"Potestad", el clásico de Tato Pavlovsky se presenta hoy en el Teatro Italiano
En diálogo con Arrancamos Tarde, Eduardo Misch, actor de larga trayectoria y discípulo de Tato Pavlovsky, se refiere a "Potestad", un clásico del teatro argentino que encarna y que trasciende el tiempo. Esta nueva puesta en escena, dirigida por Norman Briski, se presentará hoy sábado en el Teatro Italiano a las 21:00. Misch interpreta a un golfista que, a través de un monólogo intenso, confronta con temas como la memoria, la complicidad civil y la búsqueda de justicia. 'Con esta obra se van a divertir, pero luego van a reflexionar. Y es algo que puede que estemos haciendo cada vez menos', asegura.
-¿Qué te atrajo de este proyecto en particular?
-Potestad para mí es como si fuese una obra propia porque fui asistente de Tato. Trabajé con Pavlovsky durante quince años, estuve muy cerca de él hasta el 2015 que fallece. Junto con Susi, su pareja, hemos viajado muchísimo. No tuve que estudiar, por ejemplo, ya la tenía incorporada. Es una obra que -más allá que se diga- es un clásico del teatro argentino, y es redonda. Vas a verla y dramaturgicamente es perfecta. Arranca de una manera y termina absolutamente de otra, decís '¡no puede ser cómo me atrae tanto!'. Y creo que he logrado un sueño, yo lo miraba a Tato hacer esta obra, me sentaba en él piso y trataba de descifrar esos movimientos y pensaba 'quiero hacer hacer algo de lo que está haciendo este tipo'. Yo estudiaba en aquella época en el conservatorio y después empiezo a trabajar con él, con Norman también, en obras como La gran Marcha, o Solo brumas.
-El personaje era originalmente un jugador de rugby y hoy es un golfista, ¿por qué?
-Mantenemos el deporte pero cambiamos el género, fue idea de Norman. Cuando lo voy a ver le digo que tenía ganas de hacer dos obras: El barro se subleva, una obra suya, y Potestad, que siempre la tuve conmigo y nunca la hice. Me explica que ya tiene la idea, que va a ser un jugador de golf con su caddie que le relata el texto. Entonces no había mucho más que definir. Salvando las distancias, porque mi cuerpo no es el de un rugbier, tiro más para golfista. Tato tenía espalda para sostenerlo, yo no. La idea estuvo acorde a mi físico.
-¿Por qué tiene que ir a verla el público que aún no ha visto la obra?
-Primero, porque ir al teatro les va a hacer muy bien. Me doy cuenta de que la gente va cada vez menos al teatro. Y en particular, con esta obra se van a divertir, pero luego van a reflexionar. Y es algo que puede que estemos haciendo cada vez menos. Eso es más que suficiente para poder ir a verla. Es un clásico del teatro argentino, una obra de Tato Pavlovsky con la dirección de un actor escritor, dramaturgo excepcional. Es una obra con mucho recorrido, y eso se ve en escena. Y nadie nos dijo que no le gusta. Ese es un buen dato que vayan, los diarios están a favor.
-¿Por qué eligieron Chacabuco para trasladar la obra?
-Tenemos una amiga junto con Mauricio Morando, del Teatro Italiano, que es de Chacabuco, Silvina Gianibelli. Y nos dijo que podíamos abrir esa oportunidad, y claro que nos gusta, y se dio el vínculo. Las cosas en el teatro independiente se dan así, se van sumando colectivamente deseos y lo vamos armando. Es la única manera de seguir subsistiendo, en solidaridad con el otro o la otra.
-¿Cómo crees que "Potestad" sigue siendo relevante en la actualidad, a pesar de haber sido escrita hace tantos años?
-Creo que llega en la época justa, porque en el 2017 cuando la hizo con Maria Onetto no sucedía lo que está pasando ahora. Hoy la relevancia de Potestad es total. Ves una obra que no solo va a hablar sobre la memoria, sobre el rapto de niños en la época de la dictadura, de algo que ya pasó y no pasó, porque seguimos buscando 300 pibes. No hablamos solo del pasado, sino de un presente que se magnifica en relación a la complicidad civil que nos está gobernando. Cuando ganó el presidente no lo podía creer, pero al mismo tiempo tomo conciencia de la complicidad civil de esa época y de esta. No está a la vuelta de la esquina, está al lado tuyo. Cuando estás en la panadería, el 60% de las personas son cómplices civiles de lo que sucede de una u otra manera. No por lo que votaron sino porque miran para el costado, o porque piensan que hay que dar tiempo o porque creen que un día va a haber lluvia de dólares. Ahí es donde se resignifica la obra.
-¿Cómo fue trabajar con Norman Briski en esta puesta en escena de "Potestad"?
-Para mí es un placer. Siempre entramos en un área de juego muy saludable, tanto para mí como para él, y ahí nos mantuvimos siempre. No solo en esta obra que vino a armar el montaje de movimientos. Es una obra que improvisé en el mismo momento en el que nos encontramos. Norman es de improvisar, tenemos la misma técnica que es no estudiar el texto, tratar de olvidarlo para apropiarlo. Entonces jugamos como dos niños.
-¿Qué pensaste cuando Norman se expresó en la entrega de premios?
-Salí gritando ¡Gaza! detrás de él. No puede ser que una sola persona grite Gaza, eso es complicidad civil. Dentro de esa hermosa sala está lleno de cómplices, porque son gente privilegiada. Salió un dictamen a favor de Norman, después de que un ñato lo denunciara.
-¿Qué te gustaría decirle a Tato Pavlovsky?
-Lo primero que le diría es que se lo extraña mucho. Pasados nueve años de su partida, eso, que lo extraño. Le diría que él está en cada uno de mis movimientos. Hago muchas cosas pensando con él, aunque ya no está. A veces te pasaba la mano por la cara, se hacía en mano santa (risas). Lo nombro todos los días, es más que un papá o una mamá. Es un referente tan fuerte para mí que lo que más le diría es que lo extraño.