Trastorno bipolar: cuando la mente arde por dentro

Por Mariano Rato 

El trastorno bipolar es una condición de salud mental que afecta el estado de ánimo de las personas, haciendo que alternen entre momentos de euforia intensa y otros de profunda tristeza. Aunque la mayoría lo asocia a cambios de humor extremos, en realidad es mucho más complejo. Y como en muchos temas de salud mental, es necesario hablar con claridad para dejar atrás mitos y estigmas.

Desde la psicología y la psiquiatría, se reconoce que existen distintos tipos de trastorno bipolar. Hay personas que atraviesan lo que se llama un episodio maníaco: un período donde se sienten desbordantes de energía, casi invencibles, con muy poca necesidad de dormir, pensamientos acelerados, ideas creativas y una autoestima que roza la grandiosidad. Otras pueden tener episodios más leves, llamados hipomaníacos, o bien solo estados depresivos alternados con fases de aparente estabilidad. No todas las personas lo viven igual, y por eso se habla de un 'espectro bipolar'.

Un punto poco mencionado, pero fundamental para entender esta condición, es el carácter adictivo de la manía. ¿Cómo es esto? Para quienes han atravesado esos picos, la experiencia puede ser tan intensa y placentera que, con el tiempo, comienzan a desear revivirla. La mente vuela, las ideas fluyen, se sienten únicos, brillantes, llenos de vida. Muchas veces se lo relaciona con momentos de productividad creativa, incluso artística. Pero ese encantamiento puede convertirse en trampa: así como ocurre con ciertas drogas, la búsqueda de esa sensación puede llevar al desequilibrio emocional y a consecuencias serias.

La psicóloga y psiquiatra estadounidense Kay Jamison, una referente mundial en el tema, conoce esto en carne propia: ella misma fue diagnosticada con trastorno bipolar. A través de sus libros Una mente inquieta y Marcados por el fuego, narró su experiencia con una honestidad pocas veces vista. En sus páginas habla del sufrimiento, pero también de los momentos de expansión, de los temores a ser juzgada como profesional, y de la dificultad para aceptar ayuda. Su testimonio ayudó a miles de personas a comprenderse mejor y a perder el miedo a hablar.

Jamison también investigó la relación entre bipolaridad y creatividad. Observó que muchas personas con esta condición tienen una sensibilidad artística muy desarrollada, y que algunos de los grandes artistas de la historia posiblemente hayan vivido con este diagnóstico, aunque en otros tiempos no se conociera como tal. Pero ella misma advierte: no hay que romantizar la enfermedad. La manía puede parecer luminosa, pero también puede destruir vínculos, llevar a decisiones impulsivas, agotar al cuerpo y dejar una estela de dolor.

Frente a esto, ¿qué se puede hacer? La información es una herramienta clave. Saber de qué se trata el trastorno, identificar señales de alerta y entender cómo acompañar a alguien que lo padece puede marcar la diferencia. La psicoeducación —que consiste en brindar información clara y útil sobre la enfermedad— ayuda a las personas a entender qué les pasa, a reconocer cuándo buscar ayuda y a sostener hábitos que les permitan estabilizarse. Dormir bien, mantener rutinas, asistir a controles médicos y rodearse de vínculos seguros son pilares básicos para sostener el equilibrio.

También es importante dejar de lado el juicio fácil. Muchas veces, quienes viven con trastorno bipolar son tildados de exagerados, inestables o caprichosos. Pero detrás de esas etiquetas hay personas que sienten mucho, que sufren, que luchan por mantenerse en pie. Y que, como todos, merecen comprensión, contención y respeto.

Hablar de trastorno bipolar es hablar de salud mental, de humanidad y de lo que todos compartimos: emociones que nos habitan. En ese sentido, informar es también cuidar. Y quizás el primer paso para ese cuidado colectivo sea dejar de tenerle miedo a lo que no entendemos.

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