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Son sus huesitos los que están ahí

24/03/2024
Son sus huesitos los que están ahí

Por Manuel Barrientos


 

Mi historia es totalmente diferente a las de mis compañeras de la Comisión Memoria y Justicia de Chacabuco. Tanto Ana María como Liliana nunca tuvieron noticias de sus hermanos, ni siquiera del día del secuestro, ni en dónde estuvieron en cautiverio, ni lograron tener justicia. En cambio, en nuestra familia desde el primer momento supimos que mi hermano José había sido secuestrado en su casa, en Tolosa. También supimos los centros clandestinos en los que había estado y que su último destino fue la Comisaría Quinta de La Plata, dice Teresita Cassino, la hermana de José Alberto Cassino, la hermana de Pepe, desaparecido el 3 de enero de 1977.

Ahí, en la Comisaría Quinta, estuvo con sus compañeros del Centro de Estudiantes de Chacabuco en La Plata. Pepe era el presidente de la comisión; el vice era Hugo Marini. Cuando fue liberado, Hugo fue a avisarle a la familia Cassino que José seguramente iba a aparecer en los días siguientes, porque si lo habían liberado a él, seguro que también iba a suceder lo mismo con Pepe.

Todo fue muy arduo, dice Teresita. Habían tenido cierta esperanza con el regreso de la democracia y el informe de la Conadep y el libro Nunca Más y el Juicio a las Juntas en esa Argentina de 1985 y la recolección de todos los hábeas corpus que se habían entregado al Ministerio del Interior. En todos esos informes, estaba registrado el caso de José y el de su esposa, Clarisa Adriana García. José y Clarisa estaban recién casados cuando fueron secuestrados en su casa de Tolosa, en ese verano de 1977. José estudiaba Bioquímica; Clarisa, Medicina, y era oriunda de Pergamino. Ambos formaban parte de la Juventud Universitaria Peronista, la JUP.

Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final y luego los indultos derrumbaron las expectativas de la familia Cassino, aunque siguieron con sus investigaciones y Teresita fue una de las fundadoras de la Comisión Memoria y Justicia en el año 2000. Con ese cambio de siglo, algunos jueces se empezaron a animar y arrancaron los Juicios por la Verdad. Teresita fue convocada y brindó testimonio en 2005. 

Poco después, la llamaron del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) para que brindara su muestra de sangre. En 2008 la volvieron a contactar para ver si su mamá, Olga, también podía dar una muestra. Nos mandaron un set por correo y mi mamá se sacó sangre y la mandamos de vuelta por correo, recuerda Teresita. Nosotras nos habíamos sacado sangre en los ochenta, pero desde el EAAF necesitaban nuevas muestras para completar los indicadores de nuestro mapa genético.

En 2010, comenzó el megajuicio del circuito Camps de La Plata y me llamaron para declarar. Para mí fue terrible, estar en medio de los represores, que los tenía atrás, y los abogados defensores, y el panel de jueces, yo sentía que me estaban acusando, fue muy estresante. En 2012, fue la sentencia y viajamos a La Plata. Ahí sentí que logramos justicia, porque fueron condenados los asesinos de mi hermano y mi cuñada.

Y en 2013 recuperé los restos de mi hermano, los pude traer a Chacabuco. Fue el día que más lloré en estos 40 años, me destrozó el alma. Llegar a la Municipalidad de Chacabuco con la urna, mi hijo mayor llevándola, ver tanta gente, después de tantos años de soledad, de mentiras, de calumnias. De tantas cosas que nos han dicho… El relato de Teresita se interrumpe, su voz se quiebra, pero sigue, como siempre sigue.

Mi familia era una casa abierta, donde nos reuníamos todos, los primos, los tíos, y muchos se alejaron, o no sabían cómo acercarse, cómo tratarnos. Venía yo, caminando, y me cambiaba de vereda para no cruzarme con gente que me conocía. Fue mucha la soledad. Pero en el momento en que pude tener la urna con los restos de mi hermano en mis brazos fue un antes y un después. Finalmente, pude hacer el duelo. Estaba mi mamá, contenerla a ella, contenerme yo. Pero teníamos que pasarlo. Y nos alivió el alma. Nos alivió el alma poder llevar una flor. Hoy Pepe está junto a mis padres. En realidad, son sus huesitos los que están ahí, porque sé que su alma siempre estuvo junto a mí y me sigue acompañando hasta el día de hoy.

Sé que tengo que seguir luchando, dice Teresita, sé que tengo que seguir luchando, repite, por todos los nietos que no han recuperado su identidad, por todos los que no han recuperado sus cuerpos. Hay que seguir luchando, porque es una sanación no solo individual sino colectiva. Es una sanación como sociedad. 

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