Verde esperanza

No dejan de asombrarme las historias de vida. Cada una con su impronta me divierten, me atraen, me emocionan.
Encuentro detrás de cada entrevistado, una riqueza para llevar a las teclas, y mientras más escucho, más razones tengo para seguir por este camino de los relatos sobre la vida misma.
Hoy nos da su testimonio Juan Pedro Dominguez, más conocido por su apodo 'Coco".
Lo conocí creo que en otra vida por así decirlo cuando tenía su negocio de chacinados y sus productos eran de un alto nivel casi imposible de superar.
Si bien ahora trabaja y mucho en una quinta de verduras en Avenida Solís, al buscar la nota nunca pensé que tenía tan importante bagaje de oficios y ahí es donde mi grabadora me hace un guiño y me advierte que nunca pierda mi capacidad de asombro.
¿Has nacido en Chacabuco?
'Si, nací en el campo y trabajé allí desde muy pequeño hasta los 30 años.'
¿Qué fue lo primero que hiciste tan chiquito?
'Lo primero fue el tambo. Pero había que hacer todo. Atender caballos, vacas, cerdos.'
¿Pudiste ir a la primaria?
'Fui a la primaria pero sólo dos meses. Después no fui más, no me mandaron más. No alcanzaba a sacarme el guardapolvo, que ya me ponían a cuidar los cerdos. Y se cuidaban hasta las nueve de la noche, a veces oscuro ya. Los encerraba y los contaba. Si faltaba alguno, dormía afuera.'
¿Cómo era eso?
'Claro, si faltaba algún cerdo a mí me dejaban afuera'
¿Tu papá o tu mamá?
'Sí. Me dejaban durmiendo afuera.'
¿Cuántos hermanos eran ustedes?
'Éramos ocho. Yo estaba en el medio, era uno de los más chicos. Después ya mis padres se enfermaron, se vinieron al pueblo y quedé yo con dos hermanos.'
¿Te quedaste en el campo?
'Sí, me quedé en el campo y había que seguir haciendo de todo y más que nada en el tambo. Cuando llovía era el problema porque había que trabajar igual bajo el agua.
Cuando mi padre decide venir a Chacabuco yo ya estaba pensando en conseguir trabajo en la ciudad.
Ya no quería seguir en el campo y la idea era conseguir una casa. Encontré ésta, donde vivimos con mi señora y criamos a nuestras hijas. Lo que ahora es nuestro hogar al principio era una pieza y baño. De a poco la fui levantando.
Entregué la chatita que tenía, compré acá pero me quedó una deuda y terminé buscando trabajo en las oficinas donde más tarde sería Molinos Río de la Plata.
Me tomaron sólo para trabajar por 5 días porque en realidad estaban despidiendo gente. Trabajaba más de 12 horas por día para pagar la deuda.
Cuando vieron mi tenacidad, mis ganas de progresar y que era funcional en cualquier puesto, me avisaron que me quedaba un tiempo más.'
¿Siempre ahí?
'El trabajo ya se estaba terminando. Pero me ofrecieron quedarme hasta que pusieran los pilotes y se ganaba bien.
Tuve dos accidentes de trabajo pero me quedé un tiempo más con la empresa Sofer y Cía.
Reconozco que era muy bestia para trabajar. El primer accidente fue por un hierro que pasó por toda mi ropa hasta la interior y cuando me llevan al médico casi que hace una denuncia porque parecía un tiro.
No fue nada de eso y estuve de licencia.
El segundo accidente me caí desde la grúa de una altura aproximada de 5 metros y la puedo contar pero estuve mucho tiempo en recuperación.
Yo cobraba en ese entonces como dos mil pesos, tres mil pesos, era mucha plata.
Cuando me recuperé, la empresa me ofreció ir a trabajar a la localidad de Avellaneda, Buenos Aires.
Me daban sueldo y vivienda y otra vez salí a buscar una casa. La nuestra quedó en Chacabuco porque la idea era volver.
Con mi mujer y mis dos hijas mellizas buscamos una casa para la familia y conseguí en Merlo por lo tanto viajaba todos los días hasta Avellaneda. Luego me trasladaron a Paso del Rey y más adelante a Tres Arroyos. Sería el sexto día, no sé cuando me robaron la bicicleta dentro de la empresa. Era una bicicleta importada que me había dado un tío bicicletero.
Fui a la comisaría a hacer la denuncia y me querían dar una de las que estaban ahí tiradas.
Yo quería la mía, eran todas robadas y nunca se sabe. Estaba casi cometiendo un delito. Me compré una, no tan buena, algo ordinaria, nada que ver con la que tenía, pero me llevaba y me traía.
Con el tiempo pudimos pagar la casa y nos vinimos a Chacabuco. Me compré un autito, un Gordini y mientras tanto me iban dando un lugar en la empresa. Me tenían en cuenta para distintos trabajos y reconozco que se ganaba bien.
Anduve por todos lados y también incursioné en la construcción.
Hasta que un día vine y le dije a mi señora que ya estaba, que era hora de un cambio y quería poner un negocio de chacinados.
Así fue que nos sumergimos en ese mundo de embutidos y fue un gran progreso.
Mi señora atendía y yo hacía lo que era carneada y producción. Fueron 25 años sin parar y la gente nos elegía, nuestro comercio era muy reconocido. Llegué a hacer 20.000 chorizos a la Fiesta del Maíz y también para todo evento que se presentara.
Trabajamos mucho y nos iba muy bien pero por razones de salud y personales tuvimos que cerrar.'
¿Cómo se llamó el negocio?
'Se llamó Chacinados Dominguez'
¿Ahora tenés una quinta de verduras?
'Si, comencé para consumo personal en un lugar que no era mío hasta que el dueño del solar me dice que quiere edificar un galpón.
Le pido que avise con tiempo pero fue de un día para el otro y tuve que dejar todo.
Tenía todos los sembrados y tuve que abandonar. No soy una persona que se bajonéa ni que se deprime ante los obstáculos, siempre para adelante.
Fui a ver ese solar abandonado que está lindando al Asilo de Ancianos en la esquina de Avda. Solis y Moreno.
Había cañas por todos lados. ¡Una mugre terrible!
Colchones, ropa vieja, trazadas, de todo. Tiraban todo por arriba del tapial. Era un basural.
Empecé a averiguar de quién era y me voy a hablar con Pablo y Federico Golía , los dueños.
Cuando voy me dice Pablo, 'Si vos te animas a limpiarlo, úsalo'
Me cobraban mucha plata para limpiarlo por lo que agarré la pala, el pico y salí para allá.
Despacito, esa tarde hice una lonja de 10 metros así hasta que lo hice todo.
Después había que sacar la basura que era mucha. ¿A quién voy a buscar?
Era una locura sacarlo solo, iba a estar semanas y me fui a ver a Julio Gil que había trabajado con nosotros en el campo.
Me dijo que sí, pero había un problema, las cañas. Me puse yo a sacar las cañas y él me sacó el resto.'
¿Qué sembraste?
'Achicoria, lechuga, zapallitos, zapallo para hacer dulce, calabaza, todo en su época aunque éste verano nos quemó casi todo. Ni perejil me quedó.
El intendente me dio el aval para vender aunque hubo gente que pensó que tenía cultivo de marihuana. Eso es algo que se pudo comprobar y yo vendo sin problemas.'
¿Y cómo va eso?
'Entre la lluvia y la sequía no fue un buen año.
Pensé que sería una buena cosecha pero se secó todo. Después empezó a llover y pudo brotar. Por lo menos coseché muy poca calabaza pero algo es algo. Ahora vino el zapallo para hacer dulce y ese sí, tengo unos cuantos. La seguimos remando.'
¿Tenés una clientela firme?
'Si, pero también va cualquiera pasa y compra. Ahora puede haber acelga que no está muy buena porque la agarró la piedra, la lluvia y después la helada como al perejil y el orégano .
También hay ajo, haba, cebollitas de verdeo, hinojo y ahora empecé a hacer de nuevo almácigos de achicoria pero contra el clima no se puede.
Siempre hay algún problema y tiene que ver con los cambios climáticos.
Muchas veces ni conviene comprar las semillas pero le sigo poniendo ganas.
Es algo que hago con mucho placer y hay que tener en cuenta que yo lo empecé para consumo personal. Luego se convirtió en una venta al público.'
Es interesante escuchar a Coco contar su historia con tanta vehemencia, su memoria impecable a sus 84 años apoyado por Nora, su esposa que compartió cada vivencia y apunta algún que otro dato que se escapa por la ventana en la tarde gris.
Sin embargo los grises no se notan en esta hermosa pareja que crio a puro pulmón a tres hijas.
Entre la charla y el café descubro que hay otra forma de vivir la vida y es poniendo colores a los recuerdos, pintar el mañana de verde esperanza y poner el pecho a las balas.
¡Puede ser ese el secreto y vale la pena intentarlo!
¡Gracias Coco y Nora!
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