El perro se muerde la cola

Por Gustavo Porfiri
Hace bastante que en este espacio no le dedicamos atención al conflicto en Ucrania, que ya ha mutado en una guerra abierta entre la OTAN y Rusia. Las recientes declaraciones del Ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, nos dan muy buen pie para actualizar esta situación que se ha convertido -por su impacto y sus consecuencias- en el principal eje de interés global.
Occidente siempre ha buscado quebrar a Rusia por ser un país "demasiado fuerte" y "demasiado independiente". Para lograr este objetivo, ha recurrido incluso a unir fuerzas con partidarios del nazismo en Ucrania, afirmó este lunes el canciller ruso. "La punta de la lanza está dirigida, en esta etapa, contra Rusia", destacó Lavrov, recordando las palabras del presidente Vladímir Putin, que dijo que Occidente necesita que Rusia se convierta en "un espacio dependiente, en declive, que se desvanece" y en el que "puedes hacer lo que quieras".
"Para ello, reunieron una coalición de unos 50 países para intentar, entre otras cosas, desmembrar a Rusia", señaló el diplomático, subrayando que tanto Napoleón Bonaparte como Adolf Hitler ya intentaron hacerlo en el pasado. "Está claro que la esencia de la política de Occidente hacia nuestro país siempre ha consistido en que somos demasiado fuertes e independientes, y hay que hacer algo al respecto, preferiblemente desfragmentar", agregó. "La historia se repite. Hoy 50 países están reunidos contra Rusia. También bajo banderas nazis, teniendo en cuenta la esencia del régimen de Zelenski y no solo la esencia, sino incluso los galones y banderas que llevan los soldados del llamado Ejército ucraniano", concluyó Lavrov.
En este marco que plantea el funcionario ruso, también vemos a Moscú diciendo oficialmente que cambia su doctrina nuclear para adecuarla a los nuevos acontecimientos, a los nuevos planteamientos que el Occidente imperial está llevando adelante contra Rusia. Al mismo tiempo tenemos un frente que se desmorona con toda claridad. Cada vez hay más certeza de que las tropas rusas -como mínimo- van a llegar al Dniéper, ese majestuoso río que atraviesa Ucrania de norte a sur antes de desembocar en el Mar Negro, en la región de Jersón. Que la bandera de la Federación de Rusia flamee en esa geografía será algo muy difícil de digerir, no solo para el régimen nazi de Kiev, sino para toda la OTAN. Recordemos que ya hubo una tremenda 'batalla del Dniéper'. Ocurrió durante la Segunda Guerra Mundial; la orilla sur del río fue liberada de la presencia nazi por parte del Ejército Rojo. Las fuerzas soviéticas atravesaron el curso de agua y abrieron camino sobre la orilla norte, lo que significó la liberación de Kiev, ciudad que estaba ocupada por la Wehrmacht desde el verano de 1941. Fue la batalla con más bajas de la guerra, estimadas en un millón de soldados. O sea: el ejército ruso ya lo hizo una vez, sabe de qué se trata derrotar al nazismo en ese campo de batalla.
Hoy está claro que las últimas posiciones fortificadas ucranianas antes del llegar al río en cuestión están a punto de caer y no hay forma de que no caigan debido, entre otras cosas, a la torpeza de Kiev de haber enviado una división, con lo mejor de lo que tenía Ucrania, a esa invasión loca en la provincia rusa fronteriza de Kursk. Una maniobra suicida de la que no sabemos muy bien porqué se activó.
Derrota inaceptable
Hay algunas cuestiones que conviene repetir, para que no se olviden, para que se fijen en el análisis. Uno de esos asuntos es que la OTAN, la Unión Europea, o el propio Estados Unidos, y su patrón, el Reino Unido, no pueden permitirse de ninguna manera, una derrota total en Ucrania. Esto no es como en Afganistán, que se retiraron huyendo como ratas y no pasó nada. Acá pasa absolutamente todo. Y no es sólo una cuestión militar, ni de las inversiones de diferentes organizaciones -como Black Rock- que ya están diseñando la 'reconstrucción' de Ucrania. Es algo mucho más profundo que todo eso. Cuando Ucrania desaparezca, caerá la ficha y el Occidente imperial se verá desnudo, como en la fábula del rey. Es por eso que el alto representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, no para de hacer menciones a la historia, a los fundamentos mismos de la civilización occidental. Cita a Demóstenes. Nos habla de la importancia que tenía para Atenas prepararse en la inevitable guerra con Esparta. Arenga a los europeos para guerrear contra Rusia, pues desde su reducida visión, no queda otra salida que hacer la guerra cada día más grande, más sangrienta, y no importa si los guerreros son neonazis que glorifican a Stepán Bandera, el mejor discípulo de Hitler en Ucrania. No importa si tienen el cuerpo cubierto de esvásticas. Esta visión empecinada nos dice que el imperio no se va a entregar mansamente. Los permanentes ataques terroristas ucranianos sobre población civil (este lunes bombardearon una guardería) son la prueba irrefutable de que la OTAN está dispuesta a prender fuego el planeta.
El sistema geopolítico occidental se basa en la necesaria extorsión sobre el resto del mundo. Mientras el resto del mundo no quiso, o no pudo oponerse, las cosas funcionaron, pero cuando don Putin trazó unas líneas rojas que no se podían atravesar, la única salida que encontró la alianza imperial fue la guerra. Ahora que la están perdiendo, como el perro que se muerde la cola, la solución que ofrecen es más guerra.
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