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Crece el odio en las redes: ¿se puede frenar?

27/07/2025
Crece el odio en las redes: ¿se puede frenar?

Un estudio relevó el brutal crecimiento de la agresividad en el mundo digital. ¿Por qué el presidente Javier Milei es el argentino que publica más insultos? Las sugerencias para no caer en la trampa y evitar huir espantados de los debates públicos.

POR MANUEL BARRIENTOS

 

El dato es alarmante: creció un 90% el uso de insultos en las redes argentinas en los últimos dos años y medio, con un promedio de 1.3 millones de insultos por mes y 41.935 por día. Así lo señala un reciente informe de la Consultora Ad Hoc, que advierte sobre los peligros de una dinámica de violencia que destruye las posibilidades del diálogo y fomenta la lógica del aislamiento.

En la era digital, el bien más preciado es atraer la atención. Hoy recibimos millones de noticias por segundo. La lógica del algoritmo genera segmentación y 'burbujas': es posible que se nos pase por alto un hecho muy importante porque estamos atentos a otros estímulos. La política debe intentar captar la atención en ese torbellino enorme de sobreinformación.

En Argentina hay más de 40 millones de usuarios navegando entre 4 y 6 horas diarias en redes sociales. Y la política busca sobresalir en este caos. Pero la solución adoptada de forma mayoritaria reside en la provocación permanente, transformando las redes sociales en fábricas de escándalos y peleas muy violentas.

La consultora Ad Hoc identifica diferentes tipos de perfiles que operan políticamente en las redes.

 

Trolls: son los usuarios de mayor intensidad, líderes digitales que buscan provocar, polemizar y agredir de forma sistemática. Sus mensajes reafirman una posición ideológica y confrontan con otras, a menudo con desprecio y agresividad, y suelen usar nombres falsos.

Provocadores: son figuras públicas con legitimidad fuera de la red que replican esporádicamente el formato de los trolls. Polemizan y toman posición sobre temas específicos, conectando a los trolls con los amplificadores.

Amplificadores: en general, suelen ser los medios y los periodistas quienes juegan este rol. Gracias a su gran cantidad de seguidores, tienen la capacidad de expandir contenidos hacia audiencias masivas. También obtienen su legitimidad de su desempeño profesional fuera de las redes y replican publicaciones, a menudo incluyendo nuevas provocaciones e insultos. 

 

La violencia se propaga en las redes usando la lógica del algoritmo: la provocación es atractiva para lograr atención e interacciones. El troll insulta, el provocador lo replica y lo legitima con su "valor social", y el amplificador lo masifica y viraliza. El conflicto se convierte rápidamente en noticia, que los periodistas utilizan para no quedarse fuera de este círculo.

El estudio destaca que Javier Milei es el usuario no-troll que más insultos y agresiones realizó en los últimos dos años, siendo el sexto a nivel nacional, superado sólo por trolls de diversos sectores políticos. Sin embargo, los insultos no son exclusivos de un solo sector, también los representantes de La Libertad Avanza, el PRO y el peronismo utilizan las agresiones con frecuencia.

Un dato novedoso es que los empresarios se sumaron a esta maquinaria del insulto político en las redes. A nivel global, Elon Musk, el dueño de X, marcó tendencia. En nuestro país, el empresario Marcos Galperín (Mercado Libre) es señalado por sus provocaciones a través de la agresión hacia 'kirchneristas' y el 'comunismo', utilizando términos propios de la comunidad libertaria. 

La Consultora Ad Hoc concluye que la política ha perdido su capacidad de 'dirigir' las dinámicas sociales. En cambio, se 'sobreadapta' y alimenta un círculo vicioso de superficialidad y agresividad. El informe recomienda 'parar la pelota y pelear contra la corriente'. Reconoce que puede ser una forma 'nueva, complicada y necesaria de hacer política', pero dice que esa estrategia se basa en la esperanza de que 'cuando los ciclos cambien, tendrá su premio'. 

Más allá de las dirigencias, el odio en las redes también busca intimidar al ciudadano común y sacarle las ganas de participar en las redes por temor de ser juzgados, criticados o insultados por sus comentarios. Pero huir es, en cierta forma, también ceder el derecho -y el deber- que todos los ciudadanos tienen de intervenir en la solución de los problemas que tienen en común. Se trata de quedarse, pero no enroscarse ni terminar atrapados también en la lógica del insulto. No es necesario tolerar los abusos; y menos alimentar a los trolls respondiendo a sus agresiones. La estrategia más eficaz es ignorar, bloquear o silenciar a los trolls. Y, al mismo tiempo, mostrarse activos y apoyar a quienes tienen un comportamiento respetuoso y promueven el diálogo constructivo. 

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