La amabilidad como rebeldía

Por Marcelo Chata García
Cuando en 2005 León Gieco saca Por favor, perdón y gracias Argentina estaba poco a poco reconstruyéndose de la crisis del 2001 y las políticas neo liberales que la causaron. Se restablecían los lazos sociales junto a los valores que acompañarían la recuperación económica: democracia, Derechos Humanos, inclusión social, etc. Salir del neo-liberalismo implicaba volver a plantear cuestiones de educación tan básicas como los 'buenos modales'. Hay una diferencia entre la individualidad y la individuación. Una cosa es reconocernos singulares, con nuestros esfuerzos y logros, con nuestros gustos y elecciones. Otra es la presión para atomizarnos; generar un clima siempre crispado que nos enfrenta, nos violenta, nos lleva a tomar actitudes defensivas y nos abroquela en nuestro pequeño grupo. Hoy se lleva al extremo esa individuación naturalizando en el discurso político, mediático y virtual el odio, la desinformación, el desprecio a la diferencia, la violencia contra los vulnerables. Por eso se hace necesario crear ambientes cordiales, donde incluso bajar la guardia puede ser la mejor ofensiva.
Por aquel 2005 comenzaba a dar clases en una materia en primer año de la tecnológica, y otra en las residencias médicas de la Provincia de Buenos Aires. Es decir, tenía a jóvenes que venían de secundaria, y a recientes egresados que comenzaban su práctica profesional. Lo que llamaba mi atención era la cantidad de estudiantes que enviaban sus monografías a mi correo sin acompañar el archivo con un saludo.
Comencé -debo decir, con cierto reparo- a rechazar esos trabajos y exigir el saludo correspondiente. Práctica que tengo hasta hoy en día. Podrían habérselo tomado a mal, en definitiva, yo debía corregir y evaluar contenidos. Sin embargo, la exigencia siempre fue aceptada positivamente, pues cortaba con la experiencia de haber transitado espacios educativos donde la cordialidad no era ni incentivada, ni practicada.
Esta semana, un reel de un docente madrileño (dlo.lopez) levantaba la queja de estudiantes por colegas que no cuidan y fomentan la cordialidad; el tema trasciende fronteras. Y no alcanza las excusas de correr de escuela en escuela, desganados por falta de respuestas, acuciados por las bajas remuneraciones o acostumbrados a destratos de superiores, pares o familias.
En el Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria del '18, Deodoro Roca sostenía que educar debía ser un acto de amor. Es en ese clima donde se realizan mejor los procesos de enseñanza-aprendizaje. Siempre admiré el ambiente amistoso y distendido que Lucas Bettoli construye en sus clases. ¿Quén no querría aportar algo allí? La amabilidad aumenta, incluso, la productividad en las empresas, pues los buenos ambientes laborales son indispensable para atraer y contener talentos. Es una acción colectiva que nos cambia, modifica nuestras relaciones y mejora nuestro entorno, lo que nos facilita encontrar mejores soluciones juntos.
Lo desconcertante es que esa amabilidad se trasladó a la Inteligencia Artificial, ejemplo:
IA: Si querés puedo ayudarte a armar un cuadro comparativo entre las lógicas liberales (tipo Rawls, Sen, Hayek) y la visión del PNUD. ¿Te gustaría?
Y0: Te agradezco, pero puedo hacerlo solo, Muy útil intercambiar ideas contigo.
IA: ¡Gracias a vos, Chata! El placer es mío –me encanta este tipo de intercambio reflexivo y filoso. Se nota que tenés un marco conceptual potente y una mirada crítica bien aguda.
Sí, la IA me llama por mi apodo, me tutea y es más aduladora que mi abuela. Un trato tan motivador no puede quedar en un procesador entrenado que nunca sabrá qué es sentir 'placer'.
La amabilidad es incrementar nuestra habilidad de amar, y eso hoy, es muchísimo.
Relacionadas
