El sueño de la banda musical de Chacabuco

Casi desde el momento de la fundación de Chacabuco, las autoridades del naciente municipio tuvieron el anhelo de conformar una banda de música para amenizar actos oficiales y celebraciones sociales. En el comienzo no resultó una tarea fácil, no sólo porque había pocos candidatos para armarla y dirigirla, sino también porque la Comuna andaba escasa de recursos como para hacer las contrataciones.
Por aquellos finales del siglo 19 no eran muchos los que vivían de la música. Como ejemplo de eso, el profesor Oscar Melli señala en una de sus obras que en el Censo Nacional de 1869, el primero que se hizo, hubo una sola persona de Chacabuco que declaró con orgullo ser músico de profesión. Se trataba de un italiano, llamado José Prícola.
De todas formas, en ese momento no había conjuntos organizados y recién a mediados de 1880 comenzaron las gestiones para tratar de conseguir un profesor de música. Por lo pronto, en importantes actos que hubo en los años siguientes, como un gran homenaje que se realizó en 1882 ante la muerte del héroe italiano Giuseppe Garibaldi, y la inauguración del ferrocarril, en 1884, fueron animados con las actuaciones de bandas municipales llegadas de ciudades vecinas, como Junín, Salto y Mercedes.
Según Melli, en el desarrollo musical de Chacabuco tuvo mucho que ver la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, que hacia 1883 se relacionó con el maestro Juan Fiaccini, que era de Salto y posiblemente haya sido el primero en brindar enseñanza musical en el joven pueblo. En ese mismo año, el propio Fiaccini se presentó ante el Concejo Deliberante para solicitar una subvención que permitiera organizar una banda de música. La idea cayó bien entre los concejales, que se pusieron en contacto con autoridades de la Sociedad Italiana para definir el monto del contrato.
Finalmente, en noviembre de 1883 se emitió una resolución en la que se disponía el pago al maestro de música de una subvención mensual de 500 pesos moneda nacional. A cambio de ello, Fiaccini debía comprometerse a enseñarle a, como mínimo, doce alumnos de la Escuela Nª 1, así como a vecinos comunes, a quienes la Corporación Municipal les proveería los instrumentos. También se establecía que, una vez conformada, la banda debería tocar 'en todas las fiestas públicas y en las ordenadas por el presidente de la Municipalidad'.
Tantos preparativos y actos administrativos tuvieron poco alcance, pues en marzo del año siguiente el maestro Fiaccini dejó de recibir la retribución municipal.
Hasta el siguiente intento de conformar una banda hubo algunas actuaciones individuales, como un concierto que el pianista Pascual Carosella ofreció en las fiestas que se celebraron el 1º de enero de 1886. El músico, que cobró por su actuación 50 pesos moneda nacional, usó un piano que había sido adquirido por la Municipalidad en cuotas mensuales de 480 pesos. El profesor Melli menciona como dato curioso de esta época que, pese a las inquietudes artísticas que existían, en abril de 1887 el Concejo Municipal se negó a autorizar el pedido hecho por una vecina para abrir en Chacabuco una academia de baile.
A mediados de 1887, se hallaba radicado en el pueblo el profesor de piano Rafael Matas, que acordó con el Municipio recibir 30 pesos mensuales a cambio de formar 'una pequeña banda de niños' para intervenir en fiestas públicas. Este proyecto también fue de corta duración. Una suerte similar corrió una iniciativa planteada en agosto de 1888 por el maestro Juan Fiaccini, que reapareció en escena proponiendo a la Municipalidad formar una banda de música para actuar los jueves y domingos en la plaza San Martín, a cambio de una retribución de 80 pesos mensuales.
No obstante, Fiaccini pudo concretar su objetivo a través de la Sociedad Italiana. En efecto, hacia 1887 comenzó a funcionar la Banda de Obreros Italianos, que realizaba sus ensayos en la sede de la institución y tocó regularmente hasta 1893, especialmente durante los festejos de Carnaval.
La aspiración de contar con una banda municipal de música tomó mayor fuerza en 1896, cuando se conformó una comisión promotora que presidía Joselín Muñoz y tenía como vicepresidente a don Juan Otaharan. Ahora sí parecía que todo estaba encaminado para emprender un proyecto de más largo aliento. Todo indica que el director de esa nueva banda fue un profesor llamado Alejandro Bilotti, quien durante el ejercicio de ese cargo debió lidiar varias veces con las autoridades comunales para conseguir que se actualizara el presupuesto de funcionamiento. Pero los primeros pasos, finalmente, estaban dados.
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