Septiembre, mes amarillo: el valor de pedir ayuda

Por Mariano Rato*
Cada 10 de septiembre se conmemora el Día Mundial para la Prevención del Suicidio, y durante todo este mes el color amarillo nos recuerda algo esencial: hablar salva vidas. No es una simple efeméride, sino una invitación a mirar alrededor y a animarnos a pedir ayuda a tiempo, sin vergüenza y sin miedo.
Pedir ayuda no es signo de debilidad, es un acto de coraje y cuidado personal. Muchas veces creemos que 'tenemos que poder solos' o que contar lo que sentimos es una carga para los demás. Sucede lo contrario: cuando compartimos lo que nos pasa, empezamos a ordenar el dolor, a ponerle palabras y a encontrar caminos que, en soledad, parecen cerrados.
Acercarse a consultar en el hospital o en las salas barriales es un primer paso concreto. No hace falta un diagnóstico ni saber exactamente qué decir. Basta con reconocer que algo duele y buscar un espacio de escucha. Los equipos de salud están preparados para orientarnos, acompañar y resguardar la confidencialidad. Esa primera entrevista puede ser breve u originar un seguimiento, pero siempre abre la puerta a recursos que existen y están disponibles.
Cuando pedimos ayuda suceden varias cosas positivas: disminuye la intensidad del malestar, dejamos de pelear a solas con nuestros pensamientos, recibimos información clara y herramientas para el día a día. Y, sobre todo, comprobamos que hay otros dispuestos a escuchar sin juzgar, algo que de por sí produce alivio.
Los mitos que frenan este paso —'voy a molestar', 'otros están peor', 'van a pensar mal de mí'— son solo eso: mitos. En salud, pedir ayuda a tiempo evita que el problema crezca. Si resulta difícil empezar, se puede escribir lo que uno siente y llevarlo a la consulta, o ir acompañado por un familiar o un amigo. Cada hospital y cada sala barrial cuenta con profesionales formados para brindar orientación.
Quienes acompañan a alguien en un momento difícil también tienen un rol clave. Alcanzan gestos simples: escuchar sin apurar, evitar frases que minimicen ('ya se te va a pasar'), ofrecerse a ir juntos al hospital o a la sala barrial, ayudar a sacar un turno o a preguntar dónde atenderse. Muchas veces lo más terapéutico es la compañía y la constancia de un 'estoy acá'.
Septiembre, con su lazo amarillo, nos recuerda que la prevención es una tarea comunitaria. Las escuelas, los clubes, las iglesias, los lugares de trabajo y las familias pueden ser parte activa: hablando del tema sin morbo, destacando que pedir ayuda es un derecho y una forma concreta de cuidado mutuo.
Un mensaje final para quienes hoy sienten que el peso es demasiado: lo que estás viviendo no te define ni será para siempre. Hay tratamientos eficaces y personas dispuestas a acompañar. No esperes a que 'sea grave' para consultar; si algo te preocupa, ya es razón suficiente. Este mes amarillo es un buen momento para dar el primer paso: conversar con alguien de confianza y acercarte al hospital o a la sala barrial.
Prevenir empieza así: con una palabra, con una puerta que se abre, con una ayuda que se pide a tiempo.
*Psicólogo Clínico Cognitivo
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