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El almacén de Rawson que despierta nostalgias y emociones

14/09/2024
El almacén de Rawson que despierta nostalgias y emociones

Semanas atrás fue furor en las redes sociales, y especialmente entre los amantes de los sitios históricos, la noticia de la puesta en venta de un ya legendario almacén de ramos generales y pulpería que funcionó en la localidad de Rawson durante varias décadas. El establecimiento se llamó originalmente Sol de Mayo, hasta que en la década del '60 su nuevo nombre fue Casa Sanz de Hijos de Matías Sanz, en alusión a quien fue el primer dueño del comercio, cuyas instalaciones, que se conservan casi intactas, hoy se encuentran en venta.

El principal protagonista de esta historia, Matías Sanz, llegó en 1910 desde España con sus hermanos Lorenzo y Victoria. Los primeros tiempos estuvieron instalados en Los Ángeles y Arroyo Dulce, hasta que recalaron en Rawson, donde en 1918 Matías y Lorenzo abrieron un primer almacén, que se hallaba frente a un sector de la Estación de Trenes en el que funcionaba el embarcadero de hacienda.

En 1923 los hermanos dividieron sus actividades, y mientras Lorenzo se quedó en el almacén frente a las vías, su hermano abrió el Sol de Mayo en la hoy histórica esquina de avenida Chacabuco y 25 de Mayo. La propiedad tenía 948 metros cuadrados, de los cuales, con el tiempo, 400 metros fueron cubiertos, porque allí, además del almacén y pulpería, estaba también la casa de familia en la que Matías y su esposa, María Magdalena Lupardo, que era de Salto, criaron a sus cinco hijos. Además, en la amplia vivienda no sólo residían los integrantes de la familia, sino que también, en ocasiones, algunas habitaciones eran usadas por viajantes o hasta por sacerdotes de la parroquia. Inclusive, llegaron a alojarse estudiantes secundarios que venían de Rivas o Castilla.

Dos de los hijos de Matías Sanz, Carlos y Santiago, continuaron con el emprendimiento de su padre cuando éste se retiró. En una entrevista para el canal Viajar en Foco, Gustavo Sanz, hijo de Carlos, comentó que en los '60 el establecimiento pasó a tener el nombre de su abuelo debido a la importancia que el almacén y su dueño tenían en la comunidad. 'Cuando alguien preguntaba una dirección le decían 'de lo de Matías para acá tres cuadras'', recordó su nieto.

En un artículo publicado en el sitio de Radio Sobrenivel de Rawson, Gustavo señaló que en ese entonces el almacén contaba 'con un salón de ventas y depósito con sectores y cajones destinados a comestibles, genéricos y envasados'. También el sector de ferretería, donde entre otras cosas había picos, palas, hachas, horquillas, tornillos, elementos de molinos y faroles. Además, había un área de artículos para el campo provista de monturas, riendas, botas, alpargatas, zapatillas y sogas que se enrollaban en grandes carreteles.

'Los artículos se colgaban de ganchos del techo y cada uno tenía su lugar', recordó el nieto, y agregó que también había un sector en el que estaban las latas de pinturas de la marca Pajarito,cuyo cartel de propaganda aún se conserva en una de las paredes externas del almacén. El establecimiento disponía además de un corralón de materiales, al que podían ingresar los vehículos, en el que había un arenero, el galpón en el que se acopiaba cemento y un gran tanque de kerosene.

Eran los tiempos en que muchísimos productos -como el azúcar, la yerba, los fideos y las galletitas- se vendían sueltos. El almacén también tenía un sobre de madera grande que funcionaba como buzón, y en él recibían correspondencia los clientes que vivían en el campo.

A la par de sus tareas en el almacén, don Matías Sanz también participaba mucho de las actividades de la Sociedad Española de Rawson. A través de ella, pudo desarrollar una intensa labor social, por ejemplo, gestionando turnos para que socios de la institución pudieran atenderse en el Hospital Español de Buenos Aires. Además, era un celoso cuidador de la biblioteca de la entidad. Ya jubilado, solía pasar las tardes sentado en una mesa del almacén jugando con amigos a la escoba, el chin chon o el truco.

La posta de Matías Sanz la tomaron sus hijos. Santiago se dedicaba especialmente a las tareas contables. Como parte de eso, confeccionaba las libretas de los clientes, algunos de los cuales compraban en el almacén desde hacía 60 años. 'Él me enseñó cómo funcionaba el antiguo libro copiador de cartas y la prensa, que aún se conservan. También tenía carpetas de aportes jubilatorios de sus clientes, y me contaba de su formación en la academia políglota del señor Rodríguez', contó su sobrino.

Además, Santiago Sanz incursionó en política. De hecho, fue secretario general de la Municipalidad de Chacabuco durante la intendencia del dirigente peronista Antonio Blas Montesano, también oriundo de Rawson. Según le relató a su sobrino, cuando llegó el golpe militar de 1955 con Montesano salieron del Municipio 'con el busto de Eva en nuestras manos'.

Santiago también continuó con la labor de su padre en la Sociedad Española y a través de su amigo Jesús Roldán se incorporó a un grupo teatral de Rawson que presentó más de 60 obras. 'Jesús acompañó a Santiago hasta su último día de vida. Lo visitaba y colaboraba abriendo o cerrando el almacén o cualquier tarea que Santiago no podía hacer', señaló el sobrino.

Santiago Sanz trabajó codo a codo en el almacén con su hermano Carlos Rodolfo, que falleció en 1976, el padre de Gustavo. 'Me gustaba mucho acompañarlo a la Estación del Ferrocarril a recibir la mercadería que venía por encomienda', recordó Gustavo sobre su padre. 'La mercadería que retirábamos de ahí, o de los proveedores que la traían en camiones, quedaba en el depósito y luego pasaba a los estantes del almacén o al sótano, donde mi viejo apilaba cuidadosamente los cajones de vinos, sidras, champagne, según sabor y fecha de elaboración. También se guardaban los quesos, salames y bondiolas que entregaban los señores José Freda y Domingo Raúl Mazzetti'.

'Disfruté mucho de las tardes acompañando a mi viejo en los repartos a domicilio, con canastas enormes repletas de comestibles. Los clientes lo estimaban mucho, siempre nos recibían muy bien y se compartían lindas charlas con mate, té o café', agregó.

El almacén Casa Sanz funcionó hasta 2014, cuando falleció Santiago, que tenía 94 años, y Gustavo y su primo Carlos, que eran los herederos, decidieron cerrarlo, pues estaban dedicados a otras actividades.

'Cuando lo hicimos sabíamos que se terminaba un ciclo muy largo. Fue un emprendimiento familiar que se pudo ir adaptando a los diferentes cambios, pero sobre todo en los últimos 20 años era muy difícil mantener la vigencia de este almacén de ramos generales, porque hoy en día los supermercados y autoservicios son más prácticos para la gente, que puede agarrar y mirar', expresó Gustavo.

'Hablamos con mi primo Carlitos que si teníamos esto cerrado por mucho tiempo lo único que íbamos a lograr es que se deteriore. Así que decidimos ponerle el cartel de venta con la intención de que alguien tome estas instalaciones y trate de hacer algo que conserve la construcción. Me encantaría que quedaran cosas como la fachada, las estanterías, la esencia', concluyó Gustavo Sanz.

 

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