La juntada de maíz

Hasta pasada la década de los '40 del siglo pasado, cuando llegaron las primeras cosechadoras, la recolección del maíz se hacía a mano. Esas duras tareas solían realizarlas familias enteras, que se abocaban a eso durante varios meses.
En su trabajo 'Pasado y presente del maíz en Chacabuco', el profesor Oscar Melli contaba que la juntada, tal como se la llamaba, se llevaba a cabo durante el otoño y en las primeras semanas del invierno. En esos meses, los trabajadores, junto a sus esposas e hijos, que trabajaban a la par suyo en medio de los maizales, construían sus viviendas temporales con chalas, alguna chapa de zinc y bolsas de arpillera. Allí transcurrían sus días, entre largas jornadas de recolección y pocas horas de descanso.
En el tiempo en que se extendían esas labores, algunas localidades menores del partido de Chacabuco, como Cucha Cucha, quedaban prácticamente despobladas, señaló el profesor, que también relató cómo esta situación repercutía en el proceso educativo, pues en algunas escuelas primarias funcionaban durante buena parte del año con elevados índices de deserción.
Si la vida de los agricultores de ese entonces era sacrificada, más aún era la de los juntadores y sus familias, no sólo por las condiciones en las que debían vivir y trabajar durante esos meses, sino también por los magros pagos que recibían. Aún así, había quienes se las arreglaban para sobrevivir con esos pocos pesos durante el resto del año.
Pero no todo era esfuerzo y sacrificio en esa vida que se hacía entre los surcos: había ocasiones, aunque contadas, en las que alrededor de las ranchadas y tolderías se hacían bailes, fiestas y hasta algún partido de fútbol. También había espacio para compartir mates, charlas, guitarreadas y algún trago.
La descripción de lo que era la juntada es realizada por otro autor, Sabino Fioridi, en un libro titulado 'Remembranzas del campo y la ciudad'. Allí cuenta que si el juntador era un hombre solo, el área en la que trabajaba, a la que se llamaba 'lucha', era de 24 surcos, mientras que podía ascender a 48 surcos o más cuando se trataba de grupos familiares.
'El juntador se ubicaba a horcajadas sobre la maleta que arrastraba a la cincha entre dos surcos, de los cuales, a diestra y siniestra, iba arrancando las espigas al deschalarlas. En el sitio en el que la maleta se llenaba, la vaciaba en bolsas especiales, de 1,20 metros de alto por 0,75 de ancho, las cuales se alineaban en la mitad de la lucha hasta que el colono, en una chata, las llevaba a la troja', escribió Fioridi.
Además de la maleta, el juntador tenía como elemento de trabajo la aguja de deschalar, que él mismo confeccionaba con un clavo de unos 12 cm que recubría con cuero en uno de sus extremos.
Las mazorcas recolectadas eran acopiadas en las trojas o bien en rústicos galpones hasta la fase siguiente, en la que pesadas maquinarias a vapor separaban y embolsaban el grano. El marlo también tenía un destino, pues se lo utilizaba como combustible para la propia maquinaria o para alimentar cocinas a leña en muchos hogares chacabuquenses.
BISEMANARIO CHACABUCO.
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