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Cuando Chacabuco tenía un carnaval de 18 cuadras de largo

07/02/2024
Cuando Chacabuco tenía un carnaval de 18 cuadras  de largo

Los festejos de Carnaval existían antes de la fundación del pueblo Guardia Nacional y se potenciaron a medida que el joven centro urbano fue creciendo. Esto hizo que ya en 1883 la Municipalidad emitiera una ordenanza que establecía una serie de restricciones para tratar de ordenar la celebración. El primer artículo de la norma establecía que los juegos de carnaval sólo estarían permitidos en los tres días previos al miércoles de ceniza y quedaba terminantemente prohibido arrojar aguas servidas, así como frutas, huevos, harina, almidón 'y demás cosas que originen perjuicios'. Tampoco estaba permitido irrumpir en los domicilios de vecinos sin la correspondiente autorización de los dueños de casa, así como 'galopar por las calles del pueblo, ya sea a caballo o en vehículos'.

Un notable animador que tuvieron los corsos de aquella década de los 80 fue el poeta, maestro y periodista Pedro Bonifacio Palacios, más conocido como Almafuerte, que en los carnavales de 1881 colaboró con una comparsa llamada Las Rubias y Morenas, para la cual escribió la letra de un vals.

'Desde las quintas, las chacras y el campo'

Cuenta el profesor Oscar Melli que en los años siguientes, con el crecimiento de la población urbana y rural -debido a la llegada de distintas corrientes inmigratorias-, los corsos se hicieron cada vez más grandes y concurridos. 'Desde las quintas, las chacras y el campo afluían al pueblo carruajes de variado estilo y fábrica: veloces y pulcros sulkys, charrets de rodar sonoro, pesadas jardineras y cómodos breaks de cuatro ruedas, colmados de mujeres, jóvenes y niños, que se congregaban ilusionados con las sencillas e inocentes alegrías que sólo se daban una vez en el año', escribió el historiador.

El estallido de una bomba de estruendo anunciaba cada noche el comienzo de la fiesta. Ello marcaba la salida, desde cocheras y corralones, de lujosos landós con adornos multicolores y las carrozas cuya preparación comenzaba con muchos meses de antelación. También salían al ruedo las mascaritas, así como murgas y comparsas, que realizaban sus danzas con un ruido de fondo proveniente de pitos y matracas. Al filo de la medianoche, entre serpentinas y aguas perfumadas, el clima festivo se iba apagando y para muchos comenzaba la hora del regreso. Los mayores, en tanto, continuaban la celebración en los salones de baile.

'El corso ha estado magnífico'

Las crónicas periodísticas de la época señalan al carnaval de 1899 como un acontecimiento memorable. Así lo señalaba un artículo del periódico El Mentor: 'El corso ha estado magnífico. Trescientos vehículos de dos y cuatro ruedas, de toda forma y casi todos ataviados con géneros, colgaduras, banderas, flores y cuanto el ingenio inventa para que aparezca sobresaliente, hemos contado con el mayor cuidado, el domingo pasado, en el extenso recorrido de 18 cuadras. Que nos citen otro carnaval en el que haya habido un entusiasmo igual', expresaba la crónica.

En los corsos de ese año, la comparsa que obtuvo el primer premio fue la de la Unión Artesanos, dirigida por Santiago Pastorini, seguida por las agrupaciones Las Valdostanas y Los Ciclistas. También hubo grupos musicales que recorrieron las calles, ingresando a los salones de baile. Se contaban entre ellos las orquestas del Centro Español y de la Unión Artesanos, el quinteto de la Sociedad Italiana y el conjunto del Club Unione y Lavoro, integrado por los músicos Carosella, Guandalini y Buscalia.

La euforia de la crónica periodística por lo que fueron los carnavales de ese año se hacía extensiva a los bailes que había al término de cada noche, especialmente los que se realizaban en el salón del Centro Español. 'Difícilmente se recordará otro ejemplo de un baile que haya resultado un acontecimiento social de la más alta trascendencia como el del Español en la noche del 19. Aquello estaba encantador, en medio de un torbellino de criaturas con el rostro cubierto con un discreto antifaz, corriendo en ruidosa algazara, confundiéndose con un oleaje de gasas, flores y cintas', escribía el entusiasta periodista de El Mentor.

Los años siguientes los carnavales de Chacabuco siguieron siendo multitudinarios y para comienzos del siglo XX ya habían adquirido notoriedad en toda la zona. También eran famosas las tertulias y bailes que había al término de cada noche en los salones del Centro Español, el Centro Orfeón Chacabuco, el Club de Comercio (luego Club Social), el Club Artesanos y el Centro Los Marinos.

'Un carnaval triste'

Ya en la década siguiente comenzó un tiempo de decadencia. Cuenta Melli que el de 1917, quizás por la crisis y la angustia provocadas por la 1ª Guerra Mundial, 'fue un carnaval triste'. Inclusive, en el bisemanario Chacabuco apareció un artículo titulado 'La agonía del carnaval'.

'No podríamos precisar con todo aplomo si es obra de la crisis o de la evolución del perfeccionamiento que se viene operando en las prácticas mundanales, la indiferencia con que se ha celebrado el anual homenaje al dios de la locura. Lo que hay de verdad es que año a año, se pronuncia con más evidencia el desgano de las multitudes para festejar las carnestolendas', se afirmaba en la nota.

Sin embargo, en los años siguientes se recuperarían los bríos de otrora y así, superando las décadas y los cambios que trajo la modernidad, los carnavales de Chacabuco continuaron hasta hoy.

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