El Martín Fierro de Chacabuco

El profesor Oscar Melli relata en el comienzo de una de sus obras la historia de un joven criollo afincado en Chacabuco que allá por la década de los '70 del siglo XIX vivió una situación que la prensa de la época la asemejaba con la de Martín Fierro. En efecto, tal como había sucedido con el personaje mítico de José Hernández, el paisano de nuestros campos, que era único sostén de familia, fue obligado a enrolarse en la Guardia Nacional, de la que posteriormente desertó, para luego tener que vivir escapando durante vaya a saber cuánto tiempo.
Los episodios de esta historia transcurrieron entre 1876 y 1879 y, para dar detalles de ella, Melli apeló a lo publicado por aquellos tiempos en un periódico de Mercedes, llamado La Reforma, por un periodista que ocultaba su nombre bajo el seudónimo de 'Eguisaski'.
El artículo, publicado el 25 de enero de 1879, se titulaba 'Martín Fierro no ha muerto, vive huyendo de las comisiones', y su primera parte expresaba que 'cinco años ha vivía en el partido de Chacabuco, en compañía de una madre anciana, cuyo sostén era, un joven que hoy cuenta con 21 años'. Al joven se lo describía como alguien 'laborioso, honrado, hijo cariñoso y futuro buen padre de familia'.
Luego señalaba que el muchacho había sido criado por otro paisano que anteriormente había sido alcalde en inmediaciones del campo Los Paraísos, perteneciente a la familia Terrero. En ese ambiente, el joven había aprendido 'a ser bueno, a trabajar y a economizar'.
Luego la crónica agrega: 'Cuando ocurrió la desgracia que lo condujo a un cuerpo de línea, tenía ahorrados siete mil pesos que guardaba religiosamente su patrón, buenas prendas y una regular tropilla de caballos'.
'Hoy es un desertor, en pugna con la ley de enrolamiento', proseguía la nota, y añadía que a Martín Fierro le había pasado 'lo mismo'.
Al parecer, sus desgracias comenzaron cuando un día de 1876 fue mandado por su patrón 'a campear siete bueyes que le habían sido robados'. En esa misión 'llegó a un partido casi fronterizo, entró en el pueblito y pidió de comer en una fonda'. Según el artículo, el dueño del establecimiento lo hizo sentar 'con tres gauchos más', lo que por aquellos tiempos equivalía a decir 'tres bandidos'.
'El que llegaba y se hacía sentar entre aquellos debía serlo también', agregaba la nota. La cuestión es que al rato llegó al boliche una comisión policial 'y los arreó a los cuatro'.
La crónica continúa: 'El joven de quien hablamos tenía una papeleta del comandante de la Guardia Nacional de Chacabuco, con la excepción correspondiente al hijo de viuda que la sostiene'.
'No inventamos ni escribimos un capítulo de una novela. Al día siguiente, salía destinado como vago, no sabemos si como ladrón. A los ocho meses, su familia supo que se hallaba en Guaminí, en el 7º de línea. Había sido destinado por tres o cuatro años. ¿Por qué? ¿Por quién? Por una comisión que debe ser algo parecida a la que presidía Fouquier-Hinville en aquellos días en que rodaban en París las cabezas de Luis XVI y la Austríaca'.
En la parte final, la nota sostenía: 'El Martín Fierro de quien hablamos vive oculto, esperando que una voz amiga ocurra al Ministerio de Guerra, al Juez Federal o a Satanás, pidiendo su perdón y la baja que le corresponde, pues harto ha purgado un crimen que no cometió. ¿De qué se le acusó? ¡De vaguedad! ¡Cuántos vagos de frac y guante blanco podrían engrosar las filas del Ejército! Pero no, de esos no se hacen soldados de línea. ¡De esa madera se fabrican diputados!'.
Por último, el autor del artículo expresaba que si el Ministro de Guerra se decidía a intervenir para 'hacer justicia', le diría 'cómo se llama nuestro héroe y dónde vive'.
Difícil conocer cuál fue el desenlace de lo ocurrido con el Martín Fierro de Chacabuco, pero valga la historia para saber que en aquellos tiempos, hace casi un siglo y medio, las injusticias y discriminaciones sociales ya campeaban por nuestras pampas.
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