Roque

Por Manuel Barrientos

El comienzo de los años noventa fue turbulento. El muro de Berlín caía y se unificaban las Alemanias, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas se disolvía luego de las reformas encaradas por Mijail Gorbachov. En la región, Augusto Pinochet terminaba su largo ciclo dictatorial en Chile, el Frente Amplio ganaba la intendencia de Montevideo y acá el menemismo implementaba a rajatabla los lineamientos del Consenso de Washington (1989), que prescribía la apertura de la economía, la privatización de empresas públicas, la disminución del gasto público y la flexibilización laboral. Algunos intelectuales ya esbozaban la idea del fin de la historia: el triunfo de las democracias liberales tras la Guerra Fría significaba dejar atrás de una vez y para siempre las guerras y las revoluciones sangrientas.

En ese escenario, entró por los pasillos de nuestra escuela secundaria un nuevo profesor, que venía a sacudirlo todo. Roque Cattaneo, así se llamaba, parecía ir a contrapelo del mundo. De saco, barba, anteojos y libros varios debajo del brazo. Si la historia parecía estar congelada, él venía no sólo a enseñarnos las claves del pasado, sino también a insuflar vida sobre esos hechos para pensar el futuro. Si en nuestro país, el radicalismo y, especialmente, el alfonsinismo parecían estar en retirada, él estaba dispuesto a levantar esas banderas. Nos hablaba de una línea nacional y popular, rescataba las figuras de Mariano Moreno, José de San Martín, Juan Manuel de Rosas, Hipólito Yrigoyen y brindaba una mirada alejada de los sectarismos acerca del liderazgo popular de Juan Domingo Perón. 

Por esos años, Roque se transformó también en el director del Archivo Histórico Municipal. Se venían los quinientos años del denominado 'Descubrimiento de América' y la mirada hegemónica reivindicaba la figura de Cristóbal Colón y la Corona Española. Todo era festejos y agradecimiento a nuestros queridos reyes modernizadores. Siempre a contrapelo, el profesor Cattaneo invitó a la Coordinadora Mapuche a dar una charla en el Concejo Deliberante. Y en los fríos de junio de 1993, subió a un grupo de estudiantes a un colectivo para viajar más de mil kilómetros y celebrar el Año Nuevo Mapuche en una comunidad cercana a la ciudad de Neuquén.

También en los noventa, pero ya cuando la década rumbeaba hacia su final, con Laura Dicundo y Matías Máspoli le pedimos a Roque que escribiera una columna que brindara contexto a una encuesta que hicimos acerca de los personajes representativos de Chacabuco. Allí aparecían los nombres de Haroldo Conti, Daniel Passarella, Oscar Melli, Roberto Urretavizcaya, Luis Minervino, Bimbo Marsiletti, Carlos Bettoli, Crescencio Natelli, Luis De Laudo, Pablo Videla, Julio Etchegaray, el Viejo Ponce. 'Están con nosotros para descansar de ellos mismos. Son el vaso con el cual paladeamos la vida. Están en nuestras calles. La noche los convoca en cualquier esquina. Están bajo el mismo cielo misterioso que nos vio nacer. Son nuestra gente. Están para sostener cualquier sueño y sostener la utopía de nuestro nacimiento como ciudad. Aquella lejana y conmovedora época en que sólo éramos tierra, viento y soledad', tecleó nuestro profesor para el suplemento El Disparador que publicamos en ese verano de 1997 en el diario De Hoy.

Roque se jubiló como docente en 2018. Prolífico, en sus libros sigue buceando en la historia latinoamericana y pregona por la igualdad social y la verdadera libertad. Camina en calles cercanas a las de su ciudad natal, una suerte de flaneur sin rumbo fijo, abierto a que lo sorprendan esos pequeños oasis que aún sobreviven en el paisaje urbano. Registra con su cámara aquello que le regala la naturaleza, en especial las flores. Tal vez encuentre, allí, en esos tránsitos efímeros de belleza, los resabios de esperanza que permitan sortear las sombras del futuro.