Sobre Beatriz Sarlo

Por Marcelo García

Entre los 'yo' que finalmente no fueron, la muerte de los referentes que me formaron genera orfandad.  Me quedo con el aura que generaba en los pasillos universitarios cada vez que iba a alguna conferencia, antes que con las polémicas que generaba frente a las chicanas políticas en los medios masivos.  Allí donde la apropiaban o repudiaban conservadores y populistas.  Su libro sobre Borges me abrió las puertas de un mundo entre la literatura y la política que cuando puedo -aunque sea a cuentagotas entre las exigencias del trabajo- aún transito.  Allí donde las ideas siempre tienen vitalidad.

Por Manuel Barrientos

Dejo esto por acá, para que no se pierda:

- Donde más me la crucé a Beatriz Sarlo fue en el subte. Después, en los cafés, luego en las salas de cine. Una flaneur de los espacios públicos, frente a tantas celebridades del resguardo.

- Allá por ¿2013? hicimos una encuesta para la revista Debate sobre los libros claves para comprender la Argentina desde el retorno democrático. El más votado fue "La audacia y el cálculo". No considero que sea su mejor libro, pero en esa encuesta, en ese momento, fue el más elegido por los intelectuales y políticos. (Como signo de época: el autor con más menciones fue Horacio Verbitsky, desperdigadas en distintas obras). En Debate, también supo autodefinirse como "la antikirchnerista que los kirchneristas aman odiar".

- Uno de los últimos diálogos que tuve con ella fue a fines de 2022 o principios de 2023, también junto a Daniel Arroyo. Y aún me queda resonando esta idea que nos compartió: decía que la política debía asumir las restricciones presupuestarias que atravesaba el país y elegir "una" causa (no dos ni tres) desde la que configurar una épica que reconectara a la democracia y la sociedad. Esa causa, decía, en aquel café, podía ser un gran plan de viviendas o, mejor, una reforma a escala masiva de la educación secundaria. Iluminista, aludía a la transformación que había generado Sarmiento y señalaba que esos cambios también se habían generado ante muchas resistencias y con recursos escasos.

- Nunca me animé a preguntarle "si era algo de los Sarlo de O´ Higgins", como pedía mi madre.

- Me quedo con sus bellas despedidas de Horacio González y Mario Wainfeld, dos amigos y confrontantes, con los que supo edificar esa tradición hoy menguada del debate público.