Tarifas devoran los salarios
Tarifas devoran los salarios
Desde la asunción de Milei, los servicios públicos crecieron tres veces más que la inflación oficial. Este salto exponencial, impulsado por el ajuste tarifario sin precedentes en el gas y la luz, devora el poder adquisitivo de los salarios. Esta brecha condena a millones de familias al endeudamiento para cubrir lo esencial, forzando a elegir entre el pago de la boleta o la canasta básica de alimentos. La opinión de Isaac Rudnik, director del ISEPCI, el instituto que elabora el Índice Barrial de Precios.
POR MANUEL BARRIENTOS
Si la inflación en el último año y medio parece ir por la escalera, los servicios públicos van en el ascensor. Es una metáfora cruda, pero se ajusta con una precisión casi matemática a la realidad económica que golpea la mesa de millones de familias desde la asunción del gobierno de Javier Milei. La euforia oficial por la baja de la inflación mensual se desvanece al revisar la factura de la luz, el gas o el transporte. En ese brutal contraste se explica la crisis del poder adquisitivo de una gran mayoría de los argentinos.
Los números son contundentes. Desde diciembre de 2023 hasta septiembre de 2025, el gasto para cubrir las necesidades básicas de energía, transporte y agua potable en el hogar trepó un descomunal 526%. En el mismo lapso, el Índice de Precios al Consumidor (IPC), ese termómetro general de la economía, subió un 164%.
La diferencia es abrumadora: los servicios públicos crecieron tres veces más que la inflación general desde que Milei tomó las riendas del país, como explica un informe del Observatorio de Tarifas y Subsidios del IIEP de la Universidad de Buenos Aires.
Este salto exponencial no es accidental. Es el resultado directo de una política de recomposición tarifaria tras años de congelamientos y esquemas de segmentación. Las tarifas de energía eléctrica y gas natural han sido las protagonistas de esta escalada. Según un estudio de la consultora Economía y Energía, entre diciembre de 2023 y octubre de 2025, la luz acumuló un incremento del 344%, mientras que el gas, con un ajuste más pronunciado, se disparó un 617%.
Mientras las tarifas galopan, el ingreso de los trabajadores trota a un ritmo mucho más lento. Los salarios en el mismo período analizado (diciembre 2023 a octubre 2025) solo se incrementaron un 229%. La brecha es una herida abierta: los servicios crecen mucho más rápido que la capacidad de pago.
Este desequilibrio no es una abstracción económica, es el día a día de millones. Es una familia que debe elegir entre pagar la boleta de gas o comprar la leche. Es el comerciante que ve cómo el costo fijo de la electricidad se lleva la mitad de su margen de ganancia. Es, en esencia, la explicación de por qué, pese a que la inflación baje su ritmo mensual, la sensación de asfixia económica se mantiene e incluso se agrava.
La consecuencia inmediata es que muchísimas familias se encuentran cada vez más complicadas para llegar a fin de mes y se ven forzadas a recurrir al endeudamiento para cubrir lo esencial. La tarjeta de crédito, el préstamo informal o el plan de cuotas para saldar la factura se convierten en la tabla de salvación, un salvavidas de plomo que –tarde o temprano– cobra su precio en intereses usurarios.
Ahí está uno de los puntos ciegos de la estadística oficial: la incidencia de los servicios públicos está subrepresentada en el Índice de Precios al Consumidor. Si bien la inflación es un promedio, la vida real no lo es. El peso de las tarifas en el presupuesto de un hogar de ingresos medios o bajos es mucho mayor de lo que reflejan las ponderaciones del IPC. Cuando un ítem que es ineludible y básico (como el gas o la luz) aumenta tres veces más que el índice general, la 'sensación térmica' de la inflación para la población es mucho más alta y dolorosa que la cifra oficial.
'Hay una subrepresentación de los servicios públicos en la ponderación de los diferentes rubros que componen el total del Índice de Precios al Consumidor y, en particular, en la Canasta Básica Total', dice Isaac Rudnik, director del Instituto de Investigación Social, Económica y Política Ciudadana (ISEPCI). Ese instituto elabora, mes a mes, un Índice Barrial de Precios.
¿Por qué se da esa subrepresentación? Rudnik pone el eje en dos cuestiones. Por un lado, porque cuando se estableció la composición de esta canasta de consumo, en 2005, no estaban presentes de modo masivo internet o la telefonía móvil, que ahora son un consumo esencial para las familias. Y la otra vía de desactualización, señala, 'es el aumento desproporcionado de estos y otros servicios que tuvieron en los últimos dos años'. Esas dos variables hacen que no se reflejen, en la medida que corresponde, en los indicadores que arrojan el índice de inflación y la canasta básica total que mide actualmente el INDEC.
El gobierno celebra la desaceleración inflacionaria, pero para quienes viven con un salario que pierde la carrera contra la boleta de la luz, el 'ascensor' de las tarifas ya ha marcado una espiral de endeudamiento para muchas familias argentinas.
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