Las capas de la cebolla

Por Gustavo Porfiri
Desde hace algunas semanas, las elecciones presidenciales que se realizaron en Venezuela han despertado una gran ola en la que se mezclan diferentes elementos de análisis. Desde este lugar proponemos revisar algunas ideas que quizá no estén muy presentes en los medios más encumbrados y masivos, pero que sirven para ampliar la comprensión del asunto.
En principio, conviene despojarse de esa tendencia tan nuestra: el Boca-River. Si estás con Maduro, sos K; si querés la democracia, tenés que estar con Edmundo González Urrutia y su patrona, María Corina Machado, inhabilitada por la justicia para ser candidata. Y ya que estamos: don Edmundo aparece en documentos desclasificados de la CIA como estrecho colaborador, en los años ´80, del embajador venezolano en El Salvador, Leopoldo Castillo, conocido como El Matacuras. En esos años, el ejército salvadoreño y los escuadrones de la muerte dejaron un saldo de 13.194 civiles asesinados, entre ellos monseñor Oscar Arnulfo Romero, cuatro monjas Maryknoll, y los sacerdotes Rafael Palacios, Alirio Macias, Francisco Cosme, Jesús Cáceres y Manuel Reyes. Castillo y González están directamente involucrados. En esto, algunos sectores de la política argentina no fallan: en febrero de 2022 salieron a revolear la bandera ucraniana y a defender al régimen nazi de Kiev. Hoy declaran que el nuevo presidente de Venezuela es el anciano candidato de la ultraderecha.
Como con la cebolla, hay acá varias capas. Venezuela, con sus 303.220 millones de barriles comprobados, es la primera reserva de petróleo del mundo. "Si controlas el petróleo controlas las naciones, si controlas los alimentos controlas los pueblos", dijo don Henry Kissinger hace bastante ya, aunque la idea sigue estando muy vigente para los intereses del Occidente imperial. Tan es así que recientemente Nicolás Maduro, en referencia a la postura de Estados Unidos y sus aliados sobre los resultados electorales, advirtió: "Si esta gente de allá del norte y sus asociados en el mundo cometen el error de su vida, entonces, esos bloques de petróleo y esos bloques de gas que ya estaban firmados pasarán a nuestros aliados de los BRICS". Ya vemos: en Venezuela está en juego algo mucho más gordo que un resultado electoral; eso es solo el síntoma.
La historia continúa
Hasta no hace mucho, parecía que la superioridad del Occidente imperial no tendría contrincantes en su afán de meterse el mundo en el bolsillo. En 1992, después de la desaparición de la Unión Soviética, don Francis Fukuyama, hombre nacido en Chicago, nos dijo que había llegado 'el fin de la historia'. El Occidente se había impuesto al 'comunismo', había nacido el mundo 'unipolar' y la 'democracia' (liberal) nos llevaría al paraíso sin detenerse en estaciones intermedias. Sin embargo, nada de eso ocurrió y el mundo se fue convirtiendo en un aquelarre. El fracaso del modelo civilizatorio occidental y su receta para ser felices no funcionó.
Así fue emergiendo un contrapeso que hoy pone en jaque al bloque liderado por los Estados Unidos y su patrón, el Imperio Británico. China, Rusia, Irán, India, por citar algunas referencias más salientes, empezaron a germinar la idea de crear un mundo diferente al conocido y empezamos a escuchar el término 'multipolar'. Y otra palabra empezó a imponerse: BRICS, acrónimo de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica. Fukuyama no tuvo razón: la historia siguió su curso y otra vez surgió el enfrentamiento entre dos ideas antagónicas. Ante semejante amenaza, el Occidente imperial activó al máximo a su brazo armado: la Organización para el Tratado del Atlántico Norte, más conocida por su sigla OTAN. El resto es conocido: Moscú trazó una línea roja, la OTAN la pasó y Rusia comenzó la Operación Militar Especial en Ucrania para poner límite al avance de los misiles nucleares de Occidente a pocos kilómetros de Moscú y de paso desmilitarizar y desnazificar al régimen de Kiev.
Venezuela se posiciona
En setiembre del año pasado, Nicolás Maduro denunció lo que llamó una 'agresión multidimensional' debido a las sanciones económicas de EE.UU. y sus aliados. La inclusión de Venezuela en el bloque de los BRICS podría ayudar a revitalizar la dañada economía venezolana, dijo el líder chavista, y pidió a China que interceda para que su país ingrese al bloque. Caracas definía entonces de qué lado de la cancha jugaría. Para Washington es inaceptable que una nación de su 'patio trasero' se ponga la camiseta del otro bando. Esto explica claramente por qué Maduro y el chavismo deben desaparecer de la escena.
¿Cuál democracia?
Hay otro punto insoslayable: qué significa exactamente la palabra democracia. Oleg Yasinsky, columnista de RT, nos ilumina: 'El concepto de democracia se ha convertido en una categoría moral absoluta, al igual que antes lo fue la práctica religiosa. No ser demócrata es una herejía. Nuestro mundo es tan grande y diverso que nadie puede exigir que en todos sus rincones, culturas, historias y sensibilidades sean reducidos a un solo esquema social que, además, no funciona en ninguna parte, porque es una farsa'. El analista ruso añade: 'Otros modelos de participación democrática han existido y existen. Desde los soviets (consejos) en la Revolución rusa, hasta los Comités de Defensa de la Revolución cubanos o en los territorios autónomos indígenas en varios estados de México, inspirados por el zapatismo. Es decir, diferentes formas del poder popular, normalmente menospreciadas por los países occidentales, que se autodenominan democráticos, aunque algunos incluso por elección divina sean también monarquías'.
Quizá el pueblo chavista, que es mayoría en Venezuela, esté experimentando alguna otra forma de ejercer la democracia. Y quizá a nosotros nos parezca una desviación, algo malo, pero habría que dejar que ellos hagan su camino mientras nosotros seguimos perdidos en medio del bosque.
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