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La estrategia del ignoto

22/07/2025
La estrategia del ignoto

Opinión  /  Por Marcelo Chata García 

El poder legislativo, en cada nivel jurisdiccional, es el más representativo de los poderes.  No sólo porque se integra incluso con aquellas agrupaciones políticas minoritarias (siempre que superen un porcentaje de representatividad), sino porque incluye en cada agrupación una representación de los distintos sectores o alianzas que las componen.  Es decir, al cerrar las listas ya se encuentran ganadores, vencedores, contentos y enojados, al menos hasta que el comienzo de lo más fuerte de la campaña electoral mande acallar rencillas y concentrarse en adhesiones.

Así es la política democrática, ruidosa y entreverada, porque representar los intereses sociales, sectoriales y personales conlleva alianzas, enfrentamientos, cooperación y traiciones.  Una parte de la población se identifica con ciertos grupos, otros más con el rechazo a algunos políticos o a la política en general y, cada vez más, están los que por hastío o desconocimiento les genera indiferencia.  En fin, por fuera de los entusiastas en las contiendas electorales, la ciudadanía no ve una relación directa entre estas elecciones y el aumento de las oportunidades para mejorar sus vidas.  Lo que no quiere decir que esa relación no existe; más bien, la política representada habla menos de esa relación que de sus disputas internas.

La televisión y las redes son un bullicio de negociaciones por el cierre de las listas.  La correlación de fuerzas entre las facciones de cada agrupación no es la única forma de dirimir los lugares de privilegio.  Cuando la agrupación política tiene un líder fuerte e indiscutible, él o ella toma la lapicera y arbitra el conflicto.  También hay que contar quién acerca mayor financiación para la campaña.  Cuando la estrategia electoral prima, se va por el que tenga mejor imagen.  Otro artilugio son las candidaturas testimoniales: colocar una figura que acapara votos pero que no tiene pensado ocupar el cargo legislativo.  Por ejemplo, un intendente o funcionario que presta su nombre pero que no está decidido a dejar su actual cargo por una banca.

Algunos se ilusionan con impulsar un outsider, personas con prestigio ganado fuera de la política –en la cultura, en el deporte, en la empresa- que atraen votos gracias a poseer reconocimiento social y por la esperanza de incorporar algo distinto.  Claro está que el outsider más exitoso de la historia universal –para utilizar las humildes formas con la que gusta autoelogiarse- es el actual presidente.  Y por cierto, salvo por la incorporación de un lenguaje soez, una curiosa obsesión por las metáforas anales –para comidilla de cualquier freudiano- y un disfrute sádico en los ajustes a los sectores populares y en la destrucción del Estado, no se ha diferenciado demasiado de lo que él mismo llamaba 'casta política'.

Varios de los dirigentes políticos desearían quitar estas 'elecciones de medio término', porque ponen en juego la legitimidad del poder ejecutivo y la capacidad de acción en medio de su mandato.  Lo sufrió Alfonsín, tanto como Cristina Kirchner; y está la posibilidad que lo sufra Milei.  Pero a Mauricio Macri no le fue tan mal y, aun así, su castillo de naipes se desplomó cargándonos el mayor endeudamiento de la historia (hasta ese momento).  A mitad del periodo presidencial, junto con las relaciones de poder en las legislaturas y las concejalías, también se proyectan las estrategias para los próximos dos años cuando venga la renovación del ejecutivo.  

¿Quiénes ganarán relevancia como dirigentes en medio de tanta orfandad ciudadana?  Cómo olvidar entonces la estrategia del ignoto.  Duhalde apostó a ella y le pudo salir mal, le salió bien, pero le salió mal.  Es decir, cuando promovió a Néstor Kirchner como candidato presidencial en 2003, perdió en primera vuelta con Menem y sólo llegó a la presidencia porque el rechazo al exmandatario era tan grande que lo convenció de renunciar.  Para una gran parte de la población, se abría entonces una década ganada.  Pero el hijo mata al padre, y a Duhalde le costó su poder.  Nuevo líder, nueva reagrupación de piezas.  Y aquí la pregunta no es sólo si hay algún ignoto potable, sino si las dirigencias aceptarían correr el mismo riesgo.  ¿Por qué cuesta tanto que aparezcan dirigentes nuevos?

Ya se cerraron las listas.  En unas semanas las elecciones marcarán si la estrategia electoral de cada quien ha sido exitosa, o si habrá que buscar por otro lado.

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