigación histórica que respaldan la explicación de lo acontecido. El modo de trabajar con nuestros estudiantes es siempre la escucha atenta y la información clara, no ha de cambiar en ese sentido, pero si nos enfrenta con el desafío de desarmar ciertos discursos circulantes y anteponerse a ello una mirada crítica del pasado y del presente. Por ejemplo, poder explicar porque son 30.000.
¿Qué aprendizajes, qué cambios hubo en estos años en esa pedagogía de la memoria?
La pedagogía de la memoria es un campo de pensamiento, reflexión, acción y producción con características singulares en la enseñanza de pasados complejos y dolorosos marcados por el horror, que tiene en el centro algunas preguntas fundantes que contribuyen a una reflexión permanente sobre los sentidos y propósitos con los que el pasado se hace presente en las aulas: ¿qué, cómo y para qué recordar? ¿Por qué hacerlo en la escuela? Si bien la pedagogía de la memoria está atravesada por el imperativo del 'deber de recordar para que no se repita', podemos decir que la voluntad es una condición necesaria para la transmisión de la memoria, pero no suficiente. Es por esto que debemos seguir trabajando con el horizonte del nunca más, así como para garantizar una memoria crítica, vital y renovada, que construya sentidos en el presente. La pedagogía de la memoria en nuestro país se vincula fundamentalmente a la transmisión de la memoria de la última dictadura y es un campo en construcción constante; que sostiene ciertos pisos de conocimiento, pero que invita a reflexionar de manera dinámica acerca de los modos en que ingresan estos temas a las aulas o en otros ámbitos como por ejemplo los sitios de memoria. Hemos aprendido que no alcanza con las normativas ni con las voluntades individuales; y más que pensar en lo aprendido, vale la pena detenernos en observar los nuevos desafíos del presente: ¿con qué nuevos problemas se encuentra la pedagogía de la memoria hoy en día? Es decir, que hemos aprendido a estar atentos a los modos en que dialogan con otras agendas de derechos humanos, y cómo se plantea en tanto aporte a la construcción de ciudadanía en sentido amplio.
¿Qué sucede con las nuevas tecnologías?
Las nuevas tecnologías, las redes sociales, los nuevos lenguajes de las y los jóvenes de hoy son un puntapié para pensar en qué nuevos formatos nos debemos dar para desplegar la pedagogía de la memoria. Asimismo, un mundo con nuevos discursos negacionistas y de odio nos convoca a tomar todo lo aprendido y poder revisar nuestro campo de conocimiento para generar nuevas condiciones de posibilidad para el desarrollo de la transmisión de la memoria y los derechos humanos.
¿Cómo trabajar las memorias locales, cuando a veces hay menos bibliografía para utilizar como referencia? ¿Cómo enlazar historia con memorias familiares?
Es un trabajo y un desafío sumamente importante para las y los docentes porque conecta con la pregunta qué me pasa a mi, a mi localidad con este tema. Creo que los sitios de memoria y las marcas en los territorios cumplen un rol fundamental en acercar las memorias locales y permitir conocer cómo se ejerció el terrorismo de Estado en todos los lugares del país. Los sitios, espacios y marcas de memoria son de suma importancia para poder encontrar esas memorias locales, muchas veces más subterráneas. También la invitación al trabajo con historia de vida, testimonios orales, con fotos y diarios de época, por ejemplo, que nos acercarán a las perspectivas locales, siendo un trabajo necesario y que se complementa con el abordaje acerca de qué fue el terrorismo de Estado y cómo se ejerció en nuestro país, así sobre el modo en que se articuló con otras dictaduras latinoamericanas.
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