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Algunas anécdotas de los primeros tiempos del Club Social

14/08/2024
Algunas anécdotas de los primeros tiempos del Club Social

Lo que hoy es el Club Social se fundó el 16 de febrero de 1893 con el nombre de Club de Comercio. En un anuncio hecho a la comunidad pocos días después, sus primeros miembros expresaban que la institución sería 'un vínculo de unión en la culta sociedad de Chacabuco' y tendría como fines 'proporcionar entretenimientos lícitos y propender a la instalación de una biblioteca'.

Entre los entretenimientos figuraban los bailes que solían organizarse en la semana de Carnaval, en los aniversarios del Club y en ocasión de festejos patrióticos y populares, y a los que sólo podían concurrir los asociados, sus familiares y un reducido núcleo de invitados especiales. Las reuniones danzantes se realizaban durante la semana de Carnaval, en los aniversarios del Club y en ocasión de festejos patrióticos y populares.

También, y en pos de los fines de esparcimiento, pocos meses después de la fundación se realizó una primera compra de bienes que incluía tres mesas de billar. A la par de eso, en la institución se compartían otros juegos, en algunos casos no tan lícitos, que solían provocar reclamos y quejas.

El profesor Oscar Melli cuenta que ya a mediados de 1894, o sea, menos de un año y medio después de la fundación del Club, la comisión directiva advirtió seriamente al gerente de la institución acerca de que no podían entregarse fichas para un juego de la época, llamado muselga. También se le ordenó que no podía permitir el juego del siete y medio, y si ello no fuera posible, tendría que informar la nómina de infractores.

'Los juegos prohibidos, la presencia de forasteros sin suficiente autorización y las inevitables rencillas de aldea fueron algunos temas que preocuparon a la junta directiva', escribió el historiador, en relación a lo que sucedía en esas primeras épocas del Club.

Pero los conflictos no se limitaban a eso. También causó conmoción en esos tiempos la denuncia realizada por un socio fundador acerca de que su esposa había sido insultada por otro asociado. La comisión directiva tomó cartas en el asunto y resolvió por unanimidad la expulsión inmediata del agresor. La decisión fue apelada por el sancionado, que pidió una reconsideración. El pedido fue tratado en una reunión extraordinaria de la comisión, uno de cuyos miembros opinó que se había actuado de manera apresurada y sin hacer un análisis exhaustivo de los hechos. Finalmente, y luego de una ardua discusión, se decidió atenuar la pena y que la expulsión se transforme en una suspensión de dos semanas.

El cambio de sanción motivó el enojo del denunciante original, que expresó su indignación en las páginas del periódico El Mentor. Sus palabras fueron consideradas agraviantes por parte de los directivos, que dispusieron que el expulsado del Club fuera él.

Melli también cuenta otra anécdota de esa época, que tiene que ver con una familia que devolvió la invitación que se le había hecho para una tertulia que se estaba organizando. El motivo del rechazo era que, en una tertulia anterior, a una de las hijas de la familia nadie la había invitado a bailar. Este tema también llegó a la comisión directiva, que se eximió de culpas alegando que la conducción de la institución no era responsable 'de que los socios no quisieran bailar con alguna de las concurrentes'.

De todas formas, los mayores conflictos se producían en torno al juego, en lo que la institución de Chacabuco se había convertido en un centro de referencia regional. Acerca de esto, se menciona un hecho ocurrido hacia 1914, cuando el Club ya había pasado a llamarse Social. En ese año, por un incidente común, fue amonestado un socio llamado Emilio Gatica. El sancionado consideraba excesiva la pena al lado de otras cosas que pasaban en la entidad.

'Al centro concurren con frecuencia personas de antecedentes desconocidos por completo, y acuden con el solo y deliberado objeto de saciar sus vicios en la timba allí establecida', afirmaba Gatica, cuenta Melli, también denunció que en la institución 'se había montado una organización de juego que producía mensualmente, por concepto de comisión, la suma de 1.500 pesos moneda nacional'. Además, calificaba como una 'lamentable inmoralidad' recurrir a esa fuente de financiación 'para sostener la vida de un centro social entre la culta sociedad de Chacabuco'.

También mencionaba un hecho ocurrido en años anteriores, cuando un individuo de otra ciudad, que medraba como 'explotador del juego', se había retirado del Club llevándose 70.000 pesos, mientras que su sucesor había hecho lo propio con 30.000 pesos. O sea que, entre ambos, 'en menos de un año fugaron de la localidad 100.000 pesos'. Su conclusión ante esto, según menciona una nota del periódico Chacabuco, era que si la comisión directiva se mostraba tan celosa al juzgar incidentes menores no debía vacilar en clausurar inmediatamente 'ese antro de corrupción'.

Se ve que las autoridades municipales y policiales tomaron debida nota de la denuncia porque pocos días después, en la noche del domingo 22 de febrero de 1914, minutos después de terminados los corsos, un grupo de policías, algunos vistiendo ropas de civiles y otros uniformados, irrumpieron en la sala de juegos del Club Social. Allí arrestaron a numerosos asistentes y secuestraron fichas y dinero.

'Hasta la jefatura de Policía de La Plata habían llegado reiteradas denuncias sobre el funcionamiento de garitos en Chacabuco, y las autoridades policiales destacaron a varios empleados que llegaron de incógnito. Uno se había empleado como mozo en el Club, y desde su interior había verificado el fundamento de las denuncias', escribió Melli. En tanto, el periódico Chacabuco, en su crónica de los hechos, señaló que en la madrugada del procedimiento numerosos vecinos se congregaron en las cercanías o directamente dentro del 'suntuoso edificio', al que se aludía como un 'palacio levantado con el recurso de la coima'.

El bisemanario también consignaba que el pueblo conocía 'a los verdaderos responsables del escándalo', así como la tendencia política de los integrantes de la junta directiva, que habían accedido a sus cargos a través de una 'irregular elección' en la que no tuvieron cabida 'vecinos de reconocida honorabilidad'. El periódico, además, consideraba que otro responsable de este escándalo que agraviaba a Chacabuco era el propio comisario de Policía, de apellido Black.

 

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