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Villa La Providencia

21/04/2024
Villa La Providencia

Por Carlos Martín Cerri

 

Llegamos y entramos por la cocina, cuando estaban empanando milanesas; eran cuatro mujeres trabajando en equipo y, atravesando otra puerta, un pasillo y un salón con más personas que iban y venían. El 'Centro de atención a la infancia Doña Elisa' fue creado en 1997; recibe a niñas y niños de 45 días a 5 años, quienes quedan al cuidado de estas mujeres argentinas mientras sus padres trabajan todo el día. Un lugar sencillo, luminoso, bien organizado, en movimiento, donde se brinda desayuno, almuerzo, merienda y apoyo pedagógico, y se da contención a lo social con un plantel de docentes. 'Ella era muy buena, es la que empezó nuestro trabajo cuando daba asistencia a los niños y las niñas de esta zona, lo hacía acá al lado, y después se hizo esta construcción donde está ahora el Centro de la Infancia', nos cuenta María, la más antigua del lugar, refiriéndose a Elisa de Querejeta con una afectuosa mirada. Y nos conduce a hablar con unas vecinas, que viven aproximadamente a unos sesenta metros del lugar. Nos recibe Jimena, que llama a su madre, Quela. Nos hacen pasar a la casa, donde tienen un taller de costura, y nos cuentan que esas veinte casas que hay por ahí se construyeron en el terreno que originalmente formaba parte de Villa La Providencia, al igual que el Centro de la Infancia Doña Elisa: 'Estos terrenos eran todos de Doña Benedicta, ella los donó por testamento', refieren. Quisimos saber más, entonces Marita, Quela y Jimena nos llevaron a la construcción principal, cuyo perímetro está cerrado por un tapial y un alambrado alto con dos puertas, una desde lo que sería el costado de la edificación y la otra desde lo que sería el frente. En un principio era un monte solitario, colmado de vegetación, pasto, plantas y árboles; Doña Benedicta se instaló acá y fue construyendo en distintas etapas la obra de acción social, de ahí lo que debe haber sido la primera entrada principal, hoy 'por el costado', y posteriormente la segunda entrada, hoy 'por el frente', al extenderse la edificación con la construcción de la capilla. Era necesario entrar y recorrer por dentro el lugar para percibir la evolución, en busca del tesoro. Sí, porque Doña Benedicta avisó que dejaba un tesoro escondido, lo que llevó años después a que vinieran con excavadoras y herramientas de diverso tipo, rompieron los pisos de la capilla y perforaron todo en busca del famoso tesoro. Quedan las huellas de esa obsesión en el suelo, pues no tenían de las baldosas originales para reparar el lugar por donde iniciaron la excavación, y lo resolvieron con otro material que ahora contrasta a simple vista con el resto del piso. 

La mujer se llamaba Benedicta Sarlo; había nacido en Chacabuco, el 7 de mayo de 1878. Cuando tenía 8 años, tras haber sido maltratada por su madre, se escapó de la casa y vino al monte solitario que era este lugar; pasó una noche escondida entre las plantas, estuvo llorando desolada, y entonces recibió una visión: debía realizar una obra en favor de los niños desamparados; ésa sería la misión. Lo que hoy es la parte del costado fue lo primero que ella construyó, donde estaban un pequeño salón de entrada, su habitación y su baño; hasta ahí se llegaba por la puerta principal en ese momento, y que después, al extenderse la construcción, quedó como la entrada del costado. A partir de ahí, hizo construir un rectángulo con una entrada hacia la otra calle, que posteriormente sería la capilla dedicada a San Cayetano, que tiene una gran puerta de madera original y una entrada de primer orden, en excelente estado de conservación; y ya después, la construcción se siguió extendiendo todavía más allá, con dos salones adelante, una cocina y otras dos habitaciones, donde hoy se acumulan las donaciones de ropa y de calzado (prolongaciones que fueron realizadas a medida que se extendía la obra social y que se hacían necesarias dada la cantidad de gente y de actividades que se desplegaban). 

'Doña Benedicta le hacía curaciones a la gente, que venía con todo tipo de dolencias y afecciones; ella los sanaba, les daba agua de una bomba que tenía acá afuera, y les hablaba de Dios; era muy sanmartiniana, muy argentina, por eso hizo construir una estatua de José de San Martín ahí al frente, que todavía está, aunque hay que repararla', nos cuentan: 'Doña Benedicta daba de comer a la gente que venía, repartía alimentos, ropa, y les hablaba de Dios; leía mucho, escribía y dedicaba momentos en las noches para meditar mirando al cielo'.  

El lugar está ubicado en Av. Perón y Mateo Muro; en la entrada está grabado el año 1920, tal vez en referencia al momento de inauguración de la capilla, porque arriba, en el techo, hay otra fecha anterior a ésa, que probablemente señala el inicio de la construcción cuando doña Benedicta se instaló en el lugar. Está claro que la creación de este sitio ha sido todo un proceso, desde aquella noche cuando la niña desamparada de 8 años buscaba refugio, hasta Villa La Providencia, la capilla San Cayetano, el Centro de atención a la Infancia Doña Elisa y el barrio de casas que, todo junto, integraban el mismo lugar. Entonces, para la libreta de apuntes: la creación es un proceso ordenado y progresivo, con dinámica de expansión (Ley de Crecimiento). Precisamente, el tesoro que dejó Doña Benedicta es la misión, la obra social a cumplir, el espíritu patriótico argentino, sanmartiniano, y la fe en Dios.

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