Una estancia con historia

Situada en el extremo oeste del partido de Chacabuco, en los lindes con Salto, a 6 kilómetros de la localidad de Los Ángeles, La Chica es una estancia que tiene una historia más antigua que nuestro distrito.
En ese sector del partido supo tener enormes cantidades de tierra el general Ángel Pacheco, que fue uno de los más cercanos colaboradores de Juan Manuel de Rosas, así como integrante del ejército de San Martín, con el que trabajó en los preparativos del combate de San Lorenzo, y luego en el cruce de los Andes, donde intervino en las batallas de Las Coimas y Chacabuco.
Ya de regreso a la región pampeana, en 1833 Pacheco fue nombrado por Rosas, el gobernador de Buenos Aires, como jefe del Estado Mayor en la Campaña al Desierto. Al término de ella, quienes habían participado en las acciones fueron premiados con tierras y dinero. A Ángel Pacheco se le asignaron campos situados en la zona de Salto, los cuales amplió hacia 1847, cuando compró miles de hectáreas en lo que luego sería el partido de Chacabuco.
En 1822 Ángel Pacheco se había casado con Dolores Reynoso, nacida en Cádiz, que era hija de Domingo Reynoso, quien fue intendente del Virreinato del Río de la Plata desde 1803 hasta 1809. A su vez, una de las hermanas de Dolores, llamada Elvira, era esposa de Mariano de Escalada, hermano de la esposa del General San Martín.
Ángel Pacheco y Dolores tuvieron nueve hijos, que fueron quienes recibieron como herencia de sus padres las grandes extensiones de tierra situadas en Chacabuco y Salto. El campo que luego fue la estancia La Chica, que contaba con 8.200 hectáreas, le correspondió a Julio Cleofe Pacheco Reynoso, el tercer hijo varón del matrimonio.
Julio estaba casado con una joven de Salto de ascendencia española, llamada Marcelina Carrera Erbajo. El sueño de su esposa era vivir en un palacete que tuviera reminiscencias de la tierra de sus ancestros. Así nació el proyecto de construir en el medio del campo una casa de enormes dimensiones.
El pequeño palacio se inauguró en 1874, cuando el matrimonio ya tenía tres hijos, a los que luego se sumarían cuatro más. La casa fue construida en un sector alto del campo y contaba con un mirador de nueve metros desde el que se podía detectar la presencia de los indios que no se encuadraban en los tratados de paz ni las leyes de guerra.
En un artículo publicado en el sitio Ser Argentino, Gabriela Saavedra cuenta que, de estilo neocolonial, La Chica 'tenía seis amplios ambientes y contaba con detalles de lujo, como aberturas de madera, paredes revestidas de papel tapiz, galerías coronadas con arcos de medio punto, rejas forjadas al remache caliente, luminarias de bronce, sillones estilo Luis XV, porcelana inglesa y alfombras hechas de pieles de jaguar. Sus parques fueron diseñados con una flora variada, con pinos europeos, estatuas renacentistas, fuentes y caminos circulares. Además, contaba con jaulas para animales exóticos'.
La familia de Julio Cleofe y Marcelina vivió durante varios años en La Chica, pero en 1883 la desgracia visitó por primera vez la casa, a partir de la muerte de Pacheco Reynoso, que no llegó a conocer a la séptima hija de la familia, que recibió el nombre de María Cleofe Nieves. Como si el desconsuelo no fuera suficiente, un año después de su nacimiento, la pequeña también falleció.
'En un corto lapso de tiempo, Marcelina se encontró viuda, con seis hijos, con dos duelos de por medio, y aislada en una propiedad que podía ser arrasada por malones de indios en cualquier momento', relata Saavedra. Por ello, la viuda decidió poner en venta la estancia, que fue adquirida por la familia Estrugamou.
Los nuevos dueños mantuvieron el esplendor de la casa, donde frecuentemente se llevaban a cabo tertulias y también tuvieron lugar los festejos sociales del centenario de la patria. Luego la propiedad se convirtió en una escuela para 15 estudiantes, hasta que finalmente quedó abandonada a su propia suerte.
En las décadas siguientes, especialmente en las últimas, La Chica formó parte de un circuito informal de turismo rural, por lo que recibía con frecuencia la visita de motoqueros, ciclistas, runners, personas curiosas por conocer las ruinas y hasta espiritistas. También sufrió vandalismo y muchos de sus detalles de lujo fueron desapareciendo, como las rejas, las molduras neocoloniales, la escalera caracol y las aberturas de madera.
Finalmente, a mediados de 2021, los dueños actuales de los campos en los que se encontraba el palacete decidieron demolerla, porque corría peligro de derrumbe. Como se trataba de una propiedad privada, desde el Municipio de Salto no pudieron hacer nada. Así, lo que fue lujo y alegría quedó reducido a escombros. Pero quedan las historias de La Chica, que siguen siendo transmitidas de boca en boca por los pobladores de la zona.
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