Detrás de las páginas

HISTORIAS DE VIDA
Por Sonia Elisabeth Rubino
Una tarea que muchos conocen desde otro lugar.
Recibir el periódico, escuchar una moto que parte en segundos y vuelve a parar, así durante cada madrugada.
Muchas veces se espera que llegue para desayunar leyendo y, entre página y página, el mate toma protagonismo y se esmera en mantener su calor para acompañar al lector.
Pero las redes sociales están cambiando ese ritual y desde muy temprano la pantalla del celular o la tablet nos anticipa con lujo de detalles cada noticia.
¿Conocemos la tarea del canillita más allá de esperar su llegada?
Es arduo su trabajo y muchas veces cruel.
El frío, la lluvia, el viento son parte de las adversidades que llevan en su bagaje.
Uno de ellos nos cuenta hoy algo de su peregrinar para que nadie se quede sin sus pliegues de noticias y clasificados.
El canillita ha transitado todos los caminos, los gobiernos, los desafortunados sucesos y la censura del Estado. La vida misma en cada página.
Hoy tenemos herramientas como compartir, capturar, publicar y leer desde casa todo lo que pasa en el mismo instante.
Pero es una parte de nuestra historia esa tarea casi en extinción como lo son la imprenta, el papel, las rotativas, etc...
Emblemática época que nos deja sabor a tinta y pluma. Horas de trabajo sin olvidar a cada una de las personas que en el camino fueron dibujando una labor y una manera de llevar el salario a sus hogares.
Aún así, y pese a la tecnología, muchos siguen eligiendo el aroma de las páginas, interactuar con las letras molde, ojear para luego volver una y otra vez, mientras el café hace un guiño cómplice de cada mañana.
Y los protagonistas de las madrugadas, que ya son pocos, añoran vivencias a partir de esta nota que les devuelve, de alguna manera, el papel que durante tiempo han llevado adelante.
Hoy son menos, pero aún nadie puede decir: '¡Paren las rotativas!'.
José Vaninetti es uno de los canillitas que hasta hace poco tiempo, y por más de 40 años, realizó el reparto de los diarios y revistas que fue el sustento de su hogar.
Comenzó en un kiosco que heredó de la familia Dátoli. En esa época también repartió diarios nacionales y el bisemanario local "Chacabuco".
También destacadas revistas que se lucían en cada kiosco y eran sumamente consumidas por mujeres y hombres, niños y grandes.
Luego nace el diario De Hoy y con toda la inquietud de seguir por más, José nos cuenta algunos de sus momentos más prolíferos de su trabajo.
Comprar un reparto era muy caro, recuerda, y él se siente afortunado de haber llegado a tenerlo a la par que muchos de su rubro ya se iban jubilando.
Eso colaboró para ampliar su recorrido y comenzar a transitar un camino que le permitió progresar y hasta tener su kiosco propio.
"Los clientes me esperaban pues cada vecino conocía mis horarios y costumbres.
Ellos sabían que aún ante las inclemencias el producto llegaba en tiempo y forma", relata José.
"Tenía una costumbre para algunas fechas como el Día de la Madre, del Padre, Navidad o Año Nuevo. Lo hacíamos juntos con Adriana, mi señora, y era dejar frases dentro del diario como una especie de agradecimiento para mis clientes".
Y ellos me devolvían la atención con alguna botella de sidra o vinos finos. !Era como una gran fiesta!'.
Una manera de que su trabajo diera sus frutos era respetar horarios, ir a descansar para estar en pie a las tres de la mañana.
"Hace muchos años solían dejar en el auto o en la casa las llaves colgadas y yo les tocaba timbre a la hora que sea para devolverlas".
Cuatro décadas en las cuales José se retiraba temprano de los eventos y sin beber un sorbo de alcohol, porque sabía que en minutos lo esperaba todo un recorrido. Mucho abrigo, capa y envolver cada uno de los diarios para que la lluvia no los dañe.
"Volvía muy temprano de reuniones y fiestas y dejaba todo preparado para cambiarme rápido y salir sin desayunar. Después del reparto tomaba un café y seguía con la cobranza".
"Hubo momentos difíciles, pero los fui superando gracias a mi familia", nos cuenta.
"Me sentí, en algunos casos, parte de los hogares. Era una inyección para no bajar los brazos, sobre todo después de problemas de salud que pude sortear y gracias a Dios seguir adelante".
'José, ¿tenés algún recuerdo amable que a pesar de los años aún guardes en tu memoria?', pregunto.
¨¡Si! ¡Si que los tengo!", contesta con firmeza.
"Tuve entre mis clientes a un matrimonio que sólo podía comprar el diario los primeros 15 días del mes. Los demás se los dejaba de regalo.
Ellos me esperaban cada día y cuando me estaba por casar me invitaron a comer ñoquis".
'¿Y?', pregunto, ¿fuiste?
"¡Por supuesto que fui! Eran parte de mis mañanas y me sentí halagado ante la invitación", comenta con nostalgia.
En los comienzos, la bicicleta era su manera de recorrer las calles de Chacabuco, hasta que llegó la ansiada moto.
No sabía cómo llegar a ella hasta que un conocido comerciante de Chacabuco le dijo una tarde:
"¿Y, José, para cuando la moto?" "¡Ni idea!", contestó casi resignado. "Mañana te vas en moto y después arreglamos el pago a través de pagarés".
Y así su recorrido se simplificó mucho.
Siempre pensando en sus clientes, no había reparos a la hora de cruzar caminos de tierra y eso hizo que aumentara su clientela. A fuerza de sacrificio y constancia.
Hoy, y después de un accidente mientras hacía el reparto, está en recuperación y disfrutando de sus días en casa y el orgullo de ver a sus hijos, ahora profesionales, gracias a tanto esfuerzo.
Ya jubilado, le pregunté si extraña esas largas mañanas y me contesta con una sonrisa.
"No extraño tanto", me confiesa. "Aunque debo reconocer que la faceta social, las charlas y los saludos se añoran! Fueron muchos años de andar en la calle y conocer a casi todos mis clientes".
Nuestro amigo tiene muchas anécdotas. '¿Me contás algunas?'. ¡Durante años se encontró con tantas cosas! Esas que quedan en su memoria y no siempre se pueden revelar. Otras, simpáticas y hasta divertidas.
"No puedo contar muchas de las que viví", contesta con una sonrisa traviesa. Y eso se respeta de manera determinante.
Nuestro amigo canillita eligió una vida. Una elección de vida que de a poco va desapareciendo para bien o para mal.
No podemos ignorar la magia de la tecnología.
Pero tampoco podemos ignorar el ritual de levantar el matutino y comenzar la jornada informados y dispuestos a bucear en su impronta.
Gracias, José, y a todos aquellos que enfrentando adversidades y nutridos por el valor del esfuerzo hacen que cada día podamos estar en contacto con recortes de una profesión que vale la pena conocer.
La vida nos da herramientas y muchas veces nos pone a prueba. Y no siempre las oportunidades vienen de la mano de nuevos rumbos.
José tuvo otros empleos, hasta que una palmada del futuro tocó su hombro y supo a tiempo reconocer que era por ahí, aún conociendo los pro y los contra.
Fue, como sus colegas, y por decirlo de alguna manera, el hilo conductor entre la actualidad y el lector.
Los años pasan y dejan huellas.
Está en cada uno recopilar cada una de esas huellas que nos traen hasta hoy.
Un presente que nos pone a prueba cada día y nos deja frente al timón de las últimas noticias.
Pero siempre que haya un canillita en la madrugada, habrá lectores y mate caliente para empezar la jornada .
Y la ceremonia de leer e informarnos antes de salir de casa muchas veces sin saber el camino recorrido de nuestro amigo de papel.
Dije antes que nuestro canillita dejaba frases dentro del diario para las fiestas ¡Lo dejé para el final, porque con ellas y en pocas palabras envuelvo esta nota!
"¡Con lluvia, con frío, con tormenta o con fiebre, el canillita siempre está!"
¡Gracias José!
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