¿Qué sentiste cuando supiste que habían secuestrado a tu mamá?
Durante dos encuentros, más de quinientos estudiantes de secundaria de la ciudad se reunieron con Manuel Gonçalves Granada y Leonardo Fossati Ortega, nietos restituídos, para desarmar, con preguntas directas y sin prejuicios, el velo sobre la identidad, la apropiación y el terrorismo de Estado.
¿Cómo les dijiste a tus amigos que ya no te llamabas Claudio sino Manuel?¿Seguís teniendo relación con la familia que te apropió? ¿Qué les dirías a tus padres biológicos? ¿Le contaste a tu pareja que tenías dudas sobre tu identidad? ¿Qué sentiste cuando te enteraste que habían secuestrado y desaparecido a tu mamá? ¿Cómo fue? ¿Cómo les preguntaste si no eran tus papás? A pesar de todo lo que vivieron, ¿disfrutan de la vida? ¿Tienen traumas o pesadillas? ¿Qué soñás o esperás de la vida?
Esas fueron algunas de las más de setenta preguntas que, con desparpajo, quinientos jóvenes de distintos colegios secundarios de la ciudad hicieron a los nietos restituidos Manuel Gonçalves Granada y Leonardo Fossati Ortega respecto a su historia y su identidad. Las charlas, que se realizaron en el Teatro Italiano, fueron posibles gracias a la Comisión Memoria y Justicia Chacabuco, a las gestiones del periodista Manuel Barrientos, a la docente y coordinadora del área de prensa y difusión de Abuelas de Plaza de Mayo Clarisa Veiga y la Jefatura Distrital de Educación. Además, por la noche se realizó una charla abierta al público en la que también habló Paula Sansone, hija de desaparecidos y coordinadora de la Casa por la Identidad.
Manuel Gonçalves Granada contó, entre otras cosas, que a los cinco años le preguntó a su madre de crianza si había salido de su panza. La respuesta fue breve y contundente: no. Cuando ella salió de la habitación, Manuel dibujó una cruz en el placard con una llave, lo rayó. Años después supo que su mamá biológica lo había escondido en un placard similar cuando tenía cuatro meses para protegerlo de los gases lacrimógenos, las balas y las granadas que les tiraron cuando atacaron la casa donde se escondían.
Para Leonardo Fossati, la historia fue distinta: desde chico dudó de su identidad. Ese dolor -así lo describe- lo acompañó durante años. Fue en una clase de teatro, en una improvisación en la que encarnó un personaje que atraviesa sus últimos minutos de vida sin conocer su verdadera identidad, cuando una compañera le preguntó cómo se le había ocurrido ese personaje. Fue la primera vez que le habló de sus dudas a otra persona. Esa compañera fue la que le sugirió que se acercara a Abuelas de Plaza de Mayo, donde lo guiaron y acompañaron en el proceso de búsqueda que lo llevó a conocer su familia, su nombre, a saber quiénes fueron sus padres.
Leonardo nació en la maternidad clandestina de la Comisaría Quinta de La Plata en plena dictadura. Una partera contactó a su familia de crianza, como él los llama, y se los entregó.
Manuel vivió clandestinamente en San Nicolás, con su madre, durante cuatro meses, escapando de las garras de un estado criminal. El 19 de noviembre de 1976, cuarenta policías rodearon la casa en la que vivían junto a cuatro personas más. Dispararon con todo: solo él sobrevivió. Pasó cuatro meses en un hospital con custodia policial hasta que el juez de menores de esa ciudad lo dio en adopción, sin hacer ninguna averiguación sobre su familia.
Esa es parte de la historia que compartieron con los jóvenes adolescentes que -lejos de mostrar desinterés, por la cuestión temporal- hicieron decenas de preguntas audaces, concretas, sin prejuicios.
'Es importante que ustedes puedan pensar y llevar estas historias, hablar con sus familias y vecinos, para que podamos seguir encontrando a los trescientos nietos que faltan', destacó sobre el final Fossati.
Ambos comparten hoy la tarea de multiplicar la voz, dar los debates necesarios, hablar con los jóvenes, con adultos, en cada rincón del país, para seguir buscando. La respuesta de ese auditorio demuestra que, lejos de ser un tema cerrado, la historia de la identidad y la memoria sigue interpelando.
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