Explotación y desalojos en el desarrollo agrícola de Chacabuco

El desarrollo agrícola del naciente partido de Chacabuco se dio a partir de la visión de algunos terratenientes y, sobre todo, por la labor de inmigrantes así como de esforzados peones criollos llegados de distintas provincias. El profesor Oscar Melli cuenta que el arrendamiento y la aparcería de tierras fueron el denominador común de esa época, lo cual se realizaba en condiciones por demás de ventajosas para los propietarios, que obtenían elevadas rentas, mientras que a quienes ponían el trabajo le quedaban unas pocas migajas. No sólo estaban los dueños de los campos: también intervenían en el negocio los intermediarios o subarrendatarios, que las más de las veces eran los que imponían las peores condiciones.
Melli menciona en una de sus obras un contrato realizado en agosto de 1921 por un 'sublocador' de un campo situado en la zona de las colonias La Paloma y La Colmena con un 'sublocador'. En el convenio se imponen al inquilino toda clase de condiciones y requisitos, hasta el de venderle al sublocador el trigo que coseche en esas tierras. También sirve como ejemplo un contrato realizado décadas antes, en 1869. El documento establece que el propietario o contratista debía facilitar la tierra, las herramientas de labranza y las semillas para la primera siembra. Al agricultor le correspondía, además de poner el trabajo personal, responder por el buen estado de los animales y las herramientas que se le confiaban. En tanto, las utilidades debían repartirse a razón de 50 y 50 entre una y otra parte.
'A medida que la agricultura iba extendiendo sus dominios, se afirmaba la impresión de que los poseedores de la tierra, sus representantes y administradores, iban ajustando paulatinamente los mecanismos de un régimen de explotación que, al coartar el libre arbitrio de los agricultores, tocaba límites de abuso e inhumanidad', escribió el historiador, y amplió: 'El colono se obligaba a sembrar los cereales en la extensión que de antemano se le fijaba; tenía que asegurar las cosechas en las compañías o empresas que los terratenientes determinaban, y levantarlas con equipos y maquinarias que les indicaban, así como los aranceles. Del cereal cosechado, una tercera parte, y aún más, de la mejor calidad, pertenecía al terrateniente'.
Melli también se ocupa del rol del subarrendatario, al que considera un 'flagelo' para los productores de ese entonces. Para ello, apela al testimonio de Alejandro Tornatore, de Salto, uno de los primeros integrantes de la Federación Agraria Argentina, quien expresaba que los intermediarios obtenían el alquiler del campo a precio moderado y lo entregaban a los chacareros a porcentajes muy altos, mediante contratos 'completamente leoninos que reproducirlos sería avergonzarnos de nuestro pasado'.
Cuando el subarrendatario no podía cumplir con los compromisos, las consecuencias eran el desalojo, la destrucción de ranchos y 'familias arrojadas sin misericordia a los callejones'. Tornatore fue testigo de eso.
'Hemos presenciado el arrastre de ranchos, como lo ocurrido en la zona de la Estación Los Ángeles, Ferrocarril Compañía General, hoy Belgrano, en los límites de los partidos de Salto, Chacabuco y Carmen de Areco, lo mismo que en la zona de Tacuarí, Arroyo Dulce, Inés Indart, Campo del Rincón, etcétera. En resumen, donde había despiadados intermediarios, fueron más dañinos que los mismos terratenientes: prendían fuertes cables alrededor de los ranchos, enganchados a fuertes camiones o tractores, llevados a los callejones, cerraban los alambrados y ¿quejarse a quién? Los fallos de lanzamiento eran terminantes e inapelables', escribió.
Melli menciona un conflicto ocurrido en las cercanías de O'Higgins, donde sucedió 'un lamentable hecho de sangre que llevó a las vías del crimen a un honrado agricultor, acorralado por las exigencias y los desmanes de administradores insaciables'.
La expoliación de los agricultores no se limitaba a las condiciones que se le imponían para el subarriendo. En su obra 'Campo y ciudad, el problema agrario argentino', Celestino Sienrra (h) sintetizó cómo proseguía el mecanismo de explotación.
'Cedida la tierra por el terrateniente acaudalado a arrendatarios, estos, al subarrendar, cierran totalmente el cerco de la explotación', escribió Sienrra, y agregó que los arrendadores solían ser los dueños de los almacenes de ramos generales en los que se abastecían los trabajadores. Además, eran 'representantes de compañías aseguradoras', así como vendedores de 'máquinas e implementos agrícolas' y de comestibles y ropa 'para el colono y su familia'. Inclusive, en algunos casos los arrendadores eran propietarios 'de la única empresa de servicios fúnebres de la zona'. En todos los casos, los precios de los productos y servicios que ofrecían estaban 'más arriba de los corrientes'.
Estas cuestiones permiten entender por qué buena parte de los inmigrantes que llegaron por aquellos años un tiempo después emprendieron el retorno a sus países.
Hacia finales de la primera década del siglo pasado comenzaron a surgir en algunos puntos de la zona agrícola pampeana indicios que permitían pensar en una mejora en las condiciones de vida de los trabajadores rurales. Los cambios se cimentarían a mayor velocidad a partir de 1912, con la fundación de la Federación Agraria Argentina.
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