Las personas más longevas del mundo

Contratapa / Por Manuel Barrientos
Hace pocos días murió Fusa Tatsumi en la residencia de personas mayores de la ciudad de Kashiwara, en el sur de Japón. Tenía 116 años, atravesó dos guerras mundiales y era la madre de tres hijos que crió junto a su marido agricultor. Era la segunda persona más longeva del mundo, detrás de la española María Branyas Morera, que se encamina a celebrar 117 años el 4 de marzo de 2024.
Según la Biblia, Matusalén llegó a vivir 969 años. Más allá de esta figura mítica, ¿quién tiene el récord de haber sido la persona más longeva de la historia? Hay varios candidatos. El pastor azerbaiyano Shirali Muslimov supuestamente nació en 1800 y murió en 1963. Algunos afirman que la uzbeka Tuti Iusúpova vivió 134 años. En ninguno de estos casos se pudo certificar de modo fehaciente la fecha de nacimiento. Por tanto, se reconoce a la francesa Jeanne Louise Calment Calment con el título de la 'persona más longeva comprobada alguna vez'.
Jeanne nació en Arlés el 21 de febrero de 1875. Y falleció el 4 de agosto de 1997, luego de alcanzar los 122 años y 164 días. Para quienes aman los números: 44.724 días de vida.
Residió siempre en la ciudad donde nació, al sur de Francia. De joven, viajó a París y vio cómo se estaba construyendo la Torre Eiffel. Su padre era constructor naval y su madre pertenecía a una familia de molineros. A los 21, Jeanne se casó con el próspero comerciante Fernand Calment. Era su primo segundo, nieto de su tío abuelo, de ahí que tuvieran el mismo apellido.
Esta mujer supercentenaria sobrevivió a varias generaciones: su esposo murió en 1942 después de que ambos comieron un postre con cerezas venenosas. Su única hija, Yvonne, falleció a los 35 años por una neumonía. Jeanne se hizo cargo de su nieto, Frédéric, que se convirtió en médico y también murió de forma prematura en un accidente de autos.
Es difícil saber si Calment había previsto tener una vida tan prolongada, pero es evidente que el abogado André-François Raffray no vio el futuro cuando firmó aquel contrato de propiedad. En 1965, Jeanne le vendió a André su departamento con reserva de usufructo vitalicio, por el que el abogado le otorgaba una suma mensual de 2500 francos hasta su muerte. Raffray terminó pagando alrededor de más de un millón de francos, el doble del valor de la vivienda. En 1995, falleció víctima de cáncer y su viuda debió continuar con el pago hasta la muerte de Calment.
Jeanne vivió fuera del foco de la prensa hasta que en 1988 se conmemoró el centenario de la visita de Vincent van Gogh a Arlés y una manada de periodistas arribó a la ciudad que se levanta a las orillas del río Ródano. Ella contó que había conocido a Van Gogh 100 años antes, cuando era una niña de 13 años y el artista fue al taller de tejido de su tío para comprar unas lonas. ¿Qué recordaba de aquel encuentro? Dijo que había notado a Vincent 'sucio, mal vestido, desagradable, muy feo, descortés, grosero y enfermo'.
Jeanne mantuvo una vida siempre activa. Practicó esgrima hasta los 85 años y siguió andando en bici hasta los 100. Desde los 21 años fumaba dos cigarrillos diarios. A los 120 aflojó con el tabaco, porque tenía problemas para llevarse los puchos a la boca debido a las cataratas.
¿Cuál fue el método para lograr vivir tanto tiempo? Calment atribuyó su carácter saludable al aceite de oliva, que usaba para frotarse la piel y vertía en todos los alimentos. También tomaba una copita diaria de vino de Oporto y comía casi un kilo de chocolate a la semana. Murió el 4 de agosto de 1997 debido a causas naturales.
Sin llegar a esos niveles de récord Guinness, en mi familia materna hay varios casos de longevidad. La tía Luisa llegó a los 97. Mi abuela Ida nos dejó a los 95. Cuando murió, la Nona tenía una sonrisa agradecida con la vida, pese a que enviudó joven y se quedó sola con sus cuatro hijos. Portadora de un carisma arrollador, hasta el último minuto supo qué sucedía en la ciudad y en el mundo y le ganaba a la canasta a quién se le pusiera enfrente. En la cocina, lo que pasaba por sus manos se volvía mágico. Y hacía todo sin gastar tanto aceite de oliva como la francesa esa.
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