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Mateando desde el exilio

21/09/2025
Mateando desde el exilio

A fines de la década de 1980, en una Argentina que transitaba los primeros años de la primavera democrática, la situación de muchos jóvenes de clase media de ciudades del interior del país era la misma: terminaban el secundario y se veían forzados a abandonar su lugar de origen para seguir una carrera universitaria. Era un exilio si se quiere voluntario, pero forzado. En ese contexto de alejamiento físico, un grupo de jóvenes creó en abril de 1987 el Centro de Estudiantes de Chacabuco en Buenos Aires (CECHBA). 

 

POR MANUEL BARRIENTOS

En una caja polvorienta, me encuentro con un puñado de revistas que marcaron una época. El blanco y negro de sus páginas, su formato artesanal, su estética austera. En una de ellas, una ilustración minimalista muestra a una persona que sale de una puerta y se encuentra con un paisaje de rascacielos. La tapa reza: 'Mateando... desde el exilio'. Valor: dos australes. Está fechada en diciembre de 1987. Esa revista era la voz de una generación de chacabuquenses que se habían ido a estudiar a Buenos Aires. 

En el editorial, firmado por Sergio Veleche y Diego Rodrigo, se puede leer que 'el Centro es el medio en el que nosotros podemos concretar las propuestas, que necesitan de la creación, la imaginación y la voluntad, con las cuales sumarnos a un trabajo común para construir la solidaridad entre los estudiantes y con la comunidad'. También se brinda información sobre el Ciclo Básico Común, creado tan solo un par de años antes, en una nota firmada por Juan M. Ferrari. Hay una entrevista a los integrantes de la banda de rock Elixir. Otro artículo de Andrés Pantoni explica la tarea del Centro.

Luego de aquella oleada en los tiempos alfonsinistas, el Centro de Estudiantes de Chacabuco en Buenos Aires fue refundado a fines de los años noventa. En su etapa preasamblearia, el primer presidente fue Gregorio Marsiletti y la secretaria general era Florencia Viscubi. Como todo proyecto político e institucional, también tuvo su órgano de prensa. Así surgió la Revista CECHBA, en octubre de 1998, donde se pueden encontrar artículos de Carlos Bovenzo, Fernando Manero, el Chata García, Lucía Miori, Gustavo Diaz Palacio, Matías Máspoli, David Jacobs, Julieta Barrientos, entre otros. 

El afán de construir comunidad fue el motor que impulsó el trabajo de aquellos jóvenes. Una nota de Santiago Palavecino explica que se buscaba 'convertir el exilio al que parecemos vernos forzados los chacabuquenses en un lazo con el resto del mundo. Nuestra contradictoria relación con Buenos Aires, hecha al mismo tiempo de accesibilidad e indiferencia, podría trocarse (y deberíamos trabajar en esa dirección) en un intercambio productivo'.

Luego de la asamblea constitutiva, luego de la aprobación del estatuto, el gran sueño de esa época fue la de contar con una casa propia. Gregorio Marsiletti era el motor. Un hogar que pudiera albergar a 10 o 15 estudiantes. Un anhelo que se concretó pocos meses después. Esa casa fue un espacio para todos los estudiantes de Chacabuco en Buenos Aires. Una posibilidad para quienes no podían costearse el alquiler, un punto de encuentro, un lugar donde sentirse acompañado, donde el desarraigo era menos duro. 

En los últimos años, esta situación parece haber cambiado. Si antes quienes decidían -y podían- hacer una carrera universitaria se veían obligados a partir hacia Buenos Aires, La Plata, Rosario, Tandil, Junín, Chivilcoy u otras ciudades, hoy son muchos quienes tienen la posibilidad de cursar en el Centro Universitario de Chacabuco. Se trata de un motor que no sólo frena el desarraigo, sino que también potencia el desarrollo local, promoviendo que las investigaciones y el agregado de valor se centren en los perfiles productivos, culturales y sociales de la ciudad.

Actualmente, el Gobierno municipal alquila residencias para estudiantes en La Plata y Chivilcoy; y cuenta con casas propias en Buenos Aires y Junín. Ahora comienza a crecer la idea de armar una residencia universitaria en la propia ciudad de Chacabuco. para que los jóvenes de Rawson, Castilla, O'Higgins no tengan que ir y venir todos los días desde sus localidades. Es un giro de 180 grados, un cambio de paradigma. Porque Chacabuco ahora, en vez de expulsar, puede empezar a recibir. No es poca cosa para quienes durante muchas décadas matearon desde el exilio.

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