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Oficio de abuelos

12/04/2024
Oficio de abuelos

Ser padres es una cosa muy linda, pero para recibirse de abuelos, es necesario un nuevo aprendizaje, que a veces puede convertirse en una aventura.

Con mi esposa ya llevamos varios años en este tierno oficio, pero aún continuamos aprendiendo.Lo cierto, es que habíamos prometido a nuestros tres nietos, Agustín, Alejandro y Arsenio 10, 11 y 12 años respectivamente, llevarlos un domingo a pasear a Buenos Aires.

Llegado el día lo hicimos y pasamos una tarde espléndida de sol otoñal entre zoológico, parques y plazas. De los que acostumbramos a denominar como de diez puntos. A la tardecita, dejamos el coche y salimos a caminar y mirar vidrieras lo más rápidamente posible pues debíamos regresar temprano. Mis bolsillos, cargados obligadamente de billetes pues mi costumbre es pagar en efectivo, se habían aligerado un tanto, pero no me preocupaba pues como buen previsor, guardaba una reserva en la cochera del auto. Habíamos caminado ya varias cuadras y era casi el momento de desandar el camino, cuando tropezamos con una hermosa y muy grande pizzería. Dos más dos siempre son cuatro y entramos a comer algo rápido. Pizza, hamburguesas y mucha gaseosa atraída por la sed del caminar. Pedí la cuenta y ahí comenzó la verdadera aventura.

El lugar era realmente caro y habíamos consumido demasiado. Miré la factura y la acepté con el consuelo de que se trataba de un sólo día.

Busqué en el interior de los bolsillos ya bastante consumidos y al extraer y contar el dinero resultante, en total no llegaba al total de lo que debía pagar. Llamé al mozo y se lo expliqué y entendió muy amablemente que debía esperar hasta que yo fuese hasta el coche.Salía del lugar por la puerta principal y en la misma se encontraba la persona que nos había abierto la puerta - probablemente un personal nuevo - que no se parecía en nada al mozo en lo canchero de situaciones similares. Me pidió el ticket de consumición y cuando quise explicar lo mismo, dijo que al no tenerlo no podía dejarme salir. No me preocupé demasiado y volví al interior y llamé nuevamente al mozo que nos atendiera, el cual me

confirmó que se trataba de un empleado nuevo y me indicó. Vaya hasta el baño y luego siga por ese pasillo largo y al final encontrará la puerta de servicio que da a la calle. Hágalo tranquilo que yo lo espero.

Así lo hice y comprobé que la misma estaba cerrada. Tuve la fortuna de que un personal de cocina saliera a tirar una bolsa de residuos a la basura y en el interín aproveché para salir y tras de mí veo hacer lo mismo a mis tres nietos que me habían seguido. Los reté para que se volvieran, pero ya la puerta estaba cerrada nuevamente.Obligado, comencé a caminar en tal compañía,ya sudoroso y cansado, comprobando que nuestro coche había quedado muy lejos en nuestro distraído caminar, con los chicos pidiendo que paráramos. Llegar hasta la guantera del coche constituyó toda una odisea compartida y volver hasta la pizzería fue un constante reclamo agotador de mis nietos en el

trayecto.Pero llegamos.

En la puerta de la pizzería estaba mi esposa con un cierto y justificado enojo. ¿ qué pasó qué tardaron tanto ? Me cansé de esperarlos y de soportar la mirada del mozo, así que pagué con la tarjeta y salí.

No fue sólo mi cansancio lo que me hizo agachar la cabeza.

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