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La otra cara de un soldado

11/11/2024
       La otra cara de un soldado

Como seres sociales cada día que pasa vivimos una guerra. Contra el destino, contra el sistema, contra las reglas, incluso contra el universo.

El ser humano vive su propia guerra interna donde no hay vencedores ni vencidos, pero nos lleva a un estado de conflicto permanente porque no podemos aceptar las reglas de la vida. Las sorpresas que ella nos depara nos mantiene en constante alerta y el enemigo está al acecho, agazapado, detrás de un sentimiento, una computadora, un semáforo, una enfermedad.

Se libran batallas cada hora en nombre de situaciones que absorben todas nuestras energías, y aún así, la guerra continúa porque no hay tiempo que perder.

Sin embargo, esta guerra fue real si acaso hubiera que definirla.

Hoy hablamos de una que estoy segura cada uno de nosotros conoce cómo así a sus actores

Se han escrito en su nombre poemas y canciones y compartido cada vigilia del 2 de abril.

Nuestra patria tiene páginas escritas con sangre.

Y entre una de ellas se deslizan historias de vidas.   

Marcelo Ramón Aguirre, además de ser un excombatiente de Malvinas, es un gran amigo y  uno de los que pudo regresar sano y salvo aunque las esquirlas las lleva dentro.

Esta es la historia de cada soldado argentino que subió a un tren como jóven y bajó al poco tiempo como hombre.

No me cierran los números cuando hablo de ese lapso que los hizo crecer de golpe.

El casi niño no sólo bajó hombre, sino que era un hombre roto. Si tuvo la suerte de poder volver  a su ciudad natal, ya no era el mismo. 

Y al recorrer el sendero hasta casa tuvo que aprender una cosa más antes de llegar. Me imagino un camino rodeado de trozos que fue tomando al pasar para armar su estructura y poder abrazar. Tuvo que recordar cómo era reír para esbozar una sonrisa ante la mirada de padres atónitos de un hijo cansado.

El hombre roto armó cada parte de su yo externo pero en su alma retumbaban las bombas y el moría en cada ejercicio de respirar.  Volvió de la guerra pero durante mucho tiempo caminó sobre campos minados y con mucha ayuda profesional, familiar comenzó a regresar de a poco a ese lugar que fue su hogar.

Sabemos de uno de nuestros muchachos que deambulaba en Chacabuco y no encontraba el camino a casa hasta que alguien lo conoció y lo llevó. Tiempo después supimos que era un héroe y había salvado muchas vidas a rieSgo de la suya.

Pero él no lo sabía porque bajó donde le dijeron  y él acató sin dudar. Así de roto estaba.  

Dolores vacíos, estrés post traumático y una amplia gama de efectos colaterales que terminaron con su incipiente juventud y sus sueños. Los que les pertenecían y la guerra les robó.

Marcelo es oriundo de la ciudad de Carmen de Areco, ahora es vecino de Chacabuco, y también tuvo que armar cada pedazo para abrazar a sus padres y hermanos.

Lo conocí por casualidad una mañana de otoño cuando trabajaba en la escuela 17. Tomó un cargo que se otorgaba de cada diez postulantes en el listado A un ex combatiente.

Recuerdo aún su cara de asombro al entrar. No era el trabajo que había dejado al subir al tren. Y de la mano de la sociedad educativa conocí a un tipo bueno y grandote, que aún reinventa sus miedos y los invierte en sabiduría. Hace lo mejor que puede desde su humanidad desolada y transforma los silencios en confesiones y las sonrisas dibujadas en tímidas carcajadas.

A través de Marcelo cuento la historia de cada joven argentino que si pudo regresar, ya no tenía alas para volar, hablo de nuestros pibes que se siguen armando y de los que no lograron hacerle frente a su vida después de la muerte y declinaron.

Mi admiración crece ante cada relato que muchas veces parece sacado de una película, pero es real, concreto y cruel.

Lo que vamos a conocer de Marcelo es la otra faceta de su lucha. Ese antes que no todos conocen y les puedo asegurar que vale la pena.

¿A qué edad te fuiste?

"La verdad, Sonia, es que esto me trae muchos recuerdos.

A los 18 años fui al sorteo y me tocó el 921. Mi padre había hecho el servicio de Granaderos en la Ciudad de Buenos Aires porque era una persona de cuerpo y estatura grande. Eso hizo que le tocara ser Granadero y siempre me decía que había que hacer bien las cosas.

Y crecí con esa impronta grabada como reliquia heredada. Estaba listo para cumplir con mi deber cívico y volver a casa." 

¿Entonces, no sabías que ibas a la guerra?

'No. Una vez que nos sortearon fui a revisión médica y salí apto. Al año siguiente, en 1981 ya hacen el llamado para presentarnos y mis padres me llevaron hasta la ruta a tomar el colectivo. Fui con lo puesto. Una campera era lo único que tenía que llevar además del DNI.'

¿Qué hacías en ese momento?

 'Yo para esa época ya andaba en los camiones con un amigo, había estado en el campo, había hecho varias cosas porque en casa me dijeron que si no estudiaba tenía que trabajar.'

¿Y te vas de Carmen para hacer la conscripción?

'En el momento que nos mandan a Junín con varios pibes de Carmen de Areco nos vuelven a revisar y de ahí nos embarcaron en el tren sin saber nuestro destino. Llegamos a Buenos Aires y de ahí hicimos transbordo a Bahía Blanca.  Fue ahí que nos dieron la ropa e hicimos 60 días de instrucción  y nos dieron destino.

En mi caso fue el ARA Cabo San Antonio que era un buque grande de tropas para llevar camiones, ambulancias, víveres entre otras cosas. Era un barco que llevaba entre 170 y 190 personas.

Se me juntó la conscripción con la guerra. Estuve en total 14 meses bajo bandera'

¿Sabían algo de lo que se estaba gestando?

'Todavía no se hablaba de la guerra. En mayo de 1981, a los 19 años me incorporaron. Al hacer Marina éramos uno de los últimos en volver a la vida civil y justo se arma todo.

El 28 de marzo del 82 empezamos a ver mucho movimiento y los camiones que venían con Unimog, ambulancias, jeeps y camiones

Lo que nos sorprendió ese 28 de marzo, fue que nunca habíamos cargado municiones de guerra, siempre habíamos embarcado municiones de práctica, lo que decían las cajas. Eso nos llamó poderosamente la atención y pudimos ver qué algo estaba pasando Nunca se hablaba, se decía o se comentaba lo que estaba por pasar, Fue una maniobra muy secreta de los oficiales que supuestamente ya tenían un cronograma de lo que iba a hacer el barco que fue el único que entró a Malvinas el 2 de abril porque nosotros teníamos agua potable, muchos víveres, municiones y muchas de esas cosas quedaron en Malvinas."

¿Cómo se conformaba tu familia?

'Mi papá, mi mamá, mis abuelos, tíos y dos hermanos más chicos que yo, un año de diferencia'

¿Cuándo se enteraron que iban a la guerra?

'El 1 de abril cuando ya estábamos en inmediaciones de Malvinas con el buque ARA San Antonio. Íbamos llenos de tropas, municiones y víveres.

Ahí nos enteramos con qué misión viajabamos. Hubo una misa, nos entregaron un rosario y nos mirábamos entre nosotros con total incertidumbre'

¿Cuál era vuestra misión?

'La misión de nuestro buque era entrar a Puerto Argentino y bajar todo.

A mitad del año 81, ya estábamos embarcados y fuimos conociendo las funciones que cumplíamos en el barco y que íbamos rotando. Teníamos una balsa que nos habían otorgado con un número, por las dudas si había que abandonar el buque y aprendimos a manejar."

¿Cómo se fueron conociendo al finalizar la guerra?

'A través de los años nos fuimos encontrando y charlando entre los centros de excombatientes inclusive en todo el país.'

Esta es la historia de muchos pibes que subieron a un tren llenos de proyectos y nunca volvieron o volvieron en pedazos. De cuerpo y de alma.

Es la vida de un ser humano que cicatriza como puede cada día un poco más.

Y el hombre roto comienza entonces a sembrar semillas. Y la familia hermosa que hoy tiene es su mejor versión.

Convirtió dolor en amor, recuerdos en experiencia, trozos en cuerpo entero y un alma abierta a la vida justamente porque la muerte le hizo un guiño .

Entonces la vida florece y va dando frutos. Frutos que curan el cuerpo y el alma de un ser que necesitó armarse, pero por si acaso siempre tiene una caja de banditas en sus manos y otra en su corazón.

¡Gracias Marcelo y a través tuyo, a todos nuestros muchachos. Dios los bendiga!

 

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