Los sueños de independencia de Rawson

En el año 1923 Rawson era una localidad pujante. Con 3.800 habitantes en su planta urbana, que llegaban a 7.000 si se sumaban las familias afincadas en su zona de influencia, el pueblo registraba un crecimiento económico sostenido, basado en la producción agrícola, ganadera y tambera; en un comercio floreciente y en un incipiente proceso de radicación de industrias.
En ese contexto surgió en la localidad la aspiración de constituirse en un nuevo partido de la provincia de Buenos Aires, autónomo de la Municipalidad de Chacabuco, a la que se le reprochaba no haber hecho ningún aporte para el progreso del pueblo.
La idea no era nueva. Por el contrario, como mencionó en uno de sus libros el profesor Oscar Ricardo Melli, 'el sentimiento de autonomía de la población de Rawson es tan antiguo como nuestro partido'.
En efecto, ya en 1866, un grupo de vecinos de la naciente localidad, junto a otros del Cuartel VIII, pidieron al gobierno provincial que el pueblo Guardia Nacional, cabecera del distrito, se erigiera en esa zona del partido.
El objetivo no fue cumplido, por lo que a finales de ese siglo se subió la apuesta y fue constituida una comisión que reclamaba directamente la autonomía de Rawson y su área circundante, incluyendo a la localidad de Castilla. El movimiento era encabezado por el jefe de la Oficina de Correos del pueblo, Eugenio Corradi. Un periódico de la época, llamado El Mentor, le daba crédito a la iniciativa, a la que calificaba como 'una idea plausible', además de señalar que Rawson merecía ser un pueblo emancipado 'que se dirija por sí solo'.
Por segunda vez, el pedido no fue atendido por las autoridades provinciales. Pero un cuarto de siglo después, en 1923, la aspiración de independencia tomó nuevos bríos. Para ello, volvió a conformarse una comisión, esta vez llamada Comité Ejecutivo, que era presidida por el cura párroco Fernando Romero, lealmente secundado por numerosos vecinos, entre ellos Antonio Montesano -que años después, entre 1952 y 1955, sería intendente de Chacabuco-, Manuel Mon, Andrés Sangiani, Juan Contini, Indalecio Rivero y José Quevedo.
Al Comité se le sumó una Comisión de Honor conformada por personalidades como el mismísimo gobernador, José Luis Cantilo; Sofía Zavalía, nuera del doctor Guillermo Rawson, en cuyo honor se le impuso su nombre al pueblo, y el obispo de Buenos Aires, monseñor Luis Duprat.
El Comité se abocó a gestionar ante las cámaras legislativas la creación del nuevo partido, cuyo territorio se integraría con el Cuartel VIII de Chacabuco, que sumaba 22 leguas, más seis leguas del partido de Chivilcoy, cuatro de Carmen de Areco y una de Suipacha. Así, el nuevo distrito sumaría 828 kilómetros cuadrados, lo que equivalía a una tercera parte de la superficie original del partido de Chacabuco, que venía de perder el Cuartel V en los primeros años del siglo, cuando se creó el municipio de Alberti.
'Ha llegado el momento, Honorable Cámara, de hacer efectivo este noble ideal sustentado por la población laboriosa de Rawson y su campaña, sin distinción de colores políticos, y ratificado, podríamos decir, por las autoridades y pueblo de los demás partidos nombrados, y en especial de los dueños de la tierra que se incorporaría a esta nueva división administrativa, facilitando así el mejor gobierno y contribuyendo al mejor desenvolvimiento y progreso de esta nueva división administrativa', se expresaba en un memorial enviado al presidente de la Cámara de Diputados bonaerense. El documento incluía una reseña de todos los aspectos de la vida comunitaria.
'La anterior estadística comercial, industrial y financiera revela la importancia del pueblo de Rawson en la actualidad, debida al esfuerzo exclusivo de sus habitantes, que sin ayuda alguna de la Municipalidad de Chacabuco, a la cual pertenece, llegó al grado de adelanto y progreso en que se encuentra', agregaba el memorial. En su parte final, el escrito se adentraba en imaginar el crecimiento adicional que podría tener la localidad y su zona de influencia en caso de obtener la independencia municipal, lo que se vería reflejado en más escuelas, mejores caminos, nuevos servicios públicos y, sobre todo, la radicación de un banco, que tanto se anhelaba.
Finalmente, la nueva movida por la autonomía tampoco consiguió su objetivo y quedó como una anécdota que se fue transmitiendo de generación en generación. Hasta el próximo intento.
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