'Lo vemos como continuador de Francisco, de la Iglesia misionera, sinodal, dialogante'

El padre Darío Kling, de la parroquia San Isidro Labrador, nos dio su parecer acerca del nuevo Papa. 'Con mucha alegría hemos recibido la designación del Papa León', dijo, y repasó las figuras de San Agustín y de León XIII, de las que abreva el recientemente elegido Obispo de Roma.
Son los primeros días, lo vamos conociendo, y nos afianza en esta primera sensación', dice el padre Darió, y comenta: 'mirando el Evangelio de este domingo, del buen pastor, dice Jesús: ´las ovejas reconocen su voz´. Cuando este hombre se asomó al balcón y dijo ´La paz sea con ustedes´, con un tono de voz tan humilde, para nada impositivo, ni siquiera era un tono fuerte, era un tono discreto que se hizo agradable al oído enseguida, y al corazón. Creo que entró en la gente'.
-Es un papa agustino, ¿Quién fue San Agustín?
-San Agustín es un enorme Santo de la Iglesia de los primeros tiempos, del siglo IV. Era un pagano, no fue bautizado hasta sus treinta años. Su madre, Santa Mónica, durante treinta años lloró por la conversión de su hijo. Era un formidable retórico, un filósofo estudioso, pero también muy mundano, de una vida muy intensa, un buscador de la verdad, un corazón muy inquieto, y por ser así se metió en sectas de la época, en cosas absolutamente contrarias a la fe cristiana. Finalmente, San Ambrosio lo bautizó de adulto en Milán, donde estaba educando a los príncipes de la familia real. Le gustaba la vida retirada, el ocio, decía él. Y había generado una especie de ocio positivo, que le permitía profundizar en la filosofía y reflexionar. Junto a eso, había desarrollado una vida común, con algunos compañeros con los cuales vivía, compartían y reflexionaban, estudiaban, y ahí le llega la fe cristiana, escuchándolo a San Ambrosio. Él despreciaba a San Ambrosio, despreciaba los Evangelios, decía que eran unos libros mal escritos, con faltas gramaticales. Sin embargo, llegó el momento de la conversión y pasó a ser un gran pastor. Enseguida lo hacen obispo de Hipona, en el norte de África y allí desarrolla una cantidad de trabajos, de homilías, de comentarios a la Sagrada Escritura. Pero claro, no pensemos en un señor sentado en un escritorio escribiendo; pensemos en un pastor atendiendo a su pueblo y a la vez combatiendo las herejías, los errores de la fe. Agustín siempre conserva la idea del monacato y ahí está el tema de las reglas monásticas. Él escribe el conjunto de normas para la vida común, una vida inspirada en Jesús con los apóstoles, que vivieron así, de manera comunitaria. Él decía: 'techo, mesa y ajuar'. O sea, la ropa, la comida y la casa. Nos dejó esas reglas monásticas que varios siglos después, el Papa Inocencio IV las toma y funda la orden de los Agustinos, hacia el 1200. De ahí viene el papa León XIV. Es una orden misionera, o sea que cada vez que se pone en contacto con los sacerdotes que están en un lugar, se pone en contacto también con la avanzada de la Iglesia, es decir, con la Iglesia que llega a las periferias, como decía el Papa Francisco. Lo vemos así como un continuador en ese sentido de la mirada de Francisco. La Iglesia misionera, sinodal, dialogante, desde la humildad, no desde la imposición.
-El cardenal Prevost tomó el nombre de León XIV para ejercer su papado. Eso nos lleva a recordar quién fue León XIII…
-Es un mensaje fuerte. León XIII es el Papa de la doctrina social, el que puso una palabra de Dios en defensa del ser humano y de la humanización del trabajo en medio de la revolución industrial de fines del siglo XIX. El gran documento del papa León XIII fue la encíclica Rerum Novarum, sobre las cosas nuevas. Se había pasado de un mundo artesanal a una industrialización bruta, donde había explotación de todo tipo con los obreros, contaminación ambiental, la búsqueda de ganancias a toda costa… Gracias a la Rerum Novarum, por ejemplo, aparecen los Círculos Católicos de Obreros, que no eran sindicatos católicos, pero más o menos... Eran para encontrar a los obreros que compartían su fe y ayudarlos a organizarse, a defenderse frente a la explotación, a recobrar la dignidad del trabajo, la dignidad de la persona, de la familia, el poder tener los bienes necesarios para llevar adelante la vida. La justicia social aparece ahí, cuando había una autodestrucción de la humanidad en manos de los poderosos que eran los que desarrollaban, entre comillas, la industria, que generaba un enorme desequilibrio en el mundo que dura hasta hoy. Y hoy tenemos también una revolución parecida con lo tecnológico, y nuevamente el peligro de la deshumanización frente a lo que va a pasar con la Inteligencia Artificial, por ejemplo. Algo de lo que ya advirtió Francisco. Y con este nuevo León seguramente vamos a tener un mensaje que nos va a señalar rumbos.
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